sábado, 1 de diciembre de 2018

Sábado 29 de Diciembre de 2018


“CRISTO ES NUESTRA LUZ”

PRIMERA LECTURA
1JUAN 2,3-11

“Quien ama a su hermano permanece en la luz”

Queridos hermanos: En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: "Yo le conozco", y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe vivir como vivió él.
Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo -lo cual es verdadero en él y en vosotros-, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La Primera Carta de Juan ya tuvo que tratar el tema de la gente que se creía muy iluminada pero que llevaba una vida oscura. Lo básico es que la vida tiene que resplandecer, y que una luz que se queda en el nivel del conocimiento no es luz verdadera.
Juan nos dice dónde está la prueba de la verdadera fe: “en esto sabemos que le conocemos, en que guardamos sus mandamientos”. Y no como los gnósticos de fines del primer siglo, contra los que escribe esta carta, que daban prioridad absoluta al saber (gnosis, conocimiento), y con eso se sentían salvados, sin prestar gran atención a las consecuencias de la vida. No actuaban según ese conocimiento de Dios.
Más en concreto todavía, para Juan la demostración de que hemos dejado la oscuridad y entrado en la luz, es si amamos al hermano. Es la consecuencia de haber conocido el misterio del amor de Dios en esta Navidad: también nosotros tenemos que imitar su gran mandamiento, que es el amor. La teoría es fácil. La práctica no lo es tanto y las dos deben ir juntas.

SALMO RESPONSORIAL: 95
R/Alégrese el cielo, goce la tierra.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.

Proclamad día tras día su victoria.
 Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.

El Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo. R.

OREMOS CON EL SALMO
La proclamación de la realeza del Señor es asociada en este himno a dos acontecimientos decisivos de su obra salvadora: la creación y el juicio. La primera establece en la naturaleza el orden querido por Dios; el segundo restablece en la historia el orden quebrantado por la injusticia. Por eso, no sólo los hombres sino todos los seres creados son invitados a celebrar jubilosamente la llegada del Señor, que viene a instaurar definitivamente su justicia.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 2,22-35

“Luz para alumbrar a las naciones”

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones."
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel."
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María su madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
En tiempos de Jesús era costumbre presentar al niño ante el Señor en el Templo de Jerusalén y ofrecer un sacrificio de purificación por él. Los pudientes sacrificaban un ternero, otros un cordero, y los más pobres un par de tórtolas. Lo que significa que José y María eran pobres, recalcándose así, nuevamente, el origen humilde de Jesús. Este niño es el que despierta el canto del viejo Simeón. Quien reconoce al Mesías es una persona pobre, en este caso un anciano. Al final se termina poniendo de manifiesto el destino de Jesús como signo de contradicción; y María también sufrirá por su hijo, compartirá el dolor de aquél que morirá en defensa de la vida. Muchos tienen el deseo de recibir al Salvador, el que traerá la justicia. Creer en un Dios hecho niño y pobre nos encara con un compromiso inaplazable por la justicia y la solidaridad. Debemos ver a Dios en lo pequeño, en los despreciados por la sociedad, en los pobres que claman justicia y dignidad. Hoy son nuestros pueblos los que escuchan y buscan la liberación de tantas situaciones infrahumanas. Recibamos al niño Jesús en el rostro de los necesitados de nuestra sociedad.

ORACIÓN
Señor anhelamos fluya en nuestro ser el vivir en la luz de tu Espíritu Santo. Te pedimos nos  ayudes para que no pase desapercibido ante  nosotros, el sufriente o necesitado que haya en nuestra  familia, nuestra comunidad,  en el bus, en la calle, en fin, por donde tú nos lleves y para que encontremos todo lo positivo de cada persona y de cada situación que estemos viviendo. Amén

 “Que el temor y las dudas no nos impidan acercarnos a Dios con fe y esperanza”


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