“LA MISERICORDIA DESDE LA PASCUA DE LA MUJER”
En
este mes, que hablaremos sobre la
Misericordia con rostro de mujer, les invitamos
a reflexionar acerca de la Pascua de la Mujer. Recordemos el origen de
la palabra: “Pascua” cuyo significado es “pasar por encima de” o “saltar por
arriba de”. Por lo tanto, cuando se
habla del Paso de Dios, se está hablando de la Pascua de Dios, y viceversa. Más
aún, se está anunciando el Paso de Dios que apacienta, que lleva a verdes y
frescos pastos (Sal. 23, 2-3) para alimentar, para aliviar, para restaurar:
para salvar. El sentido de la Pascua tiene sus raíces en dos tradiciones: La de
la Pascua Judía, que celebra la salida de Egipto y el paso de la opresión a la libertad del Pueblo Hebreo, Dios que pasa por encima
de los poderes del opresor para liberar a los oprimidos. Y la de la Pascua Cristiana, que celebra el paso de
Jesús, el Cristo, de este mundo al Padre. Y su paso como Salvador o liberador y Señor de la Historia: Dios Pasa Salvando en
Jesús Vivo y Resucitado, persona central de nuestra Pascua; Jesús que es Pascua para
quienes Él ha vuelto a la vida, entonces quienes han vuelto a la vida por Él
son Pascua de Jesús para el mundo.
Reflexionar sobre la
Pascua, es pensar entonces en clave de resurrección: esa fuerza poderosa que se
abre camino y es capaz de re-crear la vida y de imprimir sus huellas en medio
de las realidades más crudas, las circunstancias más difíciles, los dolores más
profundos y las crueldades más oscuras...La resurrección es la Fuerza de la Vida
de Jesús en ti, en mí, en la creación…
MARIA MAGDALENA:
Mujer Pascual
En los
Evangelios quedó registrado uno de los episodios más significativos de ese Paso
de Jesús, el Cristo por la historia. Concretamente por la vida y la
historia de una de sus más amadas
discípulas: María Magdalena. (Juan 20, 1-2
y 11-18).
Los preceptos y leyes
religiosas prohibían casi todo tipo de actividades durante el Sábado, incluidos
los ritos funerarios. Así que María Magdalena debió ir “muy temprano” la mañana
del Domingo; tanto que “aún estaba oscuro”. Cuando María llega a la tumba
descubre que la roca de la entrada había sido removida, y se angustia. Ella en
ese momento no parece siquiera considerar la posibilidad de la Resurrección de
Jesús, simplemente supone que la tumba pudo haber sido robada, saqueada o
profanada con el objetivo de difamar a su Maestro. A su dolor ahora se suma el
horror y la incertidumbre.
María va en busca de
Juan y Pedro, necesitaba como mínimo dos testigos hombres para que su
testimonio fuera válido ante la ley. Quienes llegan y observan, y dice el texto que “Juan regresa con Pedro a
los suyos”. Si hubiesen entendido el
verdadero significado de esa “tumba vacía”, habrían salido a anunciarlo por
todas partes…Pero regresaron, volvieron al mismo punto de donde habían
venido…María, en cambio, permaneció. Ella, igual que ellos, aún no podía
entender lo que estaba pasando, pero permanece en el sepulcro, así como
permaneció con María, la madre de Jesús, y otras mujeres junto a la cruz...Y
permanece con una fe activa, no pasiva, porque es una fe que busca, que
acciona, que la hace “ir a”…Una “fe activa y actuante”.
Qué rotunda evidencia
dejó el Evangelio al registrar cómo, en la Presencia de Dios (la cual el texto
presenta bajo la forma de “dos ángeles”), María Magdalena es escuchada,
consolada y vuelta a la vida!. Como mujeres, es central este momento de
acompañamiento del dolor de la mujer de Magdala, nos debe ser muy liberador y
esperanzador, sobre todo en un mundo que se ha caracterizado por ser sordo a
las necesidades de las mujeres, por excluirlas, por violar sus derechos, por
maltratarlas, esclavizarlas y
violentarlas a causa de su género.
María aún conversaba
con “los ángeles” cuando vio a un hombre que allí también estaba; envuelta en
llanto entabla dialogo con él y de pronto escucha por primera vez su nombre,
aquel hombre la llama: “’¡María!” y reconoce en aquel hombre a Jesús, “¡Él está
Vivo!…Tal vez no había podido reconocerlo porque su dolor y sus lágrimas le
impedían verlo. O quizá porque estaba buscando a Jesús como a un hombre muerto,
y ello le impedía reconocerlo vivo y presente.
