domingo, 1 de noviembre de 2015

Domingo 01 de Noviembre de 2015

Todos los Santos

“AMAR Y PRACTICAR LA MISERICORDIA: ¡EL IDEAL DE LA VIDA CRISTIANA!”

Se  celebra hoy la Solemnidad de Todos los Santos. Qué bueno sería que los «santos» en ella celebrados no se redujeran sólo a los de “mundo católico”,  sino a «todos los santos del mundo»,  de un mundo verdaderamente «universal». Pocas fiestas como ésta requieren ser «universalizadas». Ésta es una fiesta «ecuménica»: agrupa a todos los santos.  Y podría decirse que es más que ecuménica, porque no contempla sólo a los santos cristianos, sino a «todos», los que  son y fueron santos a los ojos de Dios. Obviamente, que también incluye a los «santos no cristianos»... a los santos de otras religiones,  los «santos paganos», los santos anónimos, a los que el pasaje de Mt 25,31 pone en evidencia «cada vez que lo hicieron con alguno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron».
Una fiesta, pues, que podría hacernos reflexionar sobre dos aspectos: sobre la santidad misma  y sobre el «Dios de todos los santos». La amplitud del corazón y de la mente hacia la universalidad, a la acogida de todos sin etiquetas particulares. Dios no puede ser sólo nuestro Dios, el nuestro, el que piensa como nosotros e intervendría en la historia siempre según nuestras categorías y de acuerdo con nuestros intereses... Dios, si es verdaderamente Dios, ha de ser el Dios de todos los santos, el Dios de todos los nombres, el Dios de todas las utopías, el Dios de todas las religiones.  Dios es «católico» pero en el sentido original de la palabra (universal).  Está más allá de toda religión concreta. Está «con todo el que ama y practica la justicia, sea de la religión que sea», como dijo Pedro en casa de Cornelio (Hch 10).
Celebramos hoy nuestros santos, la madre Laura,  Madre Teresa de Calcuta, y tantos y tantos santos canonizados, pero no dejemos de nombrar  y celebrar hoy a Gandhi, que tiene que ir de la mano con Francisco de Asís; a Martin Luther King acompañado por Mons. Oscar Arnulfo Romero –a  la mística santa Teresa,  y a todos (as)  nuestras madres y padres,  madres cabezas de hogar , sacerdotes,  campesinos,  trabajadores, líderes comunitarios,  etc,  que día a día construyen tu  Reino y luchan por la justicia, solidaridad e igualdad social.

PRIMERA LECTURA
APOCALIPSIS 7,2-4.9-14

“Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua”
Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: "No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios." Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel.
Después esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: "¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!" Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: "Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén."
Y uno de los ancianos me dijo: "Ésos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?" Yo le respondí: "Señor mío, tú lo sabrás." Él me respondió: "Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero."  Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
 Al comenzar este mes, la Iglesia nos invita a celebrar con gozo la solemnidad de Todos los Santos. Hoy, la Palabra de Dios orienta nuestra mirada hacia la meta. Esta lectura nos presenta un panorama espectacular y hermoso: la visión de una inmensa multitud que goza victoriosa y alaba a Dios en el cielo. Es la Iglesia de los Santos, de aquellos que siguieron fielmente a Jesús y ahora gozan de plena alegría en la eternidad de Dios. No son sólo los 144.000, como dicen algunos que leen literalmente la palabra, sino “una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua”.
La muchedumbre de la tierra se une a la muchedumbre del cielo. Pensábamos que luchábamos solos, que sufríamos solos, que no teníamos más compañía que nuestras propias ideas y recursos. De repente, el velo se corre y vemos que estamos y que siempre estuvimos acompañados. Millares de ángeles se gozan en el mismo Dios nuestro, y nuestro gozo es su mismo gozo.
SALMO RESPONSORIAL: 23
R. / Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón, / que no confía en los ídolos. R.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
Este Salmo consta de tres partes, aparentemente inconexas. La primera es un breve himno al Creador (vs. 1-2). La segunda, de tono sapiencial, enumera las condiciones morales que debe reunir el que se acerca al recinto sagrado (vs. 3-6). En la parte final (vs. 7-10), resuena un diálogo de dos coros frente a las puertas del Santuario. La vinculación de estas tres partes aparece de inmediato, si se tiene en cuenta la acción litúrgica que servía de marco al Salmo. La comunidad cultual, reunida procesionalmente a la entrada del Templo, se disponía a ingresar en él con el Arca de la Alianza, trono del “Rey de la gloria”. En ese momento, se dirigía a los fieles una instrucción, que venía inmediatamente después del himno inicial. El vibrante diálogo de los dos coros confería particular solemnidad a la acción litúrgica.

