viernes, 1 de noviembre de 2013

Lunes 18 de Noviembre de 2013

“LAS DIFICULTADES TAMBIÉN SON 

PRESENCIA DE DIOS”

PRIMERA LECTURA
1MACABEOS 1,10-15.41-43.54-57.62-64

“Una cólera terrible se abatió sobre Israel”
En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de laera seléucida. Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos: "¡Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!" Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal.
El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos sus súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado. El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno: quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y los echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real.
Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron. Una cólera terrible se abatió sobre Israel. Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
Entramos en la penúltima semana del año litúrgico, durante la cual meditamos en la primera lectura algunos textos tomados de los libros primero y segundo de los Macabeos. Estos libros toman su nombre de la familia Macabea, quienes se mantuvieron fieles a la Alianza en medio de la persecución ordenada por el rey Antíoco Epífanes, en el siglo II antes de Cristo, contra los judíos que no dejaran sus costumbres y se negaran a adoptar las costumbres paganas.
La lectura de hoy narra cómo en aquellas circunstancias, ya sea por miedo, por confabularse con el poder reinante, o por adoptar el estilo de vida de las naciones paganas que les parecía muy atractivo, muchos judíos, excepto algunos pocos liderados por los Macabeos, estuvieron de acuerdo con el rey y aceptaron sus medidas, abandonando la fe en el Dios de Israel.
También hoy sigue existiendo la tentación secularizante, es decir, el riesgo de que los cristianos, queriendo parecer muy modernos y civilizados, terminemos aliándonos con los poderes y pareceres de este mundo, poniendo en riesgo nuestra relación con Cristo, nuestra identidad y nuestros valores.
No se trata de que rechacemos todos los progresos de la ciencia y de la cultura, sino que sepamos discernir, a la luz del Espíritu, lo que es bueno y acorde con la voluntad de Dios. Aunque, en algunas ocasiones, inevitablemente, tendremos que ser fuertes y luchar contra la corriente, como lo hicieron aquellos judíos fieles, que prefirieron morir antes que apostatar de su fe.

SALMO RESPONSORIAL: 118
R. / Dame vida, Señor, para que observe tus decretos.

Sentí indignación ante los malvados,
que abandonan tu voluntad. R.

Los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad. R.

Líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus decretos. R.

Ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad. R.

La justicia está lejos de los malvados,
que no buscan tus leyes. R.

Viendo a los renegados, sentía asco,
porque no guardan tus mandatos. R.

 LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 18,35-43

“¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez”
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno." Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" Él dijo: "Señor, que vea otra vez." Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado." En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.  Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Jesús aparece utilizando su poder de aliviar la aflicción de un ser humano, víctima de un trastorno físico: Le devuelve la capacidad de ver; responde a la fe del individuo que lo impulsa a dirigirse a Jesús como al Hijo de David. La actitud de Jesús trae salvación a un excluido de la humanidad, víctima de una enfermedad que lo condena a pasar sus días a la vera del camino, mendigando. El ciego recupera la vista y al mismo tiempo reconoce lo que otros no querían que conociera.
Muchas veces podemos sentir que obramos como quienes no reconocen a Jesús en toda su dimensión, y, a la vez, les niegan a otros la posibilidad de hacerlo. El nombre “Hijo de David” no implica solamente la restauración espiritualizada del Reino de Dios, es también la esperanza política del pueblo de Israel, el rey que todos esperaban; si bien no será el rey al modo en que muchos lo esperaban. Sí es rey en cuanto elegido, ungido de Dios, quien propone una lógica distinta en cuanto a las relaciones políticas, económicas y sociales.
ORACIÓN

Señor, con la Palabra de este día podemos entender que en medio de tanta confusión y oscuridad en que se debaten nuestros países y la familia, pretendes renovar la fe haciendo que quienes deseen ser tus discípulos(as) tengamos una verdadera decisión de seguirte, aún en medio de tiempos difíciles y hacer frente a las fuerzas que por todos los medios pretenden acabar con tu presencia en el mundo y con la vida humana. Amén       

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