sábado, 1 de diciembre de 2018

Sábado 22 de Diciembre de 2018


“PARA DIOS NADA ES IMPOSIBLE”

PRIMERA LECTURA
1SAMUEL 1,24-28

“Ana da gracias por el nacimiento de Samuel”

En aquellos días, cuando Ana hubo destetado a Samuel, subió con él al templo del Señor, de Siló, llevando un novillo de tres años, una fanega de harina y un odre de vino. El niño era aún muy pequeño. Cuando mataron el novillo, Ana presentó el niño a Elí, diciendo: "Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo." Después se postraron ante el Señor. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Con  nuestra mentalidad actual, puede parecerle extraño que una madre done a su hijo, apenas terminada su lactancia. Mucho más si se trata de un hijo tan anhelado. Aún más si se trata de entregar ese hijo a Dios. Pero procedamos por orden. Ana había pedido un niño a Dios, porque era estéril. No quiere, sin embargo, ser dueña de una vida sino testigo de una victoria. Y eso es lo que le da Dios y lo que ella canta, según hemos escuchado hoy: una victoria. La historia de Ana ha quedado señalada por el poder del Dios vivo y no por las fuerzas de la muerte o de la nada. El niño no es objeto de posesión sino señal de bendición. Una lección para nosotros: pedir a Dios algo no puede ser excluir a Dios de su pleno señorío sobre todo y sobre todos.
Ana canta con júbilo irreprimible que Dios ha vencido y María proclama con entusiasmo contagioso que Dios es grande y misericordioso, “dos mujeres de fe”. Creemos en un Dios que salva, un Dios que no es espectador lejano ni gerente ocupado de un universo ancho y ajeno, sino un Dios cercano que escucha y concede los deseos más profundos del corazón.

SALMO RESPONSORIAL: 1SAMUEL 2,1-8
R. / Mi corazón se regocija por el Señor, mi Salvador.

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía. R.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R.

OREMOS CON EL SALMO
Una voz de mujer nos guía hoy en la oración de alabanza al Señor de la vida. Es Ana la persona que entona este himno, después de ofrecer al Señor su niño, el pequeño Samuel. El canto de acción de gracias que eleva a Dios esta madre será recogido y difundido por otra madre, María, la cual, permaneciendo virgen, engendrará por obra del Espíritu de Dios. En el Magníficat de la madre de Jesús se trasluce el cántico de Ana que, precisamente por esto, suele definirse «el Magníficat del Antiguo Testamento».

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 1,46-56
“El Poderoso ha hecho obras grandes por mí”
En aquel tiempo, María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre." María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Como mencionamos antes en la primera lectura Samuel nos relata la acción de Dios en Ana, mujer estéril que ruega a Dios para que le dé un hijo. Dios escuchó su ruego y ella dio a luz. Luego llevó el niño al santuario y lo entregó al sacerdote; sabiendo que era un don de Dios, se postró ante Él y oró con las palabras que hemos escuchado en el salmo. Ana reconoce la grandeza de Dios, que escucha la voz de los pequeños. Lucas pone en paralelo con Ana las palabras de María que, como portadora de la palabra de salvación que le ha dado Dios, reconoce la grandeza del proyecto de Dios en ella y en su pueblo. Es un cántico de alegría, de gozo, de agradecimiento y de reconocimiento de la grandeza de Dios. El “Magníficat” es un canto de María al Dios que ha caminado siempre con su pueblo, al Dios que se fija en ella de modo personal, vinculándola a su proyecto universal, al Dios de misericordia y justicia que reivindica a los pobres y débiles. Dios hace de la pequeñez la fuerza del reino de Dios. ". La justicia de Dios equivale a la realización de su señorío y a la llegada de su reinado. Frente a Él caen los imperios de nuestras pretensiones y mentiras y de aquellos que se tienen por ricos, soberbios y poderosos. Sólo su grandeza, sólo su belleza, sólo su sabiduría quedan en pie cuando Él nuestro Amado Dios, aparece.

ORACIÓN
Señor que como padres y madres logremos comprender y asumir que los hijos no son nuestros, sino de Dios y que vienen como regalo suyo para ser formados en el Espíritu y vivir en Él, que como Ana creamos y confiemos en Ti, que vivamos con la certeza que eres el Dios de los imposibles. Que siguiendo el  ejemplo de Jesús y María vivamos en favor de los necesitados que se nos presentan por el camino, comenzando por los mas cercanos. Amén.


“Él es el Dios de la vida, del consuelo, de la alegría, de lo posible, donde todo parece imposible”

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