lunes, 1 de junio de 2020

Domingo 28 de Junio de 2020


“HOSPITALIDAD POR FE O TAMBIÉN POR CARIDAD”

PRIMERA LECTURA
2REYES 4, 8-11. 14-16ª

“Ese hombre de Dios es un santo, se quedará aquí”

Un día pasaba Eliseo por Sunam y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y, siempre que pasaba por allí, iba a comer a su casa. Ella dijo a su marido: "Me consta que ese hombre de Dios es un santo; con frecuencia pasa por nuestra casa. Vamos a prepararle una habitación pequeña, cerrada, en el piso superior; le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil, y así, cuando venga a visitarnos, se quedará aquí."
Un día llegó allí, entró en la habitación y se acostó. Dijo a su criado Guejazi: "¿Qué podríamos hacer por ella?" Guejazi comentó: "Qué sé yo. No tiene hijos, y su marido es viejo." Eliseo dijo: "Llámala." La llamó. Ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: "El año que viene, por estas fechas, abrazarás a un hijo." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En la cultura del Antiguo Testamento, y en general, en todo el mundo antiguo, se consideraba que la hospitalidad era un deber sagrado. De un modo un poco abstracto y sin contexto queda esto en el enunciado de una de las obras de misericordia: "dar posada al peregrino." En aquel mundo antiguo era deber acoger porque el que no es acogido queda condenado a muerte. La hostilidad del desierto no perdonaría a un peregrino rechazado. No recibirlo, pues, sería  matarlo. A veces nos preguntamos cómo se puede practicar hoy esta hospitalidad, cuando las condiciones de muchos de los mendigos actuales es diferente de la de sus antecesores en tiempos bíblicos o en culturas distintas. Otras cosas que pueden hacerse hoy es como lo hacen países como Irlanda que tienen albergues para mendigos y hay voluntarios que donan de su tiempo para ayudar a los que no tienen un techo, por ejemplo, sirviéndoles los alimentoso o continuar proyectos como en algunos lugares de Colombia donde  han surgido iniciativas de dar algo de alimento a los habitantes de las calles.
Por otra parte tanto la primera lectura como el evangelio hacen énfasis en un punto adicional. No se habla sólo de hospitalidad sino de recibir "a un hombre de Dios," o recibir "a un profeta porque es profeta," según las palabras de Cristo en el evangelio. Esa expresión que usa Jesús es particularmente significativa. Recibir al profeta "porque es profeta" es aceptar su profecía, es decir, es acoger al Dios que habla a través de un instrumento que en sí mismo es imperfecto. La hospitalidad aquí ya no es sólo caridad sino sobre todo fe: una fe que hace que, al recibir al mensajero de Dios, sea Dios mismo quien nos reciba.
SALMO RESPONSORIAL: 88
R./ Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad." R.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
camina, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R.

OREMOS CON EL SALMO
Este salmo es una lamentación con ocasión de la derrota sufrida por la nación y por la humillación del Rey, que parecen contradecir las promesas hechas a David y sus descendientes. Como parte de la historia de salvación los acontecimientos del pueblo de Israel, hacen parte de nuestra propia historia y nos ayudan a comprender mejor los caminos de Dios.   
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 6,3-4.8-11

“Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que andemos en una vida nueva”
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
San Pablo nos dice en esta Segunda lectura como el Bautismo nos une a la muerte y resurrección de Cristo en el sentido de que nos adherimos al Padre y no ya a nosotros mismos. Y también en el sentido de que es el Bautismo el rito mediante el cual expresamos nuestro deseo de realizarnos viviendo el presente y teniendo una visión esperanzadora del futuro, siempre realizándolo en la comunión con Dios. Recordemos que un gran precursor o anunciador fue Juan el Bautista, cuyo apellido textualmente significa eso, Bautismo. Pero ahora ¿qué significa para nosotros Bautismo?, significa sumergirse y adentrarse profundamente en la vida de Dios, no quedarse en la superficie ni en las orillas. Propiamente el Bautismo cristiano es la iniciación, aceptación y compromiso con la persona de Jesucristo; el compromiso en la Biblia se entiende como una aceptación total e integral con la persona, con lo que piensa, dice y hace, es decir un todo. Decir que soy cristiano por la experiencia del bautismo sería conocer, aceptar y comprometerme con la obra y vida del maestro (su pensamiento y propuesta humana, social, económica, política y religiosa), si no es así simplemente este sacramento seguirá siendo para muchos en la iglesia como un simple ritual vacio que no dice nada ni transforma la vida. Por otro lado nuestro Bautismo según Pablo se asemeja además a la muerte de Cristo, nos coloca en la misma situación de Él es decir un día todos los bautizados como Él tenemos que enfrentar el reto de la muerte física, pero gracias al bautismo de Cristo tenemos no solamente la posibilidad sino la esperanza de resucitar como Él  y salir victoriosos de ese trance que es la muerte.        
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 10,37-42