Como a María, puede pasarnos que el dolor y las lágrimas lleguen a
enceguecernos, y como ella, tal vez solo vemos lo que esperamos o queremos ver,
pero no lo que necesitamos ver. Aquello
que necesitamos ver puede estar pasando justo
frente a nuestros ojos y que en lo profundo de nuestro ser, no lo
queremos ver, porque somos traicionados(as)
por el miedo, las ansiedades y
las prevenciones: ellas nos paralizan y enceguecen. Tememos a lo desconocido,
quizá porque no nos sentimos preparados(as) para enfrentarlo…Somos como “ciegos
que dicen que ven pero no ven”…Por eso necesitamos soltar nuestros miedos,
abrir nuestra visión a lo inesperado y permitir que Jesús nos sorprenda. María
entonces, abrazada con Amor y ternura en su dolor, y experimentando liberación
y salvación en su angustia, renace a una
nueva manera de vivir: “María es
resucitada”
¿Y TU MUJER, CUÁL ES TU PASCUA?
¿Conoces a
Jesús?. Él está pasando y
toca a la puerta de tu corazón, solo entrará si le invitas. El pasa todo el
tiempo por tu vida, pasó ayer, antes de ayer, la semana pasada, el
último mes; es más, acaba de pasar,
hace un minuto, hace un segundo, ¿te diste cuenta? . Pero ahora quiere
pasar, habitar en tu corazón y quedar contigo, como compañero de camino, si se
lo permites. Su Amor quiere hacer morada en tí, y en la fuerza de ese Amor
podrás ver quién realmente eres, lo valiosa que eres, la poderosa Luz que hay
dentro de tí…La mujeres, somos expertas en los ciclos de la vida, aquellos que
tienen que ver con el dolor y la alegría, con la angustia y la esperanza, con
el nacer y con el morir, Algunos de ellos pueden llegar a estacionarse en
tiempos difíciles de desierto, de hambre, de sed, de soledad...Sin embargo en
todos ellos permanece en nosotras el pulso de la vida; somos portadoras de vida
en el más amplio sentido de la palabra, y aunque la muerte nos rodee, ese pulso
no se agota…Somos expertas en reciclar la amargura y la tristeza en alegría y
esperanza, y seguramente por esa capacidad, María Magdalena permaneció acompañando en la cruz y en el sepulcro a Jesús, como tú los has
hecho. Pero ella tuvo que experimentar el Amor en sí misma, el Amor con
mayúscula, ese que la invitaba a salir de los lugares conocidos y comunes en
donde la cultura y la sociedad la habían puesto. Ese que le permitió
reconocer-ser digna y merecedora de todas las promesas para el Pueblo, porque
ella, como mujer, era Pueblo. El Amor de la libertad, el Amor de la
Reconciliación, el Amor de la Vida Plena, el Amor de la Resurrección. El Amor
del Paso Presente y Salvador de Dios en Jesús que también la invitaba a amarse,
a perdonarse, a re-encontrarse…Solo así podría amar, perdonar y vivir el
encuentro y la reconciliación con los demás. La ser humana más próxima, que más
cerca tienes de ti, eres tú misma.; sólo liberándonos, como Jesús nos
liberó, aprendemos a ser libres y a
soltar…De este modo podremos ser realmente responsables de nuestra vida y
cumplir nuestra misión
¿Cuáles son tus
pasos? ¿Cuáles tus caminos? ¿Cuáles son las huellas que vas dejando? Jesús
quien es Fuerza Vital, Fuente de Vida, la Vida misma, te está invitando a
imprimir huellas de Vida por donde vayas…Así que ¡Levántate mujer magnífica! Renace, vuelve
a vivir, Resucita. Que nada te paralice,
que nada te esclavice, que nada te enceguezca… Suelta tus miedos, rompe con
decisión los lienzos y vendas que aún te atan, y ve a donde tus pies,
impulsados por esa poderosa
Fuerza de la Vida, quieran llevarte.
Está pasando,
es el tiempo, Él te visita y quiere hacer camino contigo, ábrele la puerta.
