sábado, 1 de mayo de 2021

Domingo 30 de Mayo de 2021

 

Santísima Trinidad

 

“DIOS CON NOSOTROS EN EL PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO”

 

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. La revelación de Dios como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental  de todo el mensaje del Nuevo Testamento. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor, introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión divina de las Tres personas. Por eso se puede hablar de una preparación de la revelación de la Trinidad divina antes del cristianismo,  como lo atestiguan los libros del Antiguo Testamento.

La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, que por amor se entrega a la muerte; y la actualización permanente  es obra del don del Espíritu, que después de la resurrección es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de Vida Nueva.

 

 PRIMERA LECTURA

DEUTERONOMIO 4,32-34.39-40

 “El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro”

Moisés habló al pueblo, diciendo: "Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre. Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

 

El Deuteronomio nos invita a revisar nuestra historia personal y comunitaria para descubrir en ella la presencia siempre amorosa y salvadora de nuestro  Dios, que nos da su Palabra, su cercanía, su amor misericordioso, sus signos de poder, su liberación. Si comparamos nuestra experiencia de Dios con la de otros pueblos, nosotros nos gloriamos de tener un Dios- Comunidad, todo Amor por nosotros, todo misericordia, que nos comprende, nos busca, nos entiende y nos salva siempre, dándonos la alegría y la felicidad plenas. “Reconoce, pues, y medita en tu corazón, que el Señor es Único; no hay otro”, y trata de vivir y cumplir su Palabra de Vida.  

 

SALMO RESPONSORIAL 32:

R./Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad


La palabra del Señor es sincera,

 y todas sus acciones son leales;

él ama la justicia y el derecho,

 y su misericordia llena la tierra. R.


La palabra del Señor hizo el cielo;

 el aliento de su boca, sus ejércitos,

porque él lo dijo, y existió,

él lo mandó, y surgió. R.


Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,

en los que esperan en su misericordia,

para librar sus vidas de la muerte

y reanimarlos en tiempo de hambre. R.


Nosotros aguardamos al Señor:

él es nuestro auxilio y escudo;

que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti. R. 

OREMOS CON EL SALMO

 

Este Salmo es un canto de alabanza a Dios por su poder manifestado en la creación, en el gobierno de las naciones, en la ayuda concedida a su pueblo. El nuevo pueblo de Dios es más extenso que el solo Israel y tiene motivos más amplios aun para cantar su alabanza, con la humilde confianza de ser objeto del amor de Dios.    

 

 

SEGUNDA LECTURA

ROMANOS 8,14-17

“El espíritu de hijos adoptivos nos hace gritar: “¡Abba!”


 Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: "¡Abba!" (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

En esta segunda lectura Pablo a la comunidad que se reúne en Roma, los invita en medio de las persecuciones del imperio a ser sus testigos, dando testimonio del espíritu de hijos adoptivos que declaran en Jesús  Dios como Padre (“Abba”), en una relación y comunión de intimidad, confianza y servicio. Esta experiencia es producida en el creyente solo por la acción del Espíritu Santo. Por el dinamismo creador, renovador, vivificador del Espíritu, es que nos hacemos en Jesucristo herederos de las promesas de Dios, participando de esta manera de la experiencia pascual de Jesús.


LECTURA DEL EVANGELIO

MATEO 28,16-20

“Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”


 En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Si nuestra experiencia de Dios es seria y fuerte, si realmente nos edificamos en Él como hijos suyos amados, toda nuestra vida se hará testimonio y evangelio ante los demás, pues no nos cansaremos de cantar las bendiciones de Dios y de contar a los otros lo que Dios hace por nosotros, por eso el Evangelio de hoy nos lanza comprometidamente en una tarea de discipulado. Anunciar a otros lo que nuestro Dios es y hace y proponerles una experiencia como la nuestra, para que se sumerjan en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.  Esto es lo que significa originalmente el verbo “bautizar”. Que nosotros y nuestros hermanos con nosotros podamos sentirnos sumergidos en el  Amor de Dios Padre que nos llena,  en la salvación de Jesucristo que nos libera y en el poder y la fuerza del Espíritu

Santo que nos colma y nos alegra.

Y antes de terminar hablemos de la Santísima Trinidad  la fiesta que celebramos  hoy de  la cual nos habló  el Papa Juan Pablo II en una de sus homilías:

Dios  manifiesta  su presencia constante y amorosa en el entramado de la historia humana. En Jeremías el Señor exclama: "Yo soy para Israel un padre. ¿No es mi hijo predilecto, mi niño mimado? (Jr 31, 9. 20). La otra estupenda confesión de Dios la leemos en  Oseas 11, 1.3-4. 8: "Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. (...) Yo le enseñé a caminar, tomándolo por los brazos, pero no reconoció mis desvelos por curarlo. Los atraía con vínculos de bondad, con lazos de amor, y era para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer.

De los anteriores pasajes de la Biblia debemos sacar como conclusión que Dios Padre de ninguna manera es indiferente frente a nuestras vicisitudes. Más aún, llega incluso a enviar a su Hijo unigénito, precisamente en el centro de la historia, como lo atestigua el mismo Jesús en el diálogo nocturno con Nicodemo: "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3, 16-17). El Hijo se inserta dentro del tiempo y del espacio como el centro vivo y vivificante que da sentido definitivo a la historia de la humanidad. Especialmente hacia la cruz de Cristo, fuente de salvación y de vida eterna, converge toda la humanidad con sus alegrías y sus lágrimas, con su  historia de bien y mal: "Cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí"  (Jn 12, 32).

Para descubrir debajo del flujo de los acontecimientos esta presencia secreta y eficaz, para intuir el reino de Dios, que ya se encuentra entre nosotros ( Lc 17, 21), es necesario ir más allá, y aquí es donde entra en acción el Espíritu Santo. Aunque el Antiguo Testamento no presenta aún una revelación explícita, es él quien mueve a los jueces de Israel, a David, pero sobre todo es él quien se derrama sobre los profetas, los cuales tienen la misión de revelar la gloria divina velada en la historia, el designio del Señor encerrado en nuestras vicisitudes. El profeta Isaías presenta una página de gran eficacia, que recogerá Cristo en su discurso programático en la sinagoga de Nazaret ( Lc 4, 18-19).

El Espíritu de Dios no sólo revela el sentido de la historia, sino que también da fuerza para colaborar en el proyecto divino que se realiza en ella. A la luz del Padre, del Hijo y del Espíritu, la historia deja de ser una sucesión de acontecimientos que se disuelven, sino que se transforma en un terreno fecundado por la semilla de la eternidad, un camino que lleva a la meta sublime en la que "Dios será todo en todos" (1 Co 15, 28).

 ORACIÓN

Amado Dios te pedimos que con la luz de tu Espíritu Santo logremos comprender el significado de tu Ser Padre, Hijo y Espíritu Santo. Personas que como comunidad perfecta nos reflejan el verdadero sentido de los valores básicos para un sistema de vida en el mundo, basado en el amor y  la unidad, que producen otros tan importantes, como son la justicia, solidaridad, ternura, servicio, orden y todos aquellos que se deben dar entre las familias, comunidades y sociedad. Amén.

 

La trinidad es un solo Dios, que creó y llenó todas las cosas”

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