“El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Las exigencias de la cruz cambian para cada generación de creyentes. En la época de Jesús existía la amenaza inminente de la muerte  bien fuera por la cruz o  la espada.  Los cristianos eran vistos como una amenaza para el imperio y, con frecuencia, se les acusaba falsamente y se les martirizo de muchas maneras. Todos estos intentos de bloquear, anular o eliminar la novedad del evangelio fueron vanos porque la fuerza del cristianismo radica en la cruz de Cristo.
Los cristianos de los primeros siglos no anunciaban religiones de salvación, ni sanaciones individuales ni ritos de purificación, anuncian la universalización de la obra salvadora y denunciaron  la injusticia. Anunciar a un Mesías crucificado era, y es, ir en contra de todos los parámetros sociales, de las buenas costumbres e, incluso, de los preceptos de la religión. El anuncio de un Mesías Crucificado era, en realidad, una denuncia vehemente de un sistema de creencias, valores e instituciones que habían hecho de la violencia, la mentira y la opresión los valores indiscutibles de la organización social. ¿Cómo iban a ver con buenos ojos las autoridades de Jerusalén y del imperio y el pueblo alienado que un individuo apoyado por un pequeño grupo de hombres y mujeres cuestionara directamente sus valores y anunciara que otra sociedad era posible? Imposible para la gente, pero no para Dios.
Las comunidades cristianas desde el inicio tuvieron conciencia de la magnitud de la tarea a la que se enfrentaban. La experiencia del resucitado les llevó rápidamente a descubrir que debían superar los  límites de las comunidades palestinas y lanzarse a la misión universal; debían dar prioridad a la construcción de las comunidades y dejar a un lado la tentación de construirse edificios; debían enfocarse sobre los grupos  de excluidos y marginados y dejar de lado los centros de poder; debían asimismo retomar las opciones fundamentales de Jesús y hacerlas vida en todos los rincones del imperio. Por eso, las exigencias para seguir a Jesús se fueron formulando con una claridad y precisión asombrosas en cada comunidad.
Por tanto, no debe sorprendernos que Mateo nos diga con tanta ‘dureza’ las exigencias del seguimiento de Jesús. Sus palabras hieren, pero tienen una virtud medicinal: nos liberan de nuestros propios prejuicios y apegos. Nos dice que  el cristiano que no sea capaz de trascender los estrechos límites de la familia, de la raza o de la nación, no está habilitado para experimentar y dar el amor solidario que propone el evangelio. Y por esa misma razón, el amor a Jesús no se reduce a la pura dimensión íntima, individual y privada. Amar a Jesús es amar lo que él amó, su proyecto, su ideal, su Utopía, el «Reinado de Dios», como él acostumbró a llamarla, con las palabras tradicionales de los profetas. Amar a Jesús es amar a las personas que él amó: pobres, marginados, excluidos, enfermos, abatidos, endemoniados, extranjeros. El amor de Jesús era tan grande que llegó a amar incluso a aquellos que se declararon sus enemigos. Un amor que hoy nos puede parecer desorbitado, desnaturalizado, extremo, pero que para nuestra dicha y quebranto es el amor con el que Dios nos ama. Un amor sin el cual no podemos llamarnos discípulos de Jesús.

ORACIÓN
Señor tu nos enseñas a ser misericordiosos con quienes carecen de ti y entran en una vida de mendicidad o son resultado de la injusticia del mundo, pero también, que acoger a un hijo e hija tuya que se degasta por servirte, es una gran bendición para la evangelización y para nuestra vida. Por favor, haznos instrumentos para bendecir al que va de camino en su servicio a Ti, como también al que no tiene y al más vulnerable. Amén 

“Albergar a un mensajero de Dios, nos hace instrumentos para una bendición mutua”

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