“CONVERSIÓN INTEGRAL”
Continuando nuestro
camino del primer anuncio que como seguidores y seguidoras de Jesús queremos
vivir, para este mes reflexionaremos en la Comunidades de Formación Integral,
el tercer paso que es la Conversión.
Convertirse es dar
media vuelta y regresar a Dios, es reconocer mi gran necesidad de Él, es
arrepentirse y reconciliarse restableciendo las relaciones con Dios, consigo
mismo, con el prójimo y con la naturaleza. Es dejarse sanar y liberar por Dios
en todos los aspectos de la vida. Es la exigencia inicial para entrar al Reino;
cambio interior primero que es hecho por Dios y en referencia a Él, para luego
llegar al cambio exterior en la vida, las aptitudes y obras, con proyección y
compromiso hacia los demás.
“Conviértanse porque
el Reino de los cielos está cerca (Mat. 4,17). “Llegó el tiempo oportuno y
esperado: El reino de Dios ya está aquí, conviértanse y crean en la Buena Nueva
(Marc. 1,15)
LOS
DOS MOMENTOS DE LA CONVERSIÓN:
1.
Cuando
tomo, en un momento puntual y único, la firme decisión de volverme o regresarme YA y aceptar al Señor. Se hace una sola vez.
2.
La transformación o
cambio interior
(mente, voluntad y emociones), se vive de manera procesual y se hace desde
dentro hacia afuera, es decir del interior del ser hacia toda actividad externa
en que la persona está comprometida en su vida y en su entorno. Es así como se
va cambiando cada vez, de lo personal a lo social y de su interacción con todo
lo que le rodea, a la relación explicita con Dios, para irse construyendo como
mejor ser humano.
Lo anterior permite que
surja el propósito y la convicción de tener un mundo nuevo, con renovadas estructuras,
más justas, con personas que generan estructuras más humanas y menos opresivas
y egoístas. Si, así se va formando un mundo nuevo y una nueva cultura, la del
amor, en todas las áreas de la vida personal, familiar, social, política y
ambiental, como consecuencia del cambio interior.
Hay que tener en
cuenta que es más importante hacia donde se va y lo que uno adquiere, que de
dónde se sale o lo que deja, para una posibilidad mejor y es lo mismo que sucede
cuando queremos volvernos a Dios, buscar su rostro y volver a la casa paterna. Es
salir de las tinieblas a la luz, de los ídolos muertos al Dios vivo, de la
perdición a la salvación, de la muerte a la vida, es volver a tener comunión
con el que me creo y me envió a la tierra para cuidarla y reflejar el amor en
la dignidad humana; nos envió para ser felices, haciéndonos fuertes en nuestra debilidad. “Por el encuentro con Jesús, mi Señor, y la
participación en su muerte y resurrección, todo lo dejé, y me parece basura
(estiércol) (Filip. 3,8-10)
LOS
PASOS DE LA CONVERSION
Ø
Reconocimiento del
pecado: La
conversión es obra del Espíritu Santo, sólo El con su luz puede darnos
conciencia de los errores y del daño que hemos cometido por estar apartado(a)
del Dios de la vida y el amor. Hay que hacer un reconocimiento específico de
situaciones y de actos concretos de pecado, y aceptando, convencido(a), que se
está fuera del camino o en dirección contraria, necesitando rectificación.
Seamos conscientes que,
en la época actual, aun con tristeza se presenta en los espacios de iglesia, se
ha perdido el sentido de pecado; para muchos el PECADO NO EXISTE, simplemente
son pequeños errores, caídas o debilidades o problemas psicológicos. Por eso al tomar la decisión de volver a Dios
debemos pedir que su Espíritu nos ayude a mirarnos por dentro y a tener
conciencia de lo que hemos cometido y de querer el perdón, la reconciliación y
la restitución. Asi se vienen dando los siguientes pasos.
Ø
Arrepentimiento: Pero, aunque la
conversión es obra de Dios, el pecador libremente responde: “Me levantaré e iré
a mi Padre” (Luc. 15,18). El arrepentimiento o contrición es un dolor de
corazón por el pecado cometido, es un retorno al hogar, es un reencuentro con
el Padre. Es sentir dolor y tristeza de haber lastimado y ofendido a lo creado
por el Dios de amor y por haberlo ofendido a él mismo haciendo el mal a los
demás y saliéndonos de sus bondadosos propósitos. Es una tristeza no como la
del mundo que produce muerte, sino una tristeza como la ve Dios, para la
conversión. (2 Corin. 7,10)
Ø
Confesión de pecado: Necesitamos reconocer
y confesar explícitamente ante Dios nuestras acciones equivocadas y dañinas
(Esdras9,6-15; Daniel 9,14-18; Baruc 1,15-19). “Si confesamos nuestros pecados,
Él es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados, y nos purificará de toda
iniquidad” (Juan 1,9). La confesión de pecado trae consigo la paz y la sanación
interior: “Hasta que no te confesé mi pecado, mis huesos se consumían gimiendo
todo el día” (Sal. 32,3-5)
Ø Renuncia:
Es
apartarse de todo lo que nos lleve al pecado, es salir y evitar todo espacio,
intención, persona, situación o cosa que nos haga a caer o volver a caer. Es
renunciar a todo egoísmo, orgullo, soberbia, resentimientos, odios, rencores,
ira, sectarismos, divisiones, mentiras, murmuraciones, calumnias, blasfemias,
robo, injusticias, violencia, agresiones y muerte. También es renunciar a toda
solución engañosa y falsa como satanismo, ocultismo, esoterismo, magia,
brujería, hechicería, espiritismo, invocación a los muertos, adivinación,
superstición amuletos y talismanes, pues todo esto nos aparta de Dios, (Deuter.
18,9-12). Al igual, nos aparta de Dios el fomento de poderes mentales, y
facultades extrasensoriales, control mental, meditación trascendental y
orientalismos no cristianos, mesianismos engañosos, racionalismos sin fe y
humanismos sin Dios, entre otros.
Ø Reparación
y reconciliación:
el arrepentimiento para restaurar la unión de amor con Dios y con lo que nos
rodea, exige resarcir los daños causados y reconciliarse con el hermano. De
nada sirve arrepentirse si no enmendamos la falta, el error y el daño causado o
la situación que esta fuera de lo que Dios creó y estableció para nuestra vida
en la tierra. Esto implica hacer una introspección interior un propósito y
acción de reparar y/o devolver lo que corresponda. Se debe iniciar por expresar
el perdón, reconocer el error o el daño causado y el deseo de reconciliación,
continuando con la acción concreta para enmendar y reparar. “Arrepentirse y
volverse hacia Dios, haciendo obras congruentes con la conversión”(Hech. 26,20;
Luc. 3,10-14).
Un buen reconocimiento
de pecado, arrepentimiento o buena confesión, implica una voluntad
eficaz de cambio y fidelidad a
Dios que se note en nuestra vida concreta, es decir que de testimonio.
Interrogantes para este mes respecto a la
reflexión propuesta, para compartir en las pequeñas Comunidades de Formación
Integral:
1.
¿A
partir de lo estudiado qué entendemos ahora por conversión?
2.
Según
Mat. 4,17 y Marc. 1,15 ¿Cuál es la exigencia inicial para entrar al Reino de
Dios?
3.
¿Cuántos
y cuáles momentos se dan en la conversión?
4.
¿Cuáles
son los pasos sucesivos de la conversión?
5.
¿Allí
desde tu intimidad con Dios, reflexiona cómo estas llevando tu propio proceso
de conversión…? Y comparte lo que desees de esta experiencia, con tu comunidad.
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