“ LAS PREGUNTAS DE LA EXISTENCIA”
PRIMERA
LECTURA
ECLESIASTÉS
1, 2-11
“Nada hay nuevo
bajo el sol”
¡Vanidad de
vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el
hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol? Una generación se va,
otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se
pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al
sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al
mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven
a caminar. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian
los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que
sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice:
"Mira, esto es nuevo", ya sucedió en otros tiempos mucho antes de
nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan:
no se acordarán de ellos sus sucesores. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La palabra de Dios confronta hoy, una de las más
fuertes tendencias del mundo moderno,
trabajar, trabajar y trabajar sin parar en busca de niveles más cómodos
de vida, a veces pisoteando la dignidad de muchos semejantes.
Esta primera lectura,
proviene de la tradición sapiensal del Antiguo Testamento y hace parte de una
serie de reflexiones en torno al sentido de la vida y de la historia del
trabajo, allí, el predicador, encargado de orientar moralmente al pueblo, le
pone en la encrucijada de optar por las comodidades logradas en el marco de lo
terrenal o prestar atención a lo realmente definitivo, que es la sintonía entre
la acción humana y orden de las cosas de Dios.
El texto nos
dice: "¿Qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos en la tierra?
Pasa una generación, viene otra, pero la tierra permanece siempre." Si uno
no percibe esa contingencia, esa especie de fragilidad y provisionalidad de
todas las cosas visibles y pasajeras, seguramente nunca buscará las duraderas y
eternas. Así pues, busquemos construir sobre la roca, mirar más allá, tener una nueva visión hacia
cosas más profundas que permanecen y que nos traerán más satisfacción, que le
dan sentido a nuestra vida, que enriquecen nuestra vida espiritual y dan un
fruto que permanece.
SALMO
RESPONSORIAL: 89
R. / Señor, tú
has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el
hombre a polvo,
diciendo:
"Retornad, hijos de Adán."
Mil años en tu
presencia
son un ayer, que
pasó;
una vela
nocturna. R.
Los siembras año
por año,
como hierba que
se renueva:
que florece y se
renueva por la mañana,
y por la tarde
la siegan y se seca. R.
Enséñanos a
calcular nuestros años,
para que
adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor,
¿hasta cuándo?
Ten compasión de
tus siervos. R.
Por la mañana
sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra
vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros
la bondad del Señor
y haga prósperas
las obras de nuestras manos. R.
OREMOS
CON EL SALMO
Frente al Dios
eterno y trascendente el hombre siente su pequeñez y su fragilidad, más cuando
está agobiado por la calamidad. Siempre, sin embargo, puede esperar su bondad.
La pequeñez humana ha sido transformada por la encarnación del Hijo de Dios,
quien asumió nuestra miseria para hacernos participar de la vida divina.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS
9, 7-9
“A Juan lo mandé
decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?”
En aquel tiempo,
el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque
unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros
que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía:
"A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes
cosas? Y tenía ganas de verlo. Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
Leíamos la afirmación salida de un corazón triste y
desanimado en la primera lectura: “Vanidad
de vanidades, todo es vanidad”, que es
bien contraria a la frase tan calurosa del salmo: “y toda nuestra vida será
alegría y júbilo”. La diferencia radica en la mirada, en el ojo, y en el oído.
El que mira con esperanza y fe encuentra vida y felicidad en todo y en los
otros; el que mira con “ojos cansados y con oídos hartos”, no encuentra más que
vaciedad y desesperanza. Lo mismo le pasa a Herodes; quiere mirar a Jesús, con
curiosidad simple, sin fe, sin disposición para recibir lo que Él tiene que
ofrecer, no como experiencia de conversión. Cuando conocemos y miramos a Jesús
se transforma nuestro oído y nuestra mirada: nos abre a los otros, a la
naturaleza, al mundo con ojos de esperanza e ilusión, nos provoca el deseo de
comunicar vida. ¿Cuáles son las actitudes más comunes entre nosotros? ¿la
desesperanza o la alegría contagiosa del reino?, ¿la solidaridad y deseo de
compartir o la de encerrarnos en muros fronterizos que dividen?
ORACIÓN
Bendito Dios, a veces, ante tantas situaciones
de la vida nos sentimos tan mal, tan decepcionados, que nuestra manera de
hablar solo expresa descontento, temor, rutina, frustración y pérdida.
Perdónanos porque a veces es más fácil expresar vacío y ausencia de ti que de
tu presencia palpable y redentora, pero gracias porque a pesar de todo esto tu nos levantas en victoria, nos transformas, le das un nuevo sentido a nuestra
vida. Amén
“La decepción puede ser el
principio de una búsqueda renovada de sentido, en ruta hacia el Único que puede
dar significado y fruto a nuestra vida”
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