“EN LA OTRA VIDA”
PRIMERA LECTURA
2MACABEOS 7, 1-2. 9-14
“El rey del universo nos resucitará para una vida
eterna”
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con
su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer
carne de cerdo, prohibida por la Ley. Uno de ellos habló en nombre de los
demás: "¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes
que quebrantar la ley de nuestros padres." El segundo, estando para morir, dijo:
"Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto
por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna."
Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en
seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: "De Dios
las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo
Dios." El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven
despreciaba los tormentos. Cuando murió este, torturaron de modo semejante al
cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: "Vale la pena morir a manos de
los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no
resucitarás para la vida." Palabra
de Dios.
REFLEXIÓN
En esta primera lectura del
libro de los Macabeos, escrito aproximadamente en el año 124 A.C., encontramos
el testimonio heroico y edificante de una madre y de sus siete hijos, que
entregan la vida antes de rendirse a los caprichos del emperador de turno, como
signo de fidelidad a Dios y su proyecto de vida. La madre de los macabeos
representa también la figura del pueblo de Israel y el número de siete hijos,
la plenitud de la familia de Israel, en la que debe primar la unidad desde la
diversidad, la libertad, la identidad y la defensa de los derechos religiosos,
económicos, sociales y culturales.
SALMO RESPONSORIAL: 16
R. / Al despertar me saciaré de tu semblante,
Señor.
Señor,
escucha mi apelación,
atiende
a mis clamores,
presta
oído a mi suplica,
que en
mis labios no hay engaño. R.
Mis
pies estuvieron firmes
en tus
caminos, y no vacilaron mis pasos.
Yo te
invoco porque tú me respondes,
Dios
mío; inclina el oído y escucha mis palabras. R.
Guárdame
como a las niñas de tus ojos,
a la
sombra de tus alas escóndeme.
Yo con
mi apelación vengo a tu presencia,
y al
despertar me saciaré de tu semblante. R.
OREMOS CON EL SALMO
El salmista perseguido injustamente,
proclama su inocencia y pide a Dios que él mismo actúe como juez. Expresa su
confianza en que Dios salva quien a Él
se acoge. Podemos hacer una declaración de nuestras intenciones de agradar a
Dios con nuestras vidas. La esperanza de contemplar el rostro de Dios adquiere
un sentido más profundo.
SEGUNDA LECTURA
2TESALONICENSES 2, 16-3, 5
“El Señor os dé fuerza para toda clase de palabras
y de obras buenas”
Hermanos: Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios,
nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente
y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase
de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para
que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y
para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de
todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el
Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os
hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y
tengáis la constancia de Cristo. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En la segunda lectura, Pablo se
manifiesta acerca del testimonio coherente y fiel que debe identificar a los
seguidores de Jesús (discípulos). Tanto las palabras como las obras deben
transparentar la fuerza viva del resucitado, en sus vidas, familias y en sus comunidades. También este texto nos
pone ante la salida que encuentra Pablo y su comunidad ante las dificultades y
adversidades de la vida. Pablo es un hombre de fe y acción. Si leemos sus
cartas lo vemos siempre predicando pero al mismo tiempo luchando y trabajando
por construir el Reino de Dios.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS 20, 27-38
“No es Dios de muertos, sino de vivos”
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos
saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés
nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin
hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había
siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero
se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió
la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer?
Porque los siete han estado casados con ella." Jesús les contestó:
"En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados
dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se
casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque
participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo
indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán,
Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos;
porque para él todos están vivos."
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Los saduceos eran los más conservadores en el judaísmo de
la época de Jesús. Pero sólo en sus ideas, no en su conducta. Para ellos no
existía otra vida, la única vida que existía era la presente, y en ella eran
los privilegiados. A esa manera de pensar pertenecían las familias sacerdotales
principales, las riquezas y el poder que tenían eran muestra de que eran los
preferidos de Dios. No necesitaban esperar otra vida. Gracias a eso mantenían
una posición cómoda: por un lado, la apariencia de piedad; por otro, un estilo
de vida de acuerdo a las costumbres paganas de los romanos.Los fariseos eran lo
opuesto a ellos, tanto en sus esperanzas como en su estilo de vida austero y
apegado a la ley de la pureza. Una de las convicciones que tenían más
firmemente arraigada era la fe en la resurrección, pero muchos concebían la
resurrección como la mera continuación de la vida terrena, sólo que para
siempre.
Vemos a Jesús que ya
estaba en la recta final de su vida
pública. El último servicio que estaba haciendo a la Causa del Reino –en lo que
se jugaba la vida–, era desenmascarar las intenciones torcidas de los grupos
religiosos de su tiempo. Había declarado a los del Sanedrín incompetentes para
decidir si tenían o no autoridad para hacer lo que hacían; a los fariseos y a
los herodianos los había tachado de hipócritas, al mismo tiempo que declaraba
que el imperio romano debía dejar a Dios el lugar de rey; ahora se enfrentó con
los saduceos y dejó en claro ante todos la incompetencia que tenían incluso en
aquello que consideraban su especialidad: la ley de Moisés.
De
lo dicho por Jesús a los saduceos, que tratan de ridiculizar la fe en la
resurrección, podemos concluir que tendremos vida en plenitud. Para Jesús la
resurrección va más allá de la prolongación indeterminada de esta vida, de la
que sólo Dios puede dar explicación, y que para nosotros resultará siempre un
misterio inefable. A esto apela Jesús con plena humildad y sencillez delante de
quienes le escuchan, recordando la sana tradición de su pueblo de reconocer que
el “Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob no es un Dios de
muertos, sino de vivos, porque para él todos viven”. A pesar de que estos
patriarcas han muerto ya, Dios sigue cuidando a su pueblo, en el que nunca la
muerte ha podido destruir el amor y la fidelidad de Dios para con sus hijos. La
certeza del amor incondicional de Dios –Padre y Madre para con sus hijos– debe
ayudarnos a mantener siempre una memoria agradecida con todos nuestros
antecesores –padres y madres– que nos han precedido y nos han dejado como
herencia la riqueza de nuestra fe, nuestra cultura y nuestro territorio; y a
quienes recordamos con veneración, aunque hayan fallecido. La vida eterna
dependerá de lo que desde ahora hagamos como una opción decidida por defender
la vida de nuestros hermanos. Gozar hoy la vida nueva es practicar
cotidianamente la justicia y el amor por los demás; es tener la certeza de
alcanzar en el día de mañana la vida plena, fortaleciendo en el hoy de nuestras
relaciones humanas valores que nos humanicen y dignifiquen.
ORACIÓN
Señor, la certeza de tu resurrección,
nos motiva a creer firmemente en que podemos volver nuestras vidas oscuras y
alejadas de ti a una vida de restauración y de luz. Una vida que anhela traspasar la barrera de la verdad en
ti una vez haya cumplido su ciclo en este mundo, para poder mirarte cara a cara recibiendo la
plenitud de tu maravillosa dimensión, donde solo reina el amor. Amén
“Dios tiene cosas mucho mayores y mejores para
darnos”
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