lunes, 1 de noviembre de 2021

Sábado 20 de Noviembre de 2021

 

“DIOS ESTA SIEMPRE A FAVOR DE LA VIDA”

 

 

PRIMERA LECTURA

1MACABEOS 6,1-13

 

“Por el daño que hice en Jerusalén muero de tristeza”

 

En aquellos días, el rey Antíoco recorría las provincias del norte, cuando se enteró de que en Persia había una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza en plata y oro, con un templo lleno de tesoros: escudos dorados, lorigas y armas dejadas allí por Alejandro, el de Filipo, rey de Macedonia, que había sido el primer rey de Grecia. Antíoco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad, dándose cuenta de lo que pretendía, salieron a atacarle. Antíoco tuvo que huir, y emprendió el viaje de vuelta a Babilonia, apesadumbrado.

Entonces llegó a Persia un mensajero, con la noticia de que la expedición militar contra Judá había fracasado: Lisias, que había ido como caudillo de un ejército poderoso, había huido ante el enemigo; los judíos, sintiéndose fuertes con las armas y pertrechos, y el enorme botín de los campamentos saqueados, habían derribado el arca sacrílega construida sobre el altar de Jerusalén, habían levantado en torno al santuario una muralla alta como la de antes, y lo mismo en Betsur, ciudad que pertenecía al rey. Al oír este informe, el rey se asustó y se impresionó de tal forma que cayó en cama con una gran depresión, porque no le habían salido las cosas como quería. Allí pasó muchos días, cada vez más deprimido. Pensó que se moría, llamó a todos sus grandes y les dijo: "El sueño ha huido de mis ojos; me siento abrumado de pena y me digo: "¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, feliz y querido cuando era poderoso!" Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase a los habitantes de Judá, sin motivo. Reconozco que por eso me han venido estas desgracias. Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera." Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

Terminamos hoy, la historia de los Macabeos, con el relato de la muerte del rey Antíoco, el impío rey que les había perseguido. El autor sagrado lee la muerte del rey, moribundo y abandonado de todos, desde la perspectiva de la fe, poniendo en sus labios unas confesiones que servirán de lección y escarmiento a todo aquél que quiera arrogarse el protagonismo, rebelándose contra la voluntad de Dios. Los Libros de los Macabeos nos han acercado a un momento casi desesperado de la historia del pueblo hebreo. La verdad es que, aunque el destierro a Babilonia terminó, y aunque algunos (no muchos, proporcionalmente) de los judíos retornaron a Jerusalén y a Judá, el hecho es que la independencia como tal no se recuperó desde ese momento, y en realidad nunca volvió, hasta bien entrado el siglo XX, aunque en condiciones completamente diversas.

Entendemos así que la lucha de los Macabeos era como la erupción de un volcán. Al modo de las ollas a presión que sueltan chorros de vapor sólo al alcanzar su tope, así esta erupción de rabia encajonada. En este contexto comprendemos el anhelo de justicia y castigo que se transparenta en la primera lectura de hoy. El final desesperado y amargo del rey tirano es claramente leído como un mensaje del cielo que desaprueba su cruel y funesto desempeño. Para nosotros, ya cristianos, este lenguaje puede sonarnos un poco brutal.

 Eso no significa que no haya habido avances con la llegada del Evangelio. Todo ha quedado iluminado por Cristo. Pero la luz de Cristo no es "magia", es un efecto progresivo de la en nuestra conciencia, que descubre con sorpresa agradecida el amor inmerecido. Sólo así, sólo a precio de amarnos así, hasta la sangre, logró Cristo que pensáramos más en la conversión de nuestros enemigos, que en el castigo que creemos que se merecen.

 

SALMO RESPONSORIAL: 9

R. / Gozaré, Señor, de tu salvación.

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,

proclamando todas tus maravillas;

me alegro y exulto contigo

y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. R.

 

Porque mis enemigos retrocedieron,

cayeron y perecieron ante tu rostro.

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío

y borraste para siempre su apellido. R.

 

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,

su pie quedó prendido en la red que escondieron.

Él no olvida jamás al pobre,

ni la esperanza del humilde perecerá. R.

 

OREMOS CON EL SALMO

Israel experimenta de manera especial la predilección de Dios cuando se ve atacado por sus enemigos. El salmista pide también protección a Dios frente  sus propios adversarios. La iglesia y cada cristiano tienen que confiar en el poder de Dios, que se manifiesta de diversas maneras. La presencia de Dios puede experimentarse también en el abatimiento. El Señor dijo a Pablo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se muestra mejor en los débiles”. (2 Cor. 12, 9)   

 

LECTURA DEL EVANGELIO

LUCAS 20,27-40

 

“No es Dios de muertos, sino de vivos”

 

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella."

Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos." Intervinieron unos escribas: "Bien dicho, Maestro." Y no se atrevían a hacerle más preguntas. Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

En el evangelio de hoy, una pregunta hecha a Jesús por un grupo de saduceos tratando de ridiculizarlo, se convierte para nosotros, oyentes y servidores de la Palabra, en fundamento de esperanza: ¿De cuál de los siete maridos será la mujer cuando resuciten? (Dt 25,5ss) ¡Ojo! La clave de comprensión de la lectura no está en el maridaje sino en el resucitar. Si concebimos la resurrección desde los esquemas terrenales, como una prolongación de esta vida y no como una plenitud de la existencia donde no hay necesidades afectivas que satisfacer, no estamos entendiendo nada como los saduceos. La resurrección es la vida en y desde Dios, en tanto que dicha vida humaniza y posibilita la realización personal en plenitud. Hemos de asumir la tarea de comprometernos por la vida y rechazar la “cultura de la muerte” en la que vivimos. Estamos llamados a ser distribuidores de vida, gestores de esperanza y estrategas de humanización. Con este trasfondo vayamos dando la bienvenida al tiempo que vamos a empezar de adviento-navidad.

 ORACIÓN

Padre Bueno, Dueño y Señor del mundo y de la vida; estamos hoy sedientos de ti, de tu bondad, misericordia, de tu compañía, de tu guía y fortaleza. Hemos buscado saciar nuestra sed en otras fuentes, pero todas ellas están contaminadas y oscuras. Tú el Dios de la vida, y que das vida verdadera, dame hoy del agua nueva que salta para la vida eterna. Amén.  

 

“La vocación de toda mujer y hombre es llegar a compartir esa vida plena con Dios”

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