martes, 1 de octubre de 2019

Lunes 21 de Octubre de 2019


“CUIDADO CON LA AVARICIA”

PRIMERA LECTURA
ROMANOS 4,20-25

“La promesa también será para nosotros, si creemos en Él”

No dudó ni desconfió de la promesa de Dios, sino que tuvo una fe más fuerte. Alabó a Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. Por eso, Dios le tuvo esto en cuenta y lo reconoció como justo. Y esto de que Dios se lo tuvo en cuenta, no se escribió solamente de Abraham; se escribió también de nosotros. Pues Dios también nos tiene en cuenta la fe, si creemos en aquel que resucitó a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para hacernos justos. Palabra del Señor.


REFLEXIÓN
Si estudiamos en San Pablo cuál es la grandeza de la fe y cuáles son sus principales cualidades, descubrimos que hay algo básico, y es la resolución de no apoyarse uno en sí mismo sino en Aquel en quien de veras cree. El ejemplo de Abrahán es elocuente. Puede decirse que tenía todo en contra: la edad, la falta de vigor, la esterilidad de la esposa. Pero no dudó, no tuvo desconfianza. Aprovechó su misma debilidad para apoyarse por completo en el que no es débil, es decir, en Dios, nuestro Señor. Ese género de fe produce resultados. El gran resultado para Abrahán fue, en primer lugar el hijo de la promesa, Isaac, pero si lo pensamos mejor, los resultados de la maravillosa fe de Abrahán están todavía produciéndose, porque todos nosotros, los que le llamamos "nuestro padre en la fe", de algún modo hemos nacido y seguimos naciendo de la inmensa fe que Dios le concedió a este hombre.

Necesitamos una fe así, robusta, generosa y volcada hacia Dios, para recibir en plenitud las promesas divinas. Ya en Cristo está todo "dado" pero para que todo sea ahora "recibido" necesitamos ejercer fe, desprendiéndonos de nuestros méritos pasados o pecados pasados y fiándonos por entero del que es bueno, compasivo, sabio y poderoso.


SALMO RESPONSORIAL: LUCAS 1,69-75
R./ Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.

Nos ha suscitado una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas. R.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza. R.

Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días. R.

OREMOS CON EL SALMO
El saludo profético y la bienaventuranza de Isabel despertaron en María un eco, cuya expresión exterior es el himno que pronunció: el Magníficat, canto de alabanza a Dios por el favor que le había concedido a ella y, por medio de ella, a todo Israel. Exalta los grandes cambios realizados por Dios en los acontecimientos históricos, en las situaciones humanas, sin aludir -como sería de esperar- a la experiencia de la maternidad, a la experiencia del embarazo o del parto y a la disposición de disponerse a la voluntad del Padre Dios.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 12,13-21

"Lo que has acumulado ¿De quién será?”

 Uno de entre la gente le dijo a Jesús: --Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia. Y Jesús le contestó: --Amigo, ¿quién me ha puesto sobre ustedes como juez o partidor? También dijo: --Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas.
Entonces les contó esta parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: '¿Qué haré? No tengo dónde guardar mi cosecha.' Y se dijo: 'Ya sé lo que voy a hacer. Derribaré mis graneros y levantaré otros más grandes, para guardar en ellos toda mi cosecha y todo lo que tengo. Luego me diré: Amigo, tienes muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, goza de la vida.' Pero Dios le dijo: 'Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será?' Así le pasa al hombre que amontona riquezas para sí mismo, pero es pobre delante de Dios." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
¡Qué fácil resulta para muchas personas buscar inútilmente en los bienes materiales la felicidad, el bienestar, el progreso social, económico y político! Y muchos se desviven más allá de lo razonable en acumular, pensando que en ello está el verdadero sentido de la vida. Sin embargo, la auténtica felicidad la tenemos al alcance de la mano: basta tener suma confianza en Dios y dejarnos guiar por sus manos.
La búsqueda del Reinado de Dios debiera ser el tema central de nuestro quehacer diario. Habríamos de tener en cuenta que más importante que acumular riquezas materiales es atesorar riquezas espirituales que Dios nos pone al alcance de la mano: bondad, perdón, reconciliación, amistad, alegría de vivir, visión optimista de la vida, y el amor, que nos permitirán luchar contra la ambición y avaricia humanas, que nos alejan de Dios.
Debemos aprender a gozar del valor principal de toda la humanidad: el don de la vida que, al final, es la mayor riqueza que podemos obtener. Confiando en Dios, seremos capaces de ir aumentando esa riqueza, viviendo en paz y en armonía con nosotros mismos y con los demás.

ORACIÓN
La fe puesta en ti, a través de la oración hoy impregna todo nuestro ser, de esperanza, ánimo, motivación, fortaleza, paz y alegría. Señor Jesús, te pedimos que tú seas para nosotros la verdadera riqueza, que en ti  encontremos todo  el sentido y valor de nuestra vida. Que nada ni nadie nos aparte de tu bendición,  que no acumulemos las riquezas que se acaban ( dinero, posesiones, etc) sino ayúdanos a  acumular y buscar las  riquezas que no se acaban:  justicia,  misericordia, amor,  compasión, solidaridad. Acércanos a tu corazón, a tu proyecto  y no dejes que nos apartemos del camino,  de tu presencia. Amén  

“Dios no cohabita con los ídolos del poder, el tener y sus intereses mezquinos”


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