“CUIDADO CON CREERNOS JUSTOS Y FIELES”
OSEAS 6,1-6
“Quiero misericordia, y no sacrificios”
Vamos a volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos
hirió, nos vendará. En dos días nos sanará; al tercero nos resucitará; y
viviremos delante de él. Esforcémonos por conocer al Señor: su amanecer es como
la aurora, y su sentencia surge como la luz. Bajará sobre nosotros como lluvia
temprana, como lluvia tardía que empapa la tierra."¿Qué haré de ti,
Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá? Vuestra piedad es como nube mañanera, como rocío
de madrugada que se evapora. Por eso os herí por medio de los profetas, os
condené con la palabra de mi boca. Quiero misericordia, y no sacrificios;
conocimiento de Dios, más que holocaustos." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El profeta nos recuerda que Dios conoce el corazón de los hombres, sabe
quien lo busca sinceramente y quién no. El discurso puesto en boca del pueblo
pareciera una actitud de conversión a tener en cuenta como válida y duradera,
pero el Profeta la denuncia como falsa y efímera. Miremos con calma la palabra
que nos da. Ante todo esa "misericordia" es una palabra hebrea de no
fácil traducción. Es la famosa "jésed" que significa también
"lealtad", "fidelidad", "piedad" y
"gracia"... Indica la dulzura de un lenguaje común, algo así como esa
atmósfera de entendimiento en el amor que tienen quienes comparten unas mismas
convicciones, unos mismos afectos, es decir: los que están en comunión. Cuando
el Señor dice: "yo quiero jésed (fidelidad) y no sacrificios", está
refiriéndose a esa relación entrañable de proximidad y amor. Los
"sacrificios" son un modo de establecer un pacto con Dios, un modo de
negociar con él. Y eso es detestable para quien quiere que exista una atmósfera
de amor y comunión. El sacrifico y el holocausto tienen una lógica que puede
volverse ciega y mezquina en su repetición: hago esto y Dios hará aquello. Es
preciso estar conscientes, darse cuenta de quién es el que nos llama y con
quién estamos tratando. No es una ley anónima, no es una energía sin nombre, no
es destino ciego: es el Dios vivo y verdadero y hay que saber quién es Él y qué
quiere para agradarle y vivir la "jésed" (Lealtad, fidelidad) que Él
espera de nosotros.
SALMO RESPONSORIAL:
50
R./ Quiero misericordia, y no sacrificios.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias. R.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este Salmo, es designado tradicionalmente con el nombre de Miserere, es
la súplica penitencial por excelencia. El salmista es consciente de su profunda
miseria y experimenta la necesidad de una total transformación interior, para
no dejarse arrastrar por su tendencia al pecado. Por eso, además de reconocer
sus faltas y de implorar el perdón divino, suplica al Señor que lo renueve
íntegramente, “creando” en su interior “un corazón puro”.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 18,9-14
“El publicano regresó a su casa justificado, el fariseo no”
Jesús contó esta otra parábola para algunos que, seguros de sí mismos
por considerarse justos, despreciaban a los demás: "Dos hombres fueron al
templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran
impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: 'Oh Dios, te doy gracias
porque no soy como los demás, que son ladrones, malvados y adúlteros, ni como
ese cobrador de impuestos. Yo ayuno dos veces a la semana y te doy la décima
parte de todo lo que gano.' Pero el cobrador de impuestos se quedó a cierta
distancia, y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho y decía: '¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!'
Les digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa ya justo, pero el
fariseo no. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se
humilla, será engrandecido." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La humildad es
una virtud que engrandece a quien la encarna porque le brinda la posibilidad de
salirse del centro, dejando la auto-referencialidad, permitiendo a Dios actuar
con su gracia. Mirar la propia vida y reconocer que no siempre todo va tan bien
como uno quisiera, entrando en contacto con la finitud y la fragilidad humana,
es un camino de autoaceptación no fácil de recorrer. Uno de los mayores retos
está en no autoengañarnos enfrentándonos a nuestra verdad aunque duela. La
Cuaresma es un tiempo oportuno para revisar si nos estamos dejando atrapar por
el ego que fomenta la autosuficiencia, la arrogancia y el orgullo. Como nos
enseña la espiritualidad liberadora, se trata de cargar con la realidad y
dejarnos cargar por ella para vivir procesos humanizadores. Nos ha de devolver
la esperanza saber que Dios va obrando silenciosamente en la historia, aun y a
pesar de nuestros desaciertos. Qué nuestra oración no sea para intimismos o
descalificaciones, sino la fuerza o impulso para nuestras entregas cotidianas.
ORACIÓN
Señor Jesús,
reconocemos que nos hemos equivocado, que en ocasiones nuestra
oración no ha sido sincera y la vanagloria se ha apoderado de nosotros.
Ensénanos a bajar la cabeza, a doblar nuestras rodillas, a abrir nuestro
corazón con humildad para que, como el publicano, podamos decirte: “Oh Dios,
ten compasión de nosotros, humildes pecadores”.Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Gloria Zamudio en su cumpleaños. Amén.
“Sin Dios
nada somos ni nada podemos, solo su gracia nos hace obrar en Él”
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