SEGUNDA LECTURA
1JUAN 3,1-3

“Veremos a Dios tal cual es”
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es puro. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
El secreto de la santidad no está en el esfuerzo humano sino en la iniciativa gratuita de amor con que Dios nos llama a ser sus hijos. En otras palabras, Dios nos quiere tanto, que desea que seamos como Él. “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”. Dios se inserta en nuestra historia imprimiéndole a nuestro ser su misma santidad y haciendo así de nuestra vida una bendición para el mundo.

Esta segunda lectura también  nos sugiere una invitación universal  (católica) a concebir o ver la vida de los santos, es decir una espiritualidad libre e independiente de cualquier sistema filosófico y político, y doctrina religiosa de toda nación, raza, pueblo o lengua. Afirma el apóstol Juan, que “Ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos”, esto implica una vida dinámica, en camino permanente hacia la plena comunión con Dios, no obstante, nuestras limitaciones y debilidades; desde la experiencia del amor de Dios todos nos abrigamos con el ropaje de la santidad.    


LECTURA DE EVANGELIO
MATEO 5,1-12A

“Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo." Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
Aparece Jesús seguido por multitudes judías y paganas; su actividad trasciende las fronteras de su pueblo. Sube al monte y se dispone a enseñar. El lugar nos refiere a Moisés, y la actividad a Dios mismo. Se sienta como un maestro y comienza a enseñar a sus discípulos.
Jesús va a hablar del Reino en muchas oportunidades, pero siempre de manera misteriosa, en parábolas. Aquí nos regala toda una propuesta para comenzar a vivir el proyecto del Padre, en el aquí y ahora de la historia, sabiendo que su consumación plena será al final de los tiempos. La misma lógica del reinado de Dios, que no encaja en la lógica del sistema imperante, no se entiende sino en la paradoja misma: “Felices los afligidos”, “felices los desposeídos”. La lógica de Jesús es ilógica para aquellos que no piensan y sienten desde el corazón de Dios. La herencia de la tierra es el Reino mismo que ya viven los que todo lo esperan en Dios, los que no acumulan, sino que comparten lo propio. En ellos ya está Dios reinando.  El programa de Jesús nos invita también a no descansar en la búsqueda de la paz, que proviene de la justicia, y a asumir el riesgo profético que lleva consigo el oponer una alternativa de inclusión, solidaridad e igualdad al sistema de opresión e injusticia. La persecución y la injuria serán elementos para discernir si nuestras opciones son las de Jesús y el Reino u otras.
Esta invitación es a vivir la verdadera santidad a la que nos llama la liturgia del día de hoy. Ser santos en el día a día para hacer realidad el Reino que Jesús nos mostró con palabras y hechos.

ORACIÓN
Señor quienes han logrado vivir según tu proyecto de amor, nos dan testimonio del gozo  y felicidad plena de una vida bienaventurada que se ha centrado en el servicio a quienes más lo necesitan. Por eso te pedimos que mientras permanezcamos en esta tierra logremos, vivir, actuar, evangelizar y dejarnos guiar por esa experiencia  liberadora, para ser testigos alegres que proclaman tu Evangelio. Amén

“Santidad no es: cerrar los ojos, poner caras y caminar agachados, sino vivir con amor y ofrecer el testimonio cristiano en las ocupaciones de todos los días” 


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