Martirio de San Juan Bautista
“TESTIMONIO HEROICO”
PRIMERA LECTURA
JEREMÍAS 1, 17-19
“Diles que yo te mando. No les tengas miedo”
En aquellos días recibí esta palabra del Señor: "Ciñete los lomos,
ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te
meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de
hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y
príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán
contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte."
Oráculo del Señor. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Al celebrar hoy la memoria y discipulado de Juan el Bautista,
reflexionamos en la primera lectura en torno al llamado del profeta Jeremías.
Dios afirma que Él es que primero ve, luego escoge y tercero llama a su
profeta, aunque éste y casi todos ponen una excusa y dificultad a ese llamado;
pero Dios no se desanima y ante los obstáculos que encuentra a su llamado lo
sigue buscando, lo confirma, y le promete su asistencia y compañía permanente,
aún en medio de los ataques y las dificultades. Dios aparece en el texto como
quien quiere comunicar a su pueblo y a todas las naciones su voluntad y sus
planes de salvación. El profeta es el corazón de Dios en medio de su pueblo, es
presentado como el instrumento y la boca de este mismo Dios, (vocero). Pero, al
mismo tiempo, como una persona plenamente humana, llena de debilidad y de
miedos y que necesita sentir la fuerza y la ayuda de Dios en su vida.
De la misma manera el cristiano está llamado a tomar conciencia, cada
vez más, de su condición de hijo de Dios, de comunicar con valentía a
todos los hombres y mujeres el mensaje del anuncio de la Buena Noticia, pero
también la denuncia de todo lo que vaya en contra del proyecto de
Dios.
SALMO RESPONSORIAL 70
R. / Mi boca contará tu auxilio
A ti, Señor , me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame. R.
Sé tu mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú mje sostenías. R.
Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.
OREMOS CON EL SALMO
El salmista apela a su larga experiencia de anciano para expresar, en
medio de la aflicción, su confianza inalterable en la ayuda del Señor. Él
quiere dejar un testimonio de la gracia de Dios a las generaciones venideras.
Mezcla la petición con la acción de gracias.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 6,17-29
“Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el
Bautista”
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido
en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con
Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito
tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en
medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que
era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba
desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a
sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de
Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le
dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró:
"Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella
salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La madre le contestó:
"La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a toda
prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en una
bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero,
por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a
un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo
la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a
su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo
enterraron. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El Bautista derrama su sangre por ser fiel a los valores de la
conversión que prepararon el camino del Mesías y que predicó sin descanso hasta
ser encarcelado por los vicios de Herodes. La muerte violenta del Bautista nos
es presentada por el evangelista para recordar la suerte que le espera a Jesús
y a sus discípulos. Su misión, como la de Juan, acarreará la hostilidad, la
persecución e incluso el martirio. Cuando trabajamos con una conciencia limpia
por fomentar la verdad, ser defensores de los derechos de Dios y de su gloria,
que el hombre tenga vida plena, haciendo frente a las fuerzas oscuras de los poderosos
y violentos, estamos expuestos a correr la misma suerte de Juan el Bautista y
de nuestro Salvador. Sin embargo, se nos recuerda también que no debemos tener
miedo pues el Señor estará con nosotros en todo momento y resonando el mensaje
feliz e invaluable de la resurrección. Muestra en tu vida un comportamiento
verdaderamente cristiano.
ORACIÓN
Señor, necesitamos fortalecer nuestro carácter y ayudar al prójimo, a
fortalecer el suyo, pues ser débil lleva a la división y ruptura interior y a
generar acciones de muerte, odio y confusión. Señor dolorosamente la historia
de Herodes se repite hoy, pues la Palabra dada por los
“importantes” es de más valor que la vida del pobre, del campesino humilde y
honesto, de la persona que hace su trabajo con responsabilidad. Ayúdanos Señor
a mantenernos en tus principios sin perder nuestro norte que eres tú, y vivir siempre sostenidos en fe.
Amén.
“Hay quienes arriesgan su vida en lugares y situaciones difíciles pero
mantienen su fe”
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