“ESPERANZA Y
LIBERACIÓN”
PRIMERA LECTURA
JEREMÍAS 33, 14-16
“Suscitaré a David
un vástago legítimo”
"Mirad
que llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice a la
casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora,
suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la
tierra. En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y
la llamarán así: "Señor-nuestra-justicia”.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La lectura del libro de Jeremías
nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén
en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su
situación. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que
Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se
construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a
pastar. Es esos días el Señor hará brotar un rey justo, no como los reyes que
los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia».
Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo de Israel.
Esta primera lectura nos da una clave: "vienen
días." Hay adviento allí donde hay una mirada al futuro. Cuando nos
quedamos mirando sólo al tiempo pasado llegamos a volvernos incapaces de dar un
rumbo a nuestra vida. El adviento es mirada hacia lo que viene. ¿Y qué anuncia
Dios para ese tiempo nuevo? Con ser tan breve el texto de la primera lectura,
hay por lo menos cuatro cosas que encontramos ahí. Dios anuncia el
restablecimiento de la Casa de David, la práctica de la justicia en la tierra,
la paz para Jerusalén y la llegada de la salvación. Estas cuatro claves, que
conforman como un "programa", nos orientan también sobre lo que será
el tiempo del Adviento, desde estos anuncios más generales hasta la concreción
en Cristo de toda nuestra esperanza y nuestra alegría.
SALMO RESPONSORIAL: 24
R. / A Ti, Señor,
levanto mi alma.
Señor, enséñame tus
caminos,
instrúyeme en tus
sendas:
haz que camine con
lealtad;
enséñame, porque tú
eres mi Dios y Salvador. R.
El Señor es bueno y
es recto,
y enseña el camino
a los pecadores;
hace caminar a los
humildes con rectitud,
enseña su camino a
los humildes. R.
Las sendas del
Señor son misericordia y lealtad
para los que
guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía
con sus fieles
y les da a conocer
su alianza. R.
OREMOS
CON EL SALMO
Este salmo es un canto a la
bondad y al amor de Dios y petición humilde de orientación y enseñanza. El
cristiano sabe que el amor de Dios se hizo presente de manera nueva e insuperable
en la persona de Jesús. Él es quien debe guiarlo y enseñarle la verdad que
conduce a la vida.
SEGUNDA LECTURA
1TESALONICENSES 3,
12-4, 2
“Que el Señor os
fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva”
Hermanos:
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo
mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que,
cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os
presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre. En fin, hermanos,
por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: habéis aprendido de nosotros cómo
proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante.
Ya
conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La
segunda lectura está tomada de uno de los primeros documentos del Nuevo
Testamento, tal vez el primero de todos en ser redactado. Y este dato es
importante, porque sabemos bien que aquella primera generación de cristianos
vivió de un modo singularmente intenso la esperanza. Aguardaban ellos el
pronto, casi inmediato retorno de Cristo. Tal es el clima en el que surge esta
Primera Carta a los Tesalonicenses. En ese sentido, la segunda lectura nos ofrece un perfil interior del alma
cristiana en actitud de genuina esperanza. Pablo insiste en primer lugar en el
amor mutuo. Y esto es interesante, porque de entrada quita la idea de una
esperanza individualista, que sólo puede ser hija de una falsa idea de la
salvación como un acto que sucede en solitario, aislado de la comunidad:
"Dios y yo en una botella." Toda esperanza genuina brota del deseo de
un bien que nos llega de la Comunidad y apunta a un bien que se anhela para la
Comunidad. Lo demás, no viene del Espíritu de Jesús.
LECTURA DEL
EVANGELIO
LUCAS 21, 25-28. 34-36
“Se acerca vuestra
liberación”
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habrá signos en el sol y la
luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por
el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo
y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se
tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran
poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se
acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el
vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel
día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad
siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir
y manteneros en pie ante el Hijo del hombre." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El
evangelio de Lucas describe de manera metafórica, los acontecimientos que
precederían a esa segunda venida de Jesús. Por este acontecimiento final es que
Lucas invita a los hermanos y hermanas a mantenerse fieles y vigilantes para
mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del Hombre. Este texto del evangelio de
hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos anteriores
Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda
venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es
apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no significa
catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que
releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el
lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la
historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos
llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).
En
nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las
señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades
están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales,
por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración de tantas estructuras injustas, que solo
podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón
del ser humano. El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la
inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las
mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en
una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene
nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el
paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos
lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las
situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación
total que pasa por la cruz.
Por
eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los
vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al
Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno.
Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con
una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos
precarios que hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que
tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la
fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo.
La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las
promesas se verifiquen en nuestras vidas.
El
adviento es tiempo de preparación de espera. Jesús cumplió las promesas del
Antiguo Testamento con su vida y predicación. No esperamos su nuevo nacimiento.
Esperamos que él vuelva a juzgar la creación; es ese momento el que esperamos, el
momento en que creemos que la justicia, la
igualdad y la solidaridad se impondrán.
ORACIÓN
Necesitamos
que cada día de nuestra existencia en este mundo tengamos la certeza que tu
venida nos ha llevado a reconciliarnos con el Dios de la vida y el amor. Te
pedimos que nos ayudes a tener nuestros corazones sanos y agradables a ti, que
habites en nosotros(as) y que sigas
haciendo y completando tu obra en nosotros y que siempre entendamos y percibamos lo Justo, Misericordioso,
Liberador, Grande, y Hermoso que eres Señor. Amén
“Libres de orgullo, arrogancia y
vanagloria, acojamos con corazón humilde al Señor de la paz y la libertad”