martes, 1 de septiembre de 2020

Jueves 24 de Septiembre de 2020

“ LAS PREGUNTAS DE LA EXISTENCIA”

PRIMERA LECTURA
ECLESIASTÉS 1, 2-11

“Nada hay nuevo bajo el sol”

¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: "Mira, esto es nuevo", ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores. Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

La palabra de Dios confronta hoy, una de las más fuertes tendencias del mundo moderno,  trabajar, trabajar y trabajar sin parar en busca de niveles más cómodos de vida, a veces pisoteando la dignidad de muchos semejantes.
Esta primera lectura, proviene de la tradición sapiensal del Antiguo Testamento y hace parte de una serie de reflexiones en torno al sentido de la vida y de la historia del trabajo, allí, el predicador, encargado de orientar moralmente al pueblo, le pone en la encrucijada de optar por las comodidades logradas en el marco de lo terrenal o prestar atención a lo realmente definitivo, que es la sintonía entre la acción humana y orden de las cosas de Dios.
El texto nos dice: "¿Qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos en la tierra? Pasa una generación, viene otra, pero la tierra permanece siempre." Si uno no percibe esa contingencia, esa especie de fragilidad y provisionalidad de todas las cosas visibles y pasajeras, seguramente nunca buscará las duraderas y eternas. Así pues, busquemos construir sobre la roca,  mirar más allá, tener una nueva visión hacia cosas más profundas que permanecen y que nos traerán más satisfacción, que le dan sentido a nuestra vida, que enriquecen nuestra vida espiritual y dan un fruto que permanece.

SALMO RESPONSORIAL: 89
R. / Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: "Retornad, hijos de Adán."
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.

OREMOS CON EL SALMO
Frente al Dios eterno y trascendente el hombre siente su pequeñez y su fragilidad, más cuando está agobiado por la calamidad. Siempre, sin embargo, puede esperar su bondad. La pequeñez humana ha sido transformada por la encarnación del Hijo de Dios, quien asumió nuestra miseria para hacernos participar de la vida divina.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 9, 7-9

“A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?”

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: "A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas? Y tenía ganas de verlo.  Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Leíamos la afirmación salida de un corazón triste y desanimado  en la primera lectura: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, que  es bien contraria a la frase tan calurosa del salmo: “y toda nuestra vida será alegría y júbilo”. La diferencia radica en la mirada, en el ojo, y en el oído. El que mira con esperanza y fe encuentra vida y felicidad en todo y en los otros; el que mira con “ojos cansados y con oídos hartos”, no encuentra más que vaciedad y desesperanza. Lo mismo le pasa a Herodes; quiere mirar a Jesús, con curiosidad simple, sin fe, sin disposición para recibir lo que Él tiene que ofrecer, no como experiencia de conversión. Cuando conocemos y miramos a Jesús se transforma nuestro oído y nuestra mirada: nos abre a los otros, a la naturaleza, al mundo con ojos de esperanza e ilusión, nos provoca el deseo de comunicar vida. ¿Cuáles son las actitudes más comunes entre nosotros? ¿la desesperanza o la alegría contagiosa del reino?, ¿la solidaridad y deseo de compartir o la de encerrarnos en muros fronterizos que dividen?

ORACIÓN
Bendito Dios, a veces, ante tantas situaciones de la vida nos sentimos tan mal, tan decepcionados, que nuestra manera de hablar solo expresa descontento, temor, rutina, frustración y pérdida. Perdónanos porque a veces es más fácil expresar vacío y ausencia de ti que de tu presencia palpable y redentora, pero  gracias porque a pesar de  todo esto tu nos levantas en victoria, nos  transformas, le das un nuevo sentido a nuestra vida. Amén   


 “La decepción puede ser el principio de una búsqueda renovada de sentido, en ruta hacia el Único que puede dar significado y fruto a nuestra vida”

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