Martirio de San Juan
Bautista
“LA FIDELIDAD DEL PROFETA HASTA
LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS”
PRIMERA
LECTURA
Jeremías 1, 17-19
“Diles
que yo te mando. No les tengas miedo”
En
aquellos días recibí esta palabra del Señor: “Cíñete los lomos, ponte en pie y
diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de
ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en
muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de
Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no
te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.” Oráculo del Señor. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Detengámonos
en algunas frases del profeta Jeremías y con ellas contemplemos la valentía de
Juan el Bautista. El Señor le dirige la palabra al joven Jeremías y le da
órdenes en forma de imperativo:
1.
Cíñete es decir prepárate para emprender algo nuevo, para empezar un camino.
2.
Prepárate, la misión que se le
encomienda a Jeremías requiere de su parte una fuerte dosis de preparación.
3.
Ponte en pie, pues se trata de enfrentar a un pueblo de corazón obstinado; y
ponerse de pie es un signo de autoridad y valentía; tendrá que denunciarle al
pueblo obstinado, que el proyecto que Dios les pide va más allá de los
sacrificios rituales.
4.
Diles lo que yo te mando, Jeremías no podrá hacer otra cosa que decir las
palabras del Señor, a veces le parecerán demasiado duras y se sentirá casi
incapaz de seguir anunciando el querer de Dios pero Dios estará con él y le
dará el coraje necesario para enfrentar al pueblo.
5.
No temas, no demuestres inseguridad delante de ellos para que yo no te
quebrante. Terrible orden del Señor. El profeta no podrá desistir, ni mostrar
miedo, su forma de hablar ha de ser la de uno que no tiene duda de la palabra
que anuncia, de la autoridad que le ha sido conferida por la vocación con la
que ha sido capacitado.
Salmo responsorial 70
R.
/ Mi boca contará tu auxilio
A
ti, Señor, me acojo:
no
quede yo derrotado para siempre;
Tú
que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina
a mí tu oído y sálvame. R.
Sé
tú mi roca de refugio,
el
alcázar donde me salve,
porque
mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios
mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque
tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y
mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En
el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en
el seno tú me sostenías. R.
Mi boca contará tu auxilio,
y
todo el día tu salvación.
Dios
mío, me instruiste desde mi juventud,
y
hasta hoy relato tus maravillas. R.
OREMOS
CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
Un
anciano gravemente enfermo acude al Señor para que no lo abandone en los
penosos días de su vejez (vs. 9, 18). En lugar de describir minuciosamente los
dolores que lo afligen, el salmista reitera sus expresiones de fidelidad y
confianza en Dios (vs. 3, 5-8, 19), y su promesa de proclamar los beneficios
recibidos, para ejemplo de los más jóvenes (v. 18). Este salmo corto era una
súplica de David para que Dios se apresurara a ayudarlo. Aún en este momento de
pánico, no se olvidó de la alabanza. La alabanza es importante porque nos ayuda
a recordar quién es Dios. A menudo nuestras oraciones están llenas de
peticiones para nosotros y otros, y nos olvidamos de agradecer a Dios todo lo
que ha hecho y adorarlo por lo que Él es. David alabó a Dios.
LECTURA
DEL EVANGELIO
Marcos 6,17-29
“Quiero
que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista”
En
aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la
cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías,
mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer
de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no
acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un
hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba
desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La
ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus
magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de
Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le
dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró:
"Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella
salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La madre le contestó:
"La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a toda
prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en una
bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero,
por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a
un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo
la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a
su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo
enterraron. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La
misión de Juan fue la de ser el precursor del evangelio de Jesús; nuestra
misión es la de ser continuadores de esa misma misión. Como Juan, nosotros
preparamos la irrupción del Mesías en la vida del pueblo; como Juan, nuestra
tarea principal se concentra en dar testimonio de la verdad que Dios revela en
Jesús de Nazaret; como Juan, ayudamos a otras personas a buscar y a seguir a
Jesús. La misión de Juan nos ayuda también a entender la misión de Jesús. La
misión de Juan fue la de preparar al pueblo de Israel y a sus gobernantes para
el juicio de Dios; la tarea de Jesús fue la de preparar un nuevo pueblo para la
llegada del Reino de Dios. El bautismo de Juan exigía un cambio de mentalidad
para superar el pecado; el bautismo de Jesús, además de la conversión, pide
asumir una nueva espiritualidad en la que el creyente se reconoce como hijo o
hija de Dios. Juan actúa en el desierto, en el lugar del nacimiento de Israel;
Jesús actúa en las ciudades y aldeas, allí donde el pueblo lucha diariamente
por su sustento. Al final, Juan y Jesús ofrecen sus vidas como testimonio de la
verdad que comunican.
ORACIÓN
Señor,
tu sabes que cuando hay radicalidad en el cumplimiento de tu Palabra que da
pautas para vivir en una sociedad organizada y bendecida, vienen los enemigos,
los que viven apartados de ti y atacan. Por favor, danos fortaleza, sabiduría,
seguridad y poder para enfrentar y no desfallecer, aunque nos cueste la vida,
pues es fácil decirlo, tal vez sentirlo, pero muy difícil ejecutarlo,
necesitamos del Espíritu Santo para que se haga realidad. Amén.
“El sueño del
discípulo(a) es que la Palabra sea cogida, conocida y asumida en la vida de los
destinatarios “
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Mensaje o Intercesión por: