“EL PODER DE LA FE: MILAGROS Y CAMBIO DE VIDA”
PRIMERA LECTURA
HEBREOS 12, 1-4
Por eso,
nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su
fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y
corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Fijemos nuestra
mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona.
Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque
sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la
derecha del trono de Dios. Por lo tanto, mediten en el ejemplo de Jesús, que
sufrió tanta contradicción de parte de los pecadores; por eso, no se cansen ni
se desanimen. Pues ustedes aún no han tenido que llegar hasta la muerte en su
lucha contra el pecado. Palabra del Señor
REFLEXIÓN
En la
primera lectura de hoy el autor nos exhorta a mantenernos firme en la fe del
Señor: Y considerar los ejemplos de fe que los hombres del Antiguo
Testamento nos han dado, “envueltos en una nube de testigos”, ellos han
demostrado su fe con acciones concretas, pudiéramos decir que su fe ha sido
probada en las dificultades de la vida diaria y han respondido con creces;
nosotros tenemos que ganar cada día más firmeza en nuestra fe, y para ello
debemos esforzarnos como lo hace el atleta que quiere completar la carrera que
ha iniciado.
Hebreos nos
habla hoy y el apóstol Pablo en la 1ra carta a los Corintios ( 1Cor 9:24)
también utiliza el correr una carrera como ilustración para describir la vida
cristiana. Se nos desafía a correrla completa sin retirarnos, y hacerla como
para ganar. Pablo nos dice nuevamente en Timoteo «He peleado la buena batalla,
he acabado la carrera, he guardado la fe» (2
Timoteo 4:7). Después de haber
completado la carrera, el apóstol gozosamente anticipaba el momento de recibir
la corona de victoria de manos del Rey del cielo. Como Pablo, corre tu carrera
terrenal para ganar, llegar a la meta tan preciada y deseada y agradar al
Señor.
SALMO RESPONSORIAL 21
R/. Te alabarán, Señor, los que te buscan.
Cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre. R.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor. R.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 5,21-43
“Contigo hablo, niña, levántate”
En aquel tiempo, Jesús atravesó de
nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se
quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y,
al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi niña está en
las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva."
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de
sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de
tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de
mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás,
entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido
curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su
cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió
en seguida, en medio de la gente, preguntando: "¿Quién me ha tocado el
manto?" Los discípulos le contestaron: "Ves como te apretuja la gente
y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"" Él seguía mirando
alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa,
al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él
le dijo: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud."
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: "Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?" Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas; basta que tengas fe." No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: "¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida." Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: "Talitha qumi" (que significa: "Contigo hablo, niña, levántate"). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El texto
que leemos hoy tiene como personajes principales a dos mujeres que son sanadas
y salvadas de la muerte gracias al poder divino de Jesús y al poder de la fe.
Dos
generaciones diferentes con algo en común: sufren la exclusión por su condición
de mujeres y de enfermas. Tiene en común, también, el número doce, que simboliza
el paso del antiguo al nuevo pueblo de Dios, que Jesús llama Reino de Dios. El
verbo tocar, que simboliza cercanía amorosa y comprometida con el marginado, es
la clave del texto. El jefe de la sinagoga pide a Jesús que con sus manos toque
a su niña. La mujer con el flujo de sangre busca tocar a Jesús. La otra clave
es la fe en Jesús a prueba de riesgos. El jefe de la sinagoga arriesga su
futuro, pues hace parte del grupo opositor a Jesús. La mujer arriesga a que la
lapiden por tocar a un hombre y contaminarlo con su impureza. Sin embargo, en
ambas situaciones se impone el Jesús como dador de vida. Las mujeres recobran
su salud y con ello la vida en plenitud.
ORACIÓN
Señor hoy te pedimos que nos aumentes
la fe, enséñanos a confiar y a creer más en tu poder. No permitas que
nuestros ojos se aparten de Ti, ayúdanos a correr la carrera que esperas de
nosotros y que lleguemos triunfantes con tu ayuda a la meta. Amén.
“La vida de fe es carrera que nos lanza hacia
adelante, y batalla para la que es necesario prepararse. ¿Qué estamos haciendo
para lograr la victoria?”
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