viernes, 1 de abril de 2022

Domingo 24 de Abril de 2022

 

“CUANDO LA RAZÓN ENCUENTRA LA FE”


 PRIMERA LECTURA

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 5,12-16

 

“Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor”

Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor. La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban. Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

El libro de los Hechos, el Apocalipsis y el evangelio de Juan que leemos hoy se escribieron casi por la misma época. La Iglesia de Jesús, formada por muchas y diferentes comunidades, estaba recogiendo las diversas tradiciones sobre Jesús histórico y cada comunidad las reelaboraba y contaba de acuerdo a las nuevas situaciones que estaban viviendo. Era tiempos de grandes conflictos con el imperio romano y con los fariseos, el único grupo oficial judío que había sobrevivido a la destrucción del templo. Las Iglesias estaban descubriendo su propia identidad y Pedro (que por este tiempo ya había sido martirizado en Roma) ya era reconocido como autoridad dentro y fuera de la Iglesia. Con los textos de hoy,  la liturgia nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre  el fundamento de nuestra fe.

Así como en nuestras rutas necesitamos señales que nos indiquen las curvas, los puentes, los caminos estrechos, también en el camino de la Iglesia necesitamos esas señales que nos indican si andamos en la buena ruta o no. Las señales son las mismas de siempre: la práctica liberadora de Jesús, su opción por los(as) más necesitados y su trabajo por la vida. Comenzando por la buena sombra de Pedro que curaba a los enfermos, vemos cómo, en medio de conflictos, las primeras comunidades repetían esa práctica liberadora de Jesús.

 

SALMO RESPONSORIAL: 117

R. / Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

 

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:

eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:

eterna es su misericordia. R.

 

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

 

Señor, danos la salvación; Señor,

danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor;

el Señor es Dios, él nos ilumina. R.

 

OREMOS CON EL SALMO

Compuesto para la liturgia hebrea, este salmo recibe un puesto destacado en la cristiana, que encuentra reflejados en él los misterios redentores de la vida de Cristo. El Señor cantó este salmo al finalizar la Ultima Cena: así consta -además de otras fuentes- en las notaciones de los salterios más antiguos. Y así, la liturgia de acción de gracias de la Nueva Alianza, inaugurada con la Eucaristía, encontró en la expresión de este salmo una admirable conclusión. Con los sentimientos que se contienen en él, nuestro Salvador se encaminó hacia la vía dolorosa que le introduciría en la gloria eterna.

 

SEGUNDA LECTURA

APOCALIPSIS 1, 9-11A. 12-13. 17-19

 

“Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos”

 

Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: "Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia." Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: "No temas: Yo soy el primero y el Último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo.  Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde." Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

La revelación de Jesucristo a Juan en el Apocalipsis, que es el libro de la esperanza  y el consuelo, expresa la nueva condición del Resucitado. Sus palabras son motivadoras, dan ánimo: “No temas”; devuelven a la humanidad  el sentido esperanzador de la existencia. Estuve muerto y ahora estoy vivo para siempre, palabras y sentimientos que abren paso a una vida de esperanza más allá de la muerte: “Yo tengo la llave de la muerte y del más allá”. Total, este mensaje del Apocalipsis al igual que toda la liturgia de este domingo nos invita a ser testigos de la presencia viva del Resucitado en la comunidad, a beber el testimonio de todos los que experimentaron como Juan la vida de la resurrección. 

 

LECTURA DEL EVANGELIO

JUAN 20, 19-31

 

“A los ocho días, llegó Jesús”

 

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: - "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero él les contesto: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo."

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto." Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Este domingo segundo de Pascua ahora llamado por la Iglesia el Domingo de la Misericordia Divina. Esta semana  los textos nos mostraban que el sepulcro vacío dominaba los relatos, ahora  domina la presencia de Jesús en medio de sus discípulos. Esta presencia explica aquel vacío, pero, sobre todo, restablece una continuidad de relación Jesús-discípulos, es el reanudar la relación que se sella con la alegría de los discípulos, quienes a partir de ahora hablan de Jesús como el Señor, enraizándolo por completo con Dios. Este es un primer paso, porque luego viene el envío de Jesús por el Padre. Los discípulos(as) deben hacer presente a Jesús y prolongar su obra, como Él lo ha hecho con el  Padre. Este envío no debe hacerse limitado a los doce o a los(as) 72, sino a toda la comunidad creyente. El tercer paso es la donación del Espíritu que capacita para el envío. El símbolo de exhalar el aliento significa transmisión de vida. El último paso es la potestad de perdonar los pecados.

Reflexionemos también sobre la misericordia a través de la lectura de hoy, Jesús les dice a los discípulos:  “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (...) Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos" (Jn 20, 21-23).   Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado, es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. La misericordia divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo crucificado. Cristo derrama esta misericordia sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu Santo. Pero, como sucedió con los Apóstoles, es necesario que también la humanidad se deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna.  A través de las diversas lecturas, la liturgia parece trazar el camino de la misericordia que, a la vez que reconstruye la relación de cada uno con Dios, suscita también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna. Cristo nos enseñó que "el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a "usar misericordia" con los demás: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7)" Y nos señala, además, los múltiples caminos de la misericordia, que no sólo perdona los pecados, sino que también sale al encuentro de todas las necesidades de los hombres.

 

ORACIÓN

Hoy, Señor, nos llevas a confrontar nuestro estilo de vida con la fe que profesamos. Haz que nuestra vida personal y comunitaria sea testimonio de compartir, de misericordia, de solidaridad, dominio propio, oración, acción y donación a ti y a los necesitados; que lo que transmitimos con la voz se nos note con la vida. Amén.

 

“La fe está por encima de todos los milagros. Una comunidad llena de amor, de coherencia y de testimonio, es canal para que el Espíritu Santo nos conduzca hacia el regalo de esa fe”

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Mensaje o Intercesión por: