sábado, 1 de abril de 2017

ORACIÓN PARA LA PASCUA

Padre de Misericordia que por la acción de tu Espíritu, podamos en esta nueva Pascua recorrer parte del camino del Resucitado, que comienza del Monte de los Olivos y toma muchas direcciones. Que como el Señor, en cada una de estas direcciones podamos ir al encuentro de una nueva cultura y en cada cultura, como Él, ir al encuentro de los pecadores, excluidos y marginados. Que por el mismo Espíritu no sigamos haciendo del mensaje de Jesús más doctrinas y dogmas, teologías y filosofías, sino que podamos hacer de su vida y de su Pascua toda un experiencia de encuentro personal que nos lleva a ser camino de salvación para los otros. Que experimentar tu Resurrección nos haga seguidores(as) activos de tu escuela, y desde ella que es la comunidad ser signo de esperanza y transformación para nuestra sociedad. Que entendamos que seguir hoy a Jesús, es no dejar para mañana nuestra propia resurrección. Que resucitar es cambiar esta pobre existencia, víctima del pecado en una vida nueva, capaz de amar y perdonar. En esta nueva pascua, ven Señor, queremos sentarnos a la sombra de nuestros temores en satisfacciones. Ayúdanos a no temerle más al mundo del mañana. Que no sigamos creyéndole a tantos gurús que nos dicen que la verdadera felicidad o salvación está en el poder político o en las finanzas, o en las técnicas de superación de la nueva era. Despeja, Señor, la noche de nuestras dudas y miedos y haz que el sol “Del tercer día”, es decir el de tu Resurrección, sea la luz perenne de tu existencia. Agudiza, Señor, nuestros oídos, para que sintamos tu paso en nuestra historia, en el clamor y grito de auxilio de todos los que sufren, y con la fresca brisa de la tarde nos recuerde que Tú no estás en el huracán, sino en la tenue llama de esperanza que brilla sin parar en la oscura atmósfera de nuestro mundo, cada vez más contaminado por el egoísmo y la ambición desmedida. Amén.


