“LOS HUMILDES ENTIENDEN MEJOR QUE ES LA ORACIÓN"
PRIMERA LECTURA
ECLESIÁSTICO 35, 12-14. 16-18
“Los gritos del pobre atraviesan las
nubes”
El Señor es un Dios justo, que no puede
ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido;
no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus
penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre
atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que
Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Las lecturas de este domingo están escritas en
torno a dos palabras que son centrales en la vida cristiana y en el evangelio
de Lucas: oración y humildad. La idea central es clara: los orantes han de ser
humildes y los humildes entienden mejor y más pronto qué es la oración.
En la primera lectura se nos habla de un poder muy grande:
"La oración del humilde atraviesa las nubes y no se detiene hasta alcanzar
su destino." Nadie cree que haya tanto poder en aquellos que el mundo más
desprecia pero es así. Si nos preguntamos como humanos y porque esa deferencia para con los
humildes, reflexionemos en que todo gobernante sabio se ocupa de modo
preferencial de los desvalidos, pues al fin y al cabo los fuertes pueden
defenderse mejor a sí mismos. ¿No hará lo mismo Dios el que rige sobre las
naciones y es rey del universo entero?
Veamos que el gran orante por excelencia es Cristo Jesús y nunca
fue tan despreciado como en la hora de la Cruz. Pues bien, allí él es el
humilde entre los humildes y su plegaria de redención a atravesado las nubes y
ha logrado redención y vida para todos los que creemos en él y confesamos su
santo Nombre.
SALMO RESPONSORIAL: 33
R. /
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
El Señor se enfrenta con los
malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
R.
OREMOS CON EL SALMO
Este
Salmo recuerda la alegría que experimento el pueblo al
regresar del destierro y es una invocación de una nueva intervención divina
en un nuevo peligro. La liberación de Israel seguirá siendo presagio y figura
de la redención obrada por Cristo y esta será prenda de la liberación
definitiva en la consumación del Reino de Dios.
SEGUNDA LECTURA
2TIMOTEO 4, 6-8. 16-18
“Ahora me aguarda la corona merecida”
Querido hermano: Yo estoy a punto de
ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi
combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la
corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y
no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
La primera vez que me defendí, todos me
abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y
me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos
los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de
todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los
siglos de los siglos. Amén. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Pablo a su discípulo Timoteo en esta
segunda lectura hace sobresalir el tema de la justicia, donde Dios se revela
como juez justo, el apóstol se declara como merecedor de una corona de
justicia. Porque ha peleado el buen combate, ha terminado la carrera, se ha
mantenido fiel en la fe. El premio alcanza también a quienes toman parte con
fidelidad en el seguimiento de Cristo Jesús (Discipulado), que se hace vida en
los rostros de los sufrientes, los enfermos, los huérfanos, las viudas y
excluidos. Aún cuando, humanamente hablando, todos nos pueden abandonar en el
momento que más lo necesitamos, Jesús, el Señor, mantiene su fidelidad y hace
justicia a quien justicia suplica y practica. El que se dedica a los asuntos
del Señor sabe que estará en los ojos y en la boca de todos, pero cuenta con un
abogado seguro, que lo defenderá: Jesús.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 18, 9-14
“El publicano bajó a su casa
justificado, y el fariseo no”
En aquel tiempo, a algunos que,
teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los
demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar.
Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su
interior:
"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque
no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El
publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al
cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de
este pecador " Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Hoy Jesús nos cuenta la parábola del
fariseo y el recaudador de impuestos que se sitúa en un contexto urbano y, más
en concreto, en la ciudad de Jerusalén: en el recinto del templo, el lugar
propicio para obtener la purificación y redención de los pecados.
En tiempos de Jesús, el cobro de impuestos
no lo hacían los romanos directamente,
sino indirectamente, adjudicando
puestos y aduanas a los mejores
postores, que solían ser gente de las élites urbanas o aristocracia. Estas
élites, sin embargo, no regentaban las aduanas, sino que, a su vez, dejaban la
gestión de las mismas a gente sencilla, que recibía a cambio un salario de
subsistencia. Los recaudadores de impuestos practicaban sistemáticamente el
pillaje y la extorsión de los campesinos. Debido a esto, el pueblo tenía hacia
estos cobradores de impuestos la más fuerte hostilidad. La población los odiaba
y los consideraba ladrones. Tan desprestigiados estaban que se pensaba que ni
siquiera podían obtener el arrepentimiento de sus pecados. Esto hace pensar que
el recaudador de la parábola era un blanco fácil de los ataques del fariseo,
pues era pobre, socialmente vulnerable, virtualmente sin honor, o lo que es
igual, un paria considerado extorsionador y estafador.
El fariseo en cambio, era cumplidor de
la Ley, ayunaba dos veces por semana y pagaba el diezmo de
todo lo que ganaba …hace incluso más de lo que está mandado en la Torá, se
creía justo y digno de alabar. Por eso hace esta oración centrada en sí mismo,
centrada en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni
tampoco es como ese recaudador, pero no sabe quién es en realidad. La parábola
lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo...), sino por lo que
deja de hacer ( tener compasión, relacionarse bien con los demás).
El recaudador,
reconoce con gestos y palabras que es pecador y en eso consiste su
oración. El mensaje de la parábola invierte
el orden establecido por el sistema religioso judío: hay quien, como el
fariseo, cree estar dentro, y resulta que está fuera; y hay quien se cree
excluido, y sin embargo está dentro. En
el relato se ha presentado al fariseo como un justo, pero es inaceptable a los ojos de Dios. ¿Qué pecado ha
cometido el fariseo? Tal vez solamente uno: mirar despectivamente al recaudador
y a los pecadores que él representa. El fariseo se separa del recaudador y lo
excluye del favor de Dios.
Dios, aparece justificando al pecador sin
condiciones, lo acoge, la parábola
proclama, la misericordia como valor fundamental del reinado de Dios. Con su
comportamiento, el recaudador rompe todas las expectativas y esquemas, desafía
la pretensión del fariseo y en el del Templo y reclama ser oído por Dios. En esta parábola
se cumple lo que leemos en la primera
lectura del libro del Eclesiástico: “Dios no es parcial contra el pobre,
escucha las súplicas del oprimido, no desoye los gritos del huérfano o de la
viuda cuando repite su queja”. Dios está con los que el sistema ha dejado
fuera. Como estuvo con Pablo de Tarso, como se lee en la segunda lectura, que, a pesar de no haber tenido quien lo
defendiera, sentía que el Señor estaba a su lado, dándole fuerzas.
ORACIÓN
Señor, ayúdanos a que nuestra oración
sea siempre sincera. Perdónanos por las veces en que nuestra oración ha sido
farisaica, vacía y fría de corazón. No
llegamos a Ti para juzgar a los demás, sino en amor misericordioso, a
interceder por ellos, colocando sus
debilidades y miserias en tus benditas manos. Ayúdanos a ser trasnparentes
delante de Ti, a asumir nuestra limitación y pecado y confiar en tu bendita
misericordia. Amén
"La soberbia enceguece el corazón y lo prepara para la incredulidad"
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