sábado, 1 de abril de 2017

Viernes 14 de Abril de 2017

Viernes Santo

“TOMÓ SOBRE SÍ LAS CULPAS DE TODA LA HUMANIDAD”

En este día, marcado por el dolor más grande, la primera frase que escucharemos un grito de esperanza: "Mi siervo tendrá éxito, crecerá y llegará muy alto....". Todo lo que sigue es espantoso en la visión de Isaías y más terrible aún en el drama del calvario. Pero ese sufrimiento inmenso no puede, no debe callar el primer enunciado: "tendrá éxito". Ése, el Cristo de la cruz, herido; el Señor insultado y escarnecido; el Rey de burlas y de blasfemias, ése, precisamente ese, "tendrá éxito".

PRIMERA LECTURA
ISAÍAS 52,13-53,12

Él fue traspasado por nuestras rebeliones
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.  Palabra de Dios
REFLEXIÓN
Nos encontramos con el cuarto Canto del Siervo. Presenta rasgos parecidos a los de los salmos de lamentaciones, da detalles sobre los sufrimientos del protagonista: desprecio, enfermedad, desfiguración, cárcel, muerte entre malhechores, abatimiento, sepultura deshonrosa, etc.  El profeta afirma insistentemente que el Siervo no sufrió por sus propios pecados, sino a causa y a favor de los demás miembros de su pueblo.  Él  justifica a muchos, es decir, restablece las relaciones justas entre los hombres y Dios.  En efecto, al inicio y al final es Dios quien habla de su Siervo, que “tendrá éxito y subirá y crecerá mucho” porque “cargó sobre él todos nuestros crímenes”, y así, “intercedió por los pecadores”.  Pero en el resto del Cántico  hablan unos “nosotros” que al contemplar todo lo que le ha sucedido al Siervo de Dios, confiesan el propio pecado, por el cual el propio Siervo ha padecido hasta morir.

SALMO  RESPONSORIAL: 30
R. / Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
Tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R.

OREMOS CON EL SALMO
La composición de este salmo permite ver la profundidad de la fe del hombre bíblico, su movimiento siempre termina en Dios, más allá de toda circunstancia. El comienzo es la súplica de un acusado inocente expuesto a la persecución: es un maldito, excluido de la comunidad, y “que produce miedo a sus amigos”, se huye de él como de un espanto. Pero la parte final del salmo es la dulce oración de intimidad de  éste hombre  moribundo que  pesar de lo que está padeciendo, continúa cantando la felicidad de su vida en la intimidad con Dios.       
SEGUNDA LECTURA
HEBREOS 4,14-16;5,7-9

Aprendió a obedecer  y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación
Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.  Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El autor de la carta a los Hebreos presenta a Jesús como Sumo Sacerdote, no solamente como el responsable del sacrificio como lo era en el antiguo testamento, sino como el hombre lleno de misericordia, que asumió todos los sufrimientos del ser humano hasta la muerte, de tal manera que se convirtió en el modelo para todos los hombres. Su vida estuvo siempre condicionada a la voluntad del Padre, aún en el sufrimiento. A este sumo sacerdote podemos acercarnos con libertad, sin miedo, porque en su trono abunda la gracia y por su misericordia conseguiremos el apoyo necesario.
Cristo fue llamado por Dios de la misma manera que Aarón y según el orden de Melquisedec, pero ya no para ofrecer el sacrificio y las oblaciones, porque él mismo es la víctima. Es un nuevo tipo de sacerdote que proporciona la salvación a cuantos se aproximan a él y su gran tarea es conducirlos al Padre.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 18,1-19,42

Pasión de N.S. Jesucristo según San Juan
REFLEXIÓN
Cristo sufre voluntariamente y sufre inocentemente. Acoge con su sufrimiento aquel interrogante que, puesto muchas veces por los hombres, ha sido expresado, en un cierto sentido, de manera radical en el Libro de Job. Sin embargo, Cristo no sólo lleva consigo la misma pregunta (y esto de una manera todavía más radical, ya que Él no es sólo un hombre como Job, sino el unigénito Hijo de Dios), pero lleva también el máximo de la posible respuesta a este interrogante. Cristo da la respuesta al interrogante sobre el sufrimiento y sobre el sentido del mismo, el cual está integrado de una manera indisoluble con las enseñanzas de la Buena Nueva.
Esta es la palabra última y sintética de esta enseñanza: "la doctrina de la Cruz", como dirá un día San Pablo. Esta "doctrina de la Cruz" llena con una realidad definitiva la imagen de los antiguos profetas. Muchos lugares, muchos discursos durante la predicación pública de Cristo atestiguan cómo El acepta ya desde el inicio este sufrimiento, que es la voluntad del Padre para la salvación del mundo. Sin embargo, la oración en Getsemaní tiene aquí una importancia decisiva. Las palabras: "Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú"; y a continuación: "Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad", tienen una mayor  elocuencia. Prueban la verdad de aquel amor, que el Hijo unigénito da al Padre en su obediencia.

Y al final Jesús muere abandonado por todos; sus discípulos huyen, los judíos lo desprecian; esa tarde en la cruz colgaba el cuerpo de un ajusticiado, condenado por la justicia humana y rechazado por su pueblo. Parecía que el odio hubiera vencido sobre el amor; el poder sobre la debilidad de un hombre; la tinieblas sobre la luz; la muerte sobre la vida. Aquella tarde cuando las tinieblas cayeron sobre el monte Calvario parecía que todo había terminado y los enemigos de Jesús podían por fin descansar tranquilos. Pero he aquí que en lo más profundo de los acontecimientos, la realidad era distinta. Jesús no era un vencido, sino un triunfador; no lo aprisionaba la muerte, sino que se había liberado de su abrazo mortal; lo que parecía oprobio se transformó en gloria; había vencido la cruz y le había dado un nuevo sentido,  y lo que muchos pensaban que era el fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación. La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse en el trono de gloria, le dio un nuevo sentido de la cruz a nuestras vidas, del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza es ahora una diadema de honor. Al morir Jesús dio otro visión a la muerte, a la vida, al dolor. La muerte de Jesús significó un cambio en la vida de la humanidad. Ese cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque él no aceptó su muerte con la resignación de quien se somete a un destino ineludible, sino como quien acepta una misión de Dios. La muerte de Jesús no solo es un rechazo del abandono de las muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos al desvalido. Su muerte no es solamente un recuerdo que revivimos cada año, sino un llamado a mejorar el mundo, a destruir las estructuras de pecado; a restablecer las condiciones de paz; a construir una sociedad basada en la concordia, la colaboración y la justicia.  A nosotros nos toca hacer que ese grito de desesperación que Jesús pronunció cuando dijo “Padre, por qué me has abandonado” se convierta en el grito de esperanza: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.

ORACIÓN
Señor ayúdanos a llevar un amor semejante al tuyo, que en medio de  nuestra realidad logremos también ofrendar nuestra vida por el bien de otros. Que con el cambio de nuestras actitudes y palabras, podamos ir siendo más radicales en nuestro  servicio, que entendamos el propósito  para el que nos tienes en  este mundo y transformemos las realidades, especialmente las de los más pobres y desvalidos.  Amén 


 “Asumir la cruz con actitud cristiana, es no dejarse llevar por la desesperación sino por el ejemplo de Jesús”

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