sábado, 1 de marzo de 2014

Jueves 20 de Marzo de 2014


“CON LA CONFIANZA PUESTA SOLO EN DIOS”

PRIMERA LECTURA
JEREMÍAS 17,5-10

“Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor”

Así dice el Señor: "Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto. Nada más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones." Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
Al  profeta Jeremías le tocó vivir uno de los tiempos más duros del pueblo de Dios, ya sólo quedaba el reino del sur, porque hay que recordar cómo nos lo  cuenta el Antiguo Testamento, se dividieron, en el reino del Norte y el reino del Sur. Pero el reino del norte se  acaba y sólo quedaba el reino del sur que tenía su capital en Jerusalén. Fue desastroso lo que tuvo que vivir Jeremías, le tocó primero anunciar y luego padecer el destierro. Vino un pueblo cruel, el pueblo de los caldeos, y se llevó al destierro a los habitantes del reino del sur, también llamado reino de Judá, (de allí viene la palabra “judío”).
Incendiaron, saquearon, violaron y se llevaron al destierro lo mejor de la raza de Judá y Jeremías tuvo que vivir este terrible drama, tuvo que anunciarlo, tuvo que ver la terquedad del pueblo que no se convertía y luego  padecer los efectos de semejante desastre.  A Jeremías se le atribuye  el libro que lleva su nombre  y el de  las Lamentaciones; así  Jeremías de muchos modos expresó la tristeza y el dolor por el destierro,  ya que  fue lo más humillante,  lo más triste, lo más duro que tuvo que vivir, él con el pueblo de Dios.
¿Pero qué sacó Jeremías de ese desastre, de esa calamidad? A parte de las lamentaciones, a parte de las lágrimas, ¿qué sacó Jeremías de ahí? Jeremías nos va enseñar  cómo asumir, como enfrentar  el dolor, la tragedia y el desierto, nos muestra y nos dice que Dios no deja de ser Dios aunque tengamos dolor y tristeza.
Las palabras de Jeremías  en este texto son duras porque la vida le llevo a hablar así su vivir  fue muy duro: “Maldito quien confía en el hombre y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor”, "Maldito quien confía en el hombre apartando del Señor su confianza" Jeremías 17,5.  Jeremías  se dio cuenta de que aquellas personas que se apartan de Dios y creen que porque tienen amigos o porque pertenecen a este grupo, a este partido o a ese reino, que ya con eso tienen, esas personas traen las peores calamidades para ellas mismas y para su pueblo.
Pero Jeremías no se queda maldiciendo. Si dijo esa palabra tan dura es porque había visto que todos los causantes de la tragedia de su pueblo, habían sido la gente que había apartado su corazón de Dios, que se habían olvidado de Él y que habían buscado solamente alianzas con los seres humanos.
Y el ser humano es débil, se cansa, miente, traiciona, es infiel. Jeremías no se queda en la palabra de maldición, tiene una palabra de bendición: “Bendito quien confía en el Señor” Jeremías 17,7. Estas palabras valen mucho porque salieron de un corazón que pasó por la violencia, por la barbarie, por la crueldad, por las lágrimas, por el hambre, por la sangre.
Que una persona diga cosas bonitas porque ha tenido una vida feliz e ideal,  una vida de algodón, una vida de burbujas, no es extraño, pero la vida de Jeremías no fue así, fue una vida con dolor hasta  el extremo, de ver las cosas terribles  a causa del hambre, de la guerra y del odio. Y este hombre que pasó por todas esas cosas, tiene una bendición en el corazón. “Bendito, bendito quien confía en el Señor”.  Así como el metal se acrisola en el fuego, así también el corazón humano se vuelve oro puro cuando ha pasado por el sufrimiento y conserva su confianza en Dios.
Entonces, ese metal es oro puro, entonces esa persona es verdaderamente fiel, es verdaderamente amiga de Dios. Y eso fue lo que vivió Jeremías.
En este tiempo de Cuaresma, la iglesia que es Madre, quiere que nosotros nos alimentemos con los ejemplos que valen la pena,  que nosotros nos corrijamos, nos sanemos y nos alimentemos con el testimonio de estos hombres verdaderamente grandes. Y la grandeza de Jeremías fue mantenerse agarrado de  Dios, abrazado de Dios, poniendo su confianza en Dios, aunque todo se derrumbara.
El pecado realmente es  darle la espalda a Dios, es no creerle a Dios, es apartarse de Él, el enemigo en últimas, nos hace creer que nuestra felicidad, nuestro poder, que nuestra vida no nos la va a dar Dios, sino otros.  
 Hoy la invitación es: “Vamos a  creerle a Dios, vamos a poner nuestra confianza en Dios, a traer nuestro corazón y a traer los corazones de nuestros hermanos para que se depositen en Dios". Toda persona que descarga su corazón en Dios, descubre que hay vida, que hay gracia, que hay perdón,  siente la amistad, la sonrisa, el abrazo, el cuidado, el amor de Dios y cada persona que sienta eso se convierte en una fuente de amor, en una raíz de paz, en el comienzo de un mundo nuevo según la voluntad del Señor.
Sigamos  entonces el camino de la Cuaresma, traigamos nuestro corazón e invitemos a otros, traigamos el corazón de este pueblo, el de nuestra familia, y  pongámoslo sobre el altar, que allí junto al corazón de Jesucristo, y lleno de amor, recibiremos el Espíritu de Dios que nos transforma y que hará nacer en nosotros un tiempo nuevo.
SALMO RESPONSORIAL: 1
R. / Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.


Dichoso el hombre / que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 16,19-31

“Recibiste tus bienes, y Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle la llagas.

Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.""  Palabra del Señor.


REFLEXIÓN
El abismo entre ricos y pobres es cada vez más grande. Mientras un puñado de hombres, los más ricos y poderosos de la tierra, viven en la opulencia, millones de seres humanos se debaten entre el hambre y la miseria. Esta parábola de Jesús -el rico Epulón y Lázaro- es quizá la más dura, profética y subversiva. Refleja la realidad de los tiempos de Jesús en que muchos terratenientes y aristócratas (herodianos y saduceos) de Jerusalén y de Palestina vivían y se enriquecían a costa de los campesinos, pescadores, pastores y labriegos, que cada vez eran más pobres a causa de las cargas de impuestos que, tanto el templo como el imperio romano, les imponían. En el proyecto de Jesús, el Reino, esta realidad es insostenible. La equidad, la justicia social, la solidaridad y la comunión de bienes son valores fundamentales que sostienen su proyecto. El rico, que se obstina en su poder y en sus riquezas, no puede “entrar en el Reino”, ya que ha hecho del dinero y del prestigio su propio reino, mantenido por la codicia, la ambición y el egoísmo. – Nuestros pueblos tendrán que seguir trabajando para que el proyecto de igualdad del Reino de Dios se haga realidad en la humanidad.

ORACIÓN
Señor nuestras debilidades afectivas y emocionales nos pueden llevar a poner en el centro de la vida a otras personas, animales o cosas, apartándote a ti del corazón. Te pedimos que no nos permitas ante poner nada que no seas Tú en nuestra vida, solo en ti debemos colocar la confianza y el sentido de la existencia, para caminar en tu  amor y al final podamos volver a ti, plenamente, porque te tuvimos como centro en nuestra vida terrena. Amen

“Si Dios lo dice, yo lo creo y si yo lo creo, Él lo hace”

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