Leonardo Boff  

RUT Y NOEMÍ

Compartamos esta bella historia de dos mujeres que se encuentran en el camino en un momento de sus vidas y enfrentan vivencias que a la postre las llevan a convertirse en generadoras de vida no solo en el acompañamiento mutuo sino para la familia y la sociedad. La más joven de ellas llamada Rut, cuyo nombre viene del hebreo que significa “compañera fiel”, se casa con el hijo de la mayor llamada Noemí, en hebreo “mi dulzura”, “mi alegría”; generando entre ellas una relación que sobrepasó los límites de sentimientos de nuera y suegra, convirtiéndose en una verdadera amistad, ejemplo para la humanidad y reflejo perfecto del Amor de Dios.
Noemí, mujer israelita, era viuda y tenía dos hijos, Mahlón y Kilión, quienes se casan con Rut y Orfa,  jóvenes del país de Moab, situado al este del mar Muerto, tierras de cultivos fértiles y a donde  había llegado esta madre a buscar el alimento ante la escasez que su pueblo  enfrentaba. A pesar de ser extranjeras fueron tratadas por Noemí con la mayor  cordialidad y amor,  lo que las llevó a respetarla y corresponder su sentimiento. Años más tarde mueren los hijos de Noemí quedando estas tres mujeres sometidas a la viudez, pues el esposo de Noemí ya había fallecido. A partir de ese momento inician un camino juntas. Noemí no quería que la amargura a la que quedó sometida después de la pérdida, primero de su esposo y luego de sus hijos, hiciera daño a sus nueras y les habló liberándolas de todo compromiso, para que mejor se devolvieran a su país de origen, al lado de su familias y de sus dioses. Orfa decide acatar la sugerencia y toma camino de regreso, pero Rut no admite abandonar a su suegra y le responde con la expresión que quedó como ejemplo de lealtad, solidaridad,  amor, amistad y símbolo de entrega, verdadero reflejo de la presencia de Dios en su corazón. “¡No me pidas que te deje y que me separe de ti! Iré a donde tú vayas, y viviré a donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tu mueras, y allí quiero ser enterrada. ¡Que el Señor me castigue con toda dureza si me separo de ti, a menos que sea por la muerte!
La narración  continúa con las bendiciones  de Dios sobre la vida de Rut y desde ella para Noemí. La joven recibe prosperidad económica, pues trabaja con toda dedicación recogiendo gavillas de trigo en los campos  de Booz, pariente del marido de Noemí, hombre rico y poseedor de tierras, quien viendo el comportamiento de Rut, le da la oportunidad de ejercer esa labor. Recibe el favor de Dios en su área sentimental y emocional, pues permite que este hombre se enamore de ella y le brinde un nuevo hogar en cuyo seno y como fruto del amor, llega un hijo que no solo alegra sus vidas sino que este hecho permite la restauración afectiva de Noemí.  Es importante resaltar lo que Dios nos muestra a través de esta historia y que debe quedar para nosotras(os) como punto de reflexión. Dios se nos revela en medio del encuentro directo con los hermanos. Esto quiere decir que el amor entre los seres humanos es el fundamento y prueba de la fe en Dios, lo que significa que es en la aceptación, la tolerancia, el respeto, la solidaridad y entrega donde el Padre Dios se goza y hace presencia, razón por la cual estas mujeres fueron bendecidas y hoy se convierten en un verdadero modelo a seguir.
RUT LA GRAN DISCÍPULA
La heroína de este pasaje bíblico es una mujer, extranjera, pobre y excluida, que al conocer al Dios del pueblo de Israel, lo hace suyo y como resultado se observa su disposición  para solucionar el problema del otro. Su alianza de amistad con Noemí la lleva a rescatar la identidad y el sentido comunitario, la alegría de vivir, la fe, la esperanza y el futuro del pueblo que, sin ser suyo, asume como propio (Rut 4,11-16).
Muy seguramente esta relación pasa por la disposición de Rut para recibir las enseñanzas que Noemí, como mujer hebrea, creyente en su Dios y llena de sabiduría, imparte sobre su nuera. Esta madre y esposa había perdido todo lo que daba sentido y estatus a la vida de una mujer en la sociedad de su tiempo: su esposo y sus hijos. Era ya muy anciana para proveer para sus necesidades, y de ahí que la responsabilidad del cuidado de las dos recayera sobre Rut. Pero la responsabilidad económica no se convierte en una excusa para que Rut pretenda dominar a suegra. Al contrario, Noemí encuentra un nuevo propósito para su vida a través de la joven moabita quien con su amor, dedicación, valentía, determinación y bondad se convierte en instrumento de bendición. La decidida actitud de Rut de perseverar en la bondad se evidencia en la negación ante las peticiones de Noemí de que la dejara. Rut no busca lo suyo, no corre tras sus propios intereses, busca refugio en el Señor, es humilde, como buena discípula aprende a escuchar la voz de Dios y a obedecer su Palabra y expresa coherentemente su pensar y sentir en acciones concretas.  En una sociedad como la nuestra, en la cual afrontamos el dolor, el sufrimiento, la injusticia, la violencia, tiempos críticos, es necesario llenarnos de un amor auténtico y leal, tal como lo hizo Rut, que nos impulse a responder con bien el mal, a perdonar, a no guardar rencor por la ofensa recibida, a no cansarnos siendo bondadosos
¿Qué tal si hoy, tú, mujer llamada a ser generadora de vida, te conviertes en verdadera discípula del Señor imitando estas cualidades que llevaron a la joven moabita a recibir toda clase de bendiciones? ¿Cómo podríamos imitar el amor leal de Rut en la familia, con los amigos y en la comunidad?
NOEMÍ, MUJER SABIA
La decisión tomada por Noemí ante el problema de la escasez que vivía su pueblo, dejándolo todo para buscar solución, muestra lo decidida y valiente y luchadora que puede ser una mujer creyente que confía en su Dios y el proyecto de vida que le va mostrando. Sin embargo la narración nos deja ver que ante las circunstancias vividas hay un momento en que se siente derrotada y llena de amargura, hasta el punto de querer cambiarse su nombre por “Mara” que significa amargura y esta misma razón la que la impulsa a pedirle a sus nueras que se vayan de su lado, pues no tiene nada que ofrecerles. Sin embargo no reniega de su Dios, sufre, pero a pesar de esto es una mujer que sin egoísmo da libertad a sus nueras, que durante el tiempo del compartir les enseña sabiamente sobre el amor de un Dios que no abandona, al Todopoderoso, Bondadoso, Misericordioso que cuida a su pueblo con ternura y compasión, al punto de lograr que Rut quisiera seguir a ese Dios y no a los suyos. Noemí logró mantener viva su fe y por eso Dios le permitió recibir bendiciones a través de su encuentro con Rut. Nosotros deberíamos tener esa misma actitud, sobre todo cuando afrontamos pruebas difíciles, con la plena confianza en nuestro Señor. El ejemplo de Noemí despierta a su alrededor una aceptación tan grande que quienes la rodean pueden ver la bendición de su maravilloso Dios, por eso las mujeres de Belén le dicen ahora a Noemí: “Bendito sea nuestro Dios, que [...] ha venido a ser restaurador de tu alma y uno que nutre tu vejez, porque tu nuera, que de veras te ama, que te es mejor que siete hijos, lo ha dado a luz” (Rut 4:14, 15). La mujer que había regresado a Belén “con las manos vacías” vuelve a estar “llena” (Rut 1:21).
Como necesitamos de modelos como los dejados a través de dos mujeres como Rut y Noemí, que con cualidades de verdaderas discípulas y siervas de Dios conquistaron un mundo que parecía perdido, gracias a la actitud desde lo más profundo del corazón de cada una, a su lealtad, amor, humildad, mansedumbre, diligencia, deseo de servicio y entrega decidida logran cambiar el rumbo de la historia, al ser bendecidas por Dios.
En esta cuaresma Dios nos hace un llamado a reflexionar sobre ¿Cómo estamos en este camino de discipulado?, ¿Cómo está nuestra confianza en Él y en sus proyectos de vida para nosotros?, ¿Cómo estamos viviendo nuestras relaciones con los hermanos?, ¿Seremos leales y amorosos como Rut, generosos y sabios como Noemí? Él quiere que nos dejemos amar, que confiemos en su dirección y acompañamiento.
Es importante entender que llevar la Cruz no significa quedarnos sumergidos en el problema, no es estar sufrientes, deprimidos, asumiendo posturas de derrotados; por el contrario es dar la cara al Resucitado.

Martha Ochoa
 Servidora Comunidad Casa Abierta




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