“LA LLAVE DEL REINO”
PRIMERA LECTURA
1PEDRO 1,3-9
“No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; creéis en él, y os alegráis
con un gozo inefable”
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran
misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha
hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible,
pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios nos
custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento
final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en
pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro,
que, aunque perecedero, lo aquilatan al fuego- llegará a ser alabanza y gloria
y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo
amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y
transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Iniciamos este tiempo con la primera de carta de San Pedro,
la cual tiene la estructura de una enseñanza para la gente que acaba de empezar
una vida cristiana, para los recién nacidos en la fe, pero
también está dirigida para nosotros mismos que también hemos tenido
una nueva experiencia en Pentecostés, nuestro nuevo renacimiento a la fe.
El apóstol Pedro en esta introducción nos habla de 5 cimientos
fundamentales en nuestro renacer de la vida cristiana: el primer cimiento
es la misericordia de Dios, se refiere a la generosidad de Dios para con
nosotros, que a pesar de nuestro actuar, de nuestra indiferencia, de nuestra
indignidad, nos envió a su Hijo para salvarnos. El segundo cimiento es
la Resurrección de Jesús; la Resurrección es la confirmación de que
nuestros propósitos y sueños en Dios tienen sentido. El tercer cimiento
es la Vida Nueva, de un nacer de nuevo pero en el Espíritu Santo,
es Él el motor interior de nuestra vida, por Él recibimos un
nuevo impulso, por Él nuestros ojos tienen una mirada diferente,
por Él gustamos de hacer el bien y por Él perseveramos en vivir como Dios
quiere. El cuarto cimiento es la Esperanza viva, esperanza de una herencia, de
la certeza del cielo, la esperanza en las grandes promesas de Dios. No
dependemos del mundo, sino dependemos de Dios. Tenemos la mirada en el cielo
pero con los pies en la tierra. Y el último cimiento es la Fuerza
de Dios que nos custodia en la fe y nos sostiene en nuestro día a
día.
SALMO RESPONSORIAL: 110
R. / El Señor recuerda siempre su alianza.
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman. R.
Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles. R.
Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza;
la alabanza del Señor dura por siempre. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este salmo hacía parte de las ceremonias en que Israel renovaba su
Alianza con Dios. La realidad de la Alianza tenía entonces una extraordinaria
carga de afectividad y seguridad: admirable pensar que el Todopoderoso se haya
aliado "por amor" con el pueblo de Israel. ¡Qué responsabilidad también!
El Dios con quien se hacía la Alianza no era un cualquiera, sino el Dios de la
vida, el creador de la naturaleza y del hombre, cuyas "Leyes" se
debían respetar.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 10,17-27
“Vende lo que tienes y sígueme”
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno
corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para
heredar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas
bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás,
no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás,
honra a tu padre y a tu madre." Él replicó: "Maestro, todo eso lo he
cumplido desde pequeño." Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:
"Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dales el dinero a los
pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, luego sígueme." A estas
palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil les
va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!" Los discípulos se
extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: "Hijos, ¡qué difícil les es
entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil
le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el
reino de Dios." Ellos se espantaron y comentaban: "Entonces, ¿quién
podrá salvarse?" Jesús se les quedó mirando y les dijo: "Es imposible
para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El joven del evangelio que reflexionamos hoy, tiene todos los
bienes que le aseguran una vida de satisfacciones en el mundo, cumple con los
mandamientos y sin embargo siente que algo le falta. Busca en Jesús una
plenitud que sus tesoros no le dan. Pero tiene el corazón atado a sus riquezas
y no puede entender que la vida que busca comienza por hacer espacio dentro
suyo para que pueda ser llenado de hermandad, igualdad y solidaridad con los
pobres, es decir de otros bienes que el dinero no compra. El Señor lo invita a
aligerar el equipaje para entrar en la comunidad de hermanos que lo han dejado
todo para seguirlo. Vender los bienes acumulados y darlos a los pobres era la
condición para iniciar una vida de igualdad. La salvación viene de Dios que la
da gratuitamente, pero hay que despojar el corazón de ese apego a la riqueza
que hace pensar que la vida está asegurada por los bienes que se poseen.
Aprendamos a poner nuestra confianza en Dios y a abandonarnos con serenidad en
sus manos llenas de ternura.
ORACIÓN
Por favor Señor no nos des riquezas ni pobreza, concédenos la ración de
pan de cada día, lo necesario para vivir con dignidad, pues la abundancia nos
puede llevar a perder la cabeza, apartarnos de ti y de tu proyecto comunitario.
Que buscando tu tierna mirada estemos dispuestos(as) a seguirte
ligeros(as) de equipaje y con el gozo de tu compañía. Amén
“Dios nos invita a seguirlo en libertad y amor y es quien puede
concedernos un corazón desprendido de apegos y generoso en el servicio y la
entrega”
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