Santísima Trinidad
“DIOS CON NOSOTROS EN EL PADRE, HIJO Y ESPÍRITU
SANTO”
”
Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. La revelación de Dios
como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental de todo el
mensaje del Nuevo Testamento. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado
siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando
su amor, introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión
divina de las Tres personas. Por eso se puede hablar de una preparación de la
revelación de la Trinidad divina antes del cristianismo, como lo
atestiguan los libros del Antiguo Testamento.
La iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica se identifica con la obediencia de Jesús al Padre, que por amor se entrega a la muerte; y la actualización permanente es obra del don del Espíritu, que después de la resurrección es enviado por Jesús de parte del Padre y que habita en el creyente como principio de Vida Nueva.
DEUTERONOMIO 4,32-34.39-40
Moisés habló al pueblo, diciendo:
"Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el
día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo
al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay
algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando
desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse
una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra,
con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el
Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce,
pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en
el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y
mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos
después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da
para siempre. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El Deuteronomio nos invita a revisar nuestra historia personal y
comunitaria para descubrir en ella la presencia siempre amorosa y salvadora de
nuestro Dios, que nos da su Palabra, su cercanía, su amor misericordioso,
sus signos de poder, su liberación. Si comparamos nuestra experiencia de Dios
con la de otros pueblos, nosotros nos gloriamos de tener un Dios- Comunidad,
todo Amor por nosotros, todo misericordia, que nos comprende, nos busca, nos
entiende y nos salva siempre, dándonos la alegría y la felicidad plenas.
“Reconoce, pues, y medita en tu corazón, que el Señor es Único; no hay otro”, y
trata de vivir y cumplir su Palabra de Vida.
SALMO RESPONSORIAL 32:
R./Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
R.
La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus
ejércitos,
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este Salmo es un canto de
alabanza a Dios por su poder manifestado en la creación, en el gobierno de las
naciones, en la ayuda concedida a su pueblo. El nuevo pueblo de Dios es más
extenso que el solo Israel y tiene motivos más amplios aun para cantar su
alabanza, con la humilde confianza de ser objeto del amor de Dios.
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 8,14-17
“El espíritu de hijos adoptivos nos hace gritar: “¡Abba!”
REFLEXIÓN
En esta segunda lectura Pablo a la comunidad que se reúne en Roma, los invita en medio de las persecuciones del imperio a ser sus testigos, dando testimonio del espíritu de hijos adoptivos que declaran en Jesús Dios como Padre (“Abba”), en una relación y comunión de intimidad, confianza y servicio. Esta experiencia es producida en el creyente solo por la acción del Espíritu Santo. Por el dinamismo creador, renovador, vivificador del Espíritu, es que nos hacemos en Jesucristo herederos de las promesas de Dios, participando de esta manera de la experiencia pascual de Jesús.
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 28,16-20
“Bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
REFLEXIÓN
Si nuestra experiencia de Dios es seria y fuerte, si realmente nos
edificamos en Él como hijos suyos amados, toda nuestra vida se hará testimonio
y evangelio ante los demás, pues no nos cansaremos de cantar las bendiciones de
Dios y de contar a los otros lo que Dios hace por nosotros, por eso el
Evangelio de hoy nos lanza comprometidamente en una tarea de discipulado.
Anunciar a otros lo que nuestro Dios es y hace y proponerles una experiencia
como la nuestra, para que se sumerjan en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu
Santo. Esto es lo que significa originalmente el verbo “bautizar”. Que
nosotros y nuestros hermanos con nosotros podamos sentirnos sumergidos en el
Amor de Dios Padre que nos llena, en la salvación de Jesucristo que nos
libera y en el poder y la fuerza del Espíritu
Santo que nos colma y nos alegra.
Y antes de terminar hablemos de la Santísima Trinidad la fiesta que celebramos hoy de la cual nos habló el Papa Juan Pablo II en una de sus homilías:
Dios manifiesta su presencia constante y amorosa en el
entramado de la historia humana. En Jeremías el Señor exclama: "Yo soy
para Israel un padre. ¿No es mi hijo predilecto, mi niño mimado? (Jr 31, 9.
20). La otra estupenda confesión de Dios la leemos en Oseas 11, 1.3-4. 8: "Cuando Israel era
niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. (...) Yo le enseñé a caminar,
tomándolo por los brazos, pero no reconoció mis desvelos por curarlo. Los
atraía con vínculos de bondad, con lazos de amor, y era para ellos como quien
alza a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer.
De los anteriores pasajes de la Biblia debemos sacar como conclusión que
Dios Padre de ninguna manera es indiferente frente a nuestras vicisitudes. Más
aún, llega incluso a enviar a su Hijo unigénito, precisamente en el centro de
la historia, como lo atestigua el mismo Jesús en el diálogo nocturno con
Nicodemo: "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para
que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no
ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él" (Jn 3, 16-17). El Hijo se inserta dentro del tiempo y del
espacio como el centro vivo y vivificante que da sentido definitivo a la
historia de la humanidad. Especialmente hacia la cruz de Cristo, fuente de
salvación y de vida eterna, converge toda la humanidad con sus alegrías y sus
lágrimas, con su historia de bien y mal:
"Cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32).
Para descubrir debajo del flujo de los acontecimientos esta presencia
secreta y eficaz, para intuir el reino de Dios, que ya se encuentra entre
nosotros ( Lc 17, 21), es necesario ir más allá, y aquí es donde entra en
acción el Espíritu Santo. Aunque el Antiguo Testamento no presenta aún una
revelación explícita, es él quien mueve a los jueces de Israel, a David, pero
sobre todo es él quien se derrama sobre los profetas, los cuales tienen la
misión de revelar la gloria divina velada en la historia, el designio del Señor
encerrado en nuestras vicisitudes. El profeta Isaías presenta una página de
gran eficacia, que recogerá Cristo en su discurso programático en la sinagoga
de Nazaret ( Lc 4, 18-19).
El Espíritu de Dios no sólo revela el
sentido de la historia, sino que también da fuerza para colaborar en el
proyecto divino que se realiza en ella. A la luz del Padre, del Hijo y del
Espíritu, la historia deja de ser una sucesión de acontecimientos que se
disuelven, sino que se transforma en un terreno fecundado por la semilla de la
eternidad, un camino que lleva a la meta sublime en la que "Dios será todo
en todos" (1 Co 15, 28).
Amado Dios te pedimos que con la luz de tu Espíritu Santo logremos
comprender el significado de tu Ser Padre, Hijo y Espíritu Santo. Personas que
como comunidad perfecta nos reflejan el verdadero sentido de los valores
básicos para un sistema de vida en el mundo, basado en el amor y la unidad,
que producen otros tan importantes, como son la justicia, solidaridad, ternura,
servicio, orden y todos aquellos que se deben dar entre las familias,
comunidades y sociedad. Amén.
“La
trinidad es un solo Dios, que creó y llenó todas las cosas”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Mensaje o Intercesión por: