“¿NOS CREEMOS LOS
DUEÑOS?”
PRIMERA
LECTURA
2PEDRO
1,1-7
“Nos
ha dado los inapreciables bienes prometidos, con los cuales podéis participar
del mismo ser de Dios”
Simón Pedro,
siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y
Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como a
nosotros. Crezca vuestra gracia y paz por el conocimiento de Dios y de Jesús,
nuestro Señor. Su divino poder nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y
a la piedad, dándonos a conocer al que nos ha llamado con su propia gloria y
potencia. Con eso nos ha dado los inapreciables y extraordinarios bienes
prometidos, con los cuales podéis escapar de la corrupción que reina en el
mundo por la ambición, y participar del mismo ser de Dios. En vista de eso,
poned todo empeño en añadir a vuestra fe la honradez, a la honradez el
criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la
constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el
amor.
Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
Esta lectura, es ante todo una invitación a crecer. Notemos, ante todo, que el mundo en que
vivimos se mueve vertiginosamente, el motor de toda esa actividad frenética es
casi siempre en parte la codicia, en sus diversas formas: afán de dinero, de
poder, de prestigio o placer. Detrás de ese afán, un amor desenfrenado a los
bienes de esta tierra, un amor desordenado e impetuoso que pasa por encima del hermano pequeño o
débil.
Por ese amor, la gente se
dedica a prepararse cada vez mejor, para ser más competitivo, para entrar con
mejores garantías al "mercado." Se
acumulan postgrados, empresas que inviertan inmensas sumas en
investigación y desarrollo. ¡Quieren crecer! ¡No quieren quedarse atrás!
Frente a toda esa actividad nuestra pregunta es, y qué pasa con nuestra vida de fe. Preguntémonos con sinceridad:
¿hay en nosotros un apetito y amor siquiera comparable por la Palabra de Dios? El apóstol san Pedro
no dice hoy: "poned todo empeño en añadir a vuestra fe la honradez, a la
honradez el criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la
constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al
cariño fraterno el amor." ¡Es toda una escalera, y la meta es el verdadero
amor!
Hoy somos invitados a crecer; a subir esa escalera; a competir en el
"mercado" pero no para ganar “monedas”, “cosas superfluas que pasan”,
que tendremos que dejar cuando nos vayamos de esta tierra, sino para acumular
los verdaderos tesoros que nunca se oxidan, que jamás mueren, que de verdad
tienen sentido y nos llevan a la vida eterna.
Salmo responsorial: 90
R. /
Dios mío, confío en ti.
Tú que habitas al amparo del
Altísimo,
que vives a la sombra del
Omnipotente,
di al Señor: "Refugio mío,
alcázar mío,
Dios mío, confío en ti."
R.
"Se puso junto a mí: lo
libraré;
lo protegeré porque conoce mi
nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la
tribulación." R.
"Lo defenderé, lo
glorificaré,
lo saciaré de largos días
y le haré ver mi
salvación." R.
OREMOS
CON EL SALMO
Este salmo es una exhortación a
tener confianza absoluta en la protección de Dios, en medio de toda clase de
peligros y dificultades. La enseñanza de Jesús, quien nos invita a llamar a
Dios “Padre nuestro”, hace aún más íntimo el sentimiento de confianza
filial.
LECTURA
DEL EVANGELIO
MARCOS
12,1-12
“Agarraron
al hijo querido, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña”
En
aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los
escribas y a los ancianos: "Un hombre plantó una viña, la rodeó con una
cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos
labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores,
para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y
lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo
insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los
apalearon o los mataron. Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último,
pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron:
"Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia."
Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño
de la viña? Acabará con los ladrones y arrendará la viña a otros. ¿No habéis
leído aquel texto: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la
piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?
Intentaron
echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la
gente, y, dejándolo allí, se marcharon. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Marcos deja claro que esta
parábola está dirigida a los líderes políticos y religiosos de Israel:
sacerdotes, escribas y ancianos. Jesús los llama directamente “asesinos”. Dios
les había confiado el cuidado del pueblo, la viña, y ellos se adueñaron del él
transformándolo en su propiedad privada, lugar de su injusto enriquecimiento, un
escalón donde pisar para trepar en el poder. En lugar de justicia dieron frutos
de hambre, insolidaridad, desigualdad. Dios les envió a los profetas pero ellos
los mataron y se endurecieron en su corrupción. Ahora Dios ha enviado a su
Hijo, lo matarán también. Por eso Dios dará el Reino a otros pueblos y a Jesús
lo hará fundamento de un pueblo nuevo, llamado a la justicia. Jesús denuncia a
los líderes de ayer y de hoy, a quienes Dios les ha confiado el servicio de la
gente y ellos se aprovechan del pueblo en su propio beneficio. Cuantos en la
sociedad, en la familia, en el ámbito del trabajo o en la iglesia tienen
funciones de liderazgo deberán mirarse en este espejo y preguntarse cómo están
cumpliendo sus responsabilidades.
ORACIÓN
Señor
Jesús tu eres nuestro refugio, nos cubres bajo tus alas y bajo ellas estamos
protegidos(as), gracias por ser luz para nuestras vidas, te pedimos que en la
misión y en el lugar que nos pongas, como líderes, como servidores, como
discípulos tuyos mantengamos los valores del reino, dando frutos abundantes,
que no nos desviemos del camino y siempre sigamos y cumplamos tu voluntad. Amén
“Al
dueño de la viña hay que entregar los frutos de la fe: Buena conducta,
inteligencia, dominio propio perseverancia, amor fraterno, caridad…”
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