A veces la vida se nos pasa y otras veces pasamos por la vida,
…Deja de pasar por la vida y permite
que la Vida de Jesús pase por tí…
Dios, que está a tu lado, te escucha, consuela y te
vuelve a la vida y te bendice.
Sandra Patricia González González
Servidora
Comunidad Casa Abierta
ORACIÓN
AL COMENZAR EL DÍA
Señor
y Dios Nuestro al comenzar este nuevo día, te doy muchas gracias, te alabo y
bendigo, por la vida, gracias porque me
permites despertar de nuevo y contemplar un nuevo día. Hoy quiero experimentar
tu presencia amorosa y misericordiosa. Quiero realizar una oración de profunda
confianza y abandono en ti; quiero decirte que creo, confío y espero en Ti, en
tu poder, confieso al inicio de este nuevo día que tu eres el único Dios
verdadero, mi Padre, confieso que
Jesucristo es mi Señor y Salvador, y que el Espíritu Santo es mi gran Defensor,
Santificador y Hacedor de Vida Nueva. Inició este día seguro(a) de que Tú
estarás a mi lado, ayudándome a seguir
luchando, y seguir conquistando, todos mis
sueños e ilusiones. Aunque a veces
Señor, he experimentado momentos difíciles en los que se me ha nublado tu presencia, sabes que muchas
veces he sentido que he perdido el horizonte a causa de las dificultades, sabes
que muchas veces he perdido la esperanza y me he dejado llevar por las
tribulaciones, pero también sabes que
también he puesto mi confianza en ti, porque eres un Dios Bueno que no me
abandonas, por eso hoy te expreso mi fe: Confío plenamente en ti, creo que por
más grandes que sean mis problemas, hoy, tú tienes el poder para levantarme
animarme, sanarme, restaurarme y liberarme; Tú tienes el poder para sostenerme,
para vencer toda dificultad que quiera alejarme de tu compañía. De la mano
contigo quiero caminar en esta nueva Pascua mirando la cruz y el esplendor de
tu resurrección, ayúdame a morir a todo lo que me esclaviza y no me deja vivir
en la plenitud de tu amor. Hazme resucitar por la acción de tu Espíritu a una
nueva manera de ver, pensar, sentir, hablar y construir el mundo, en mi entorno
más cercano. Dame todo lo que requiero para hacer de este día el mejor de
todos, ayúdame a actuar como un verdadero discípulo(a) tuyo(a). Que
experimentando tu bendición, sea hoy un signo de bendición para todos los que
tú vas a colocar en mi camino. Amén.
ORACIÓN
AL FINALIZAR EL DÍA
Amado
Padre Dios, al caer ya la noche de nuevo anhelo buscar de tu presencia, y darte
gracias por todas tus bendiciones y manifestaciones de tu amor que he tenido a
lo largo este día. Como lo hice en esta mañana al iniciar el día, quiero
expresarte mis sentimientos de confianza y abandono en ti. Creo, confió y espero
en ti Señor. Te presento aquellas situaciones o cosas de que alguna manera me
robaron la paz en este día; Tú sabes que muchas veces me desespero y desanimo porque no le encuentro solución a los problemas, por eso te pido, que
al caer ya la noche me regales tu Espíritu y en Él tu fuerza y sabiduría para
hacerle frente a estas adversidades, enséñame a ser cada día más paciente,
valiente y fuerte y a no perder nunca la esperanza y confianza en ti. Te pido
perdón por los errores cometidos en este día, por no dar lo mejor de mí. Regálame
en esta noche un buen descanso, que las dificultades no me roben la tranquilidad
y sosiego que me da el estar en tu bendita presencia. Que bueno poder terminar
este día compartiendo contigo este momento, en que me siento escuchado(a),
animado y restaurado por ti. Permíteme despertar mañana con el impulso de tu
Espíritu Santo en mí, para seguir adelante dando la batalla, siempre animado y
esperanzado en ti. Lléname una vez más de tu Espíritu y de nuevo dame la
sabiduría y la fuerza para enfrentar y vencer el mal que busca alejarme de ti.
Gracias por todo lo vivido a lo largo de este día y por tu bendita compañía,
que me hace sentir seguro para descansar sin miedo en tus manos. Desde ya prepárame
para vivir a plenitud el día de mañana. Te amo, y gracias por todas las
bendiciones que sigo recibiendo de Tí. Amén.
PROMESA
BÍBLICA DEL MES
“Jesús
el Crucificado, ha Resucitado. Marcos
16,6