martes, 1 de mayo de 2018

“CONVERSIÓN INTEGRAL”


Continuando nuestro camino del primer anuncio que como seguidores y seguidoras de Jesús queremos vivir, para este mes reflexionaremos en la Comunidades de Formación Integral, el tercer paso que es la Conversión.

Convertirse es dar media vuelta y regresar a Dios, es reconocer mi gran necesidad de Él, es arrepentirse y reconciliarse restableciendo las relaciones con Dios, consigo mismo, con el prójimo y con la naturaleza. Es dejarse sanar y liberar por Dios en todos los aspectos de la vida. Es la exigencia inicial para entrar al Reino; cambio interior primero que es hecho por Dios y en referencia a Él, para luego llegar al cambio exterior en la vida, las aptitudes y obras, con proyección y compromiso hacia los demás.
“Conviértanse porque el Reino de los cielos está cerca (Mat. 4,17). “Llegó el tiempo oportuno y esperado: El reino de Dios ya está aquí, conviértanse y crean en la Buena Nueva (Marc. 1,15)

LOS DOS MOMENTOS DE LA CONVERSIÓN:


1.      Cuando tomo, en un momento puntual y único, la firme decisión de volverme o regresarme YA y aceptar al Señor. Se hace una sola vez.

2.      La transformación o cambio interior (mente, voluntad y emociones), se vive de manera procesual y se hace desde dentro hacia afuera, es decir del interior del ser hacia toda actividad externa en que la persona está comprometida en su vida y en su entorno. Es así como se va cambiando cada vez, de lo personal a lo social y de su interacción con todo lo que le rodea, a la relación explicita con Dios, para irse construyendo como mejor ser humano.

Lo anterior permite que surja el propósito y la convicción de tener un mundo nuevo, con renovadas estructuras, más justas, con personas que generan estructuras más humanas y menos opresivas y egoístas. Si, así se va formando un mundo nuevo y una nueva cultura, la del amor, en todas las áreas de la vida personal, familiar, social, política y ambiental, como consecuencia del cambio interior.

Hay que tener en cuenta que es más importante hacia donde se va y lo que uno adquiere, que de dónde se sale o lo que deja, para una posibilidad mejor y es lo mismo que sucede cuando queremos volvernos a Dios, buscar su rostro y volver a la casa paterna. Es salir de las tinieblas a la luz, de los ídolos muertos al Dios vivo, de la perdición a la salvación, de la muerte a la vida, es volver a tener comunión con el que me creo y me envió a la tierra para cuidarla y reflejar el amor en la dignidad humana; nos envió para ser felices, haciéndonos fuertes en nuestra debilidad.  “Por el encuentro con Jesús, mi Señor, y la participación en su muerte y resurrección, todo lo dejé, y me parece basura (estiércol) (Filip. 3,8-10)






LOS PASOS DE LA CONVERSION

Ø  Reconocimiento del pecado: La conversión es obra del Espíritu Santo, sólo El con su luz puede darnos conciencia de los errores y del daño que hemos cometido por estar apartado(a) del Dios de la vida y el amor. Hay que hacer un reconocimiento específico de situaciones y de actos concretos de pecado, y aceptando, convencido(a), que se está fuera del camino o en dirección contraria, necesitando rectificación.
Seamos conscientes que, en la época actual, aun con tristeza se presenta en los espacios de iglesia, se ha perdido el sentido de pecado; para muchos el PECADO NO EXISTE, simplemente son pequeños errores, caídas o debilidades o problemas psicológicos.  Por eso al tomar la decisión de volver a Dios debemos pedir que su Espíritu nos ayude a mirarnos por dentro y a tener conciencia de lo que hemos cometido y de querer el perdón, la reconciliación y la restitución. Asi se vienen dando los siguientes pasos.

Ø  Arrepentimiento: Pero, aunque la conversión es obra de Dios, el pecador libremente responde: “Me levantaré e iré a mi Padre” (Luc. 15,18). El arrepentimiento o contrición es un dolor de corazón por el pecado cometido, es un retorno al hogar, es un reencuentro con el Padre. Es sentir dolor y tristeza de haber lastimado y ofendido a lo creado por el Dios de amor y por haberlo ofendido a él mismo haciendo el mal a los demás y saliéndonos de sus bondadosos propósitos. Es una tristeza no como la del mundo que produce muerte, sino una tristeza como la ve Dios, para la conversión.  (2 Corin. 7,10)

Ø  Confesión de pecado: Necesitamos reconocer y confesar explícitamente ante Dios nuestras acciones equivocadas y dañinas (Esdras9,6-15; Daniel 9,14-18; Baruc 1,15-19). “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados, y nos purificará de toda iniquidad” (Juan 1,9). La confesión de pecado trae consigo la paz y la sanación interior: “Hasta que no te confesé mi pecado, mis huesos se consumían gimiendo todo el día” (Sal. 32,3-5)

Ø  Renuncia: Es apartarse de todo lo que nos lleve al pecado, es salir y evitar todo espacio, intención, persona, situación o cosa que nos haga a caer o volver a caer. Es renunciar a todo egoísmo, orgullo, soberbia, resentimientos, odios, rencores, ira, sectarismos, divisiones, mentiras, murmuraciones, calumnias, blasfemias, robo, injusticias, violencia, agresiones y muerte. También es renunciar a toda solución engañosa y falsa como satanismo, ocultismo, esoterismo, magia, brujería, hechicería, espiritismo, invocación a los muertos, adivinación, superstición amuletos y talismanes, pues todo esto nos aparta de Dios, (Deuter. 18,9-12). Al igual, nos aparta de Dios el fomento de poderes mentales, y facultades extrasensoriales, control mental, meditación trascendental y orientalismos no cristianos, mesianismos engañosos, racionalismos sin fe y humanismos sin Dios, entre otros.

Ø  Reparación y reconciliación: el arrepentimiento para restaurar la unión de amor con Dios y con lo que nos rodea, exige resarcir los daños causados y reconciliarse con el hermano. De nada sirve arrepentirse si no enmendamos la falta, el error y el daño causado o la situación que esta fuera de lo que Dios creó y estableció para nuestra vida en la tierra. Esto implica hacer una introspección interior un propósito y acción de reparar y/o devolver lo que corresponda. Se debe iniciar por expresar el perdón, reconocer el error o el daño causado y el deseo de reconciliación, continuando con la acción concreta para enmendar y reparar. “Arrepentirse y volverse hacia Dios, haciendo obras congruentes con la conversión”(Hech. 26,20; Luc. 3,10-14).

Un buen reconocimiento de pecado, arrepentimiento o buena confesión, implica una voluntad
eficaz de cambio y fidelidad a Dios que se note en nuestra vida concreta, es decir que de testimonio.


 Interrogantes para este mes respecto a la reflexión propuesta, para compartir en las pequeñas Comunidades de Formación Integral:

1.      ¿A partir de lo estudiado qué entendemos ahora por conversión?
2.      Según Mat. 4,17 y Marc. 1,15 ¿Cuál es la exigencia inicial para entrar al Reino de Dios?
3.      ¿Cuántos y cuáles momentos se dan en la conversión?
4.      ¿Cuáles son los pasos sucesivos de la conversión?
5.      ¿Allí desde tu intimidad con Dios, reflexiona cómo estas llevando tu propio proceso de conversión…? Y comparte lo que desees de esta experiencia, con tu comunidad.


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