“JESÚS ES EL UNGIDO, EL HIJO DE DIOS, Y LO RECONOCEMOS EN LA CRUZ”
PRIMERA LECTURA
ISAÍAS 50, 5-9ª
Ofrecí la espalda a los que me apaleaban
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la
espalda a los que me aplastaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me
tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía
los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no
quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos
juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me
ayuda, ¿quién me condenará?. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El profeta Isaías nos enseña que
el camino de la justicia, de la misericordia y la solidaridad no es un idílico
sendero tapizado de pétalos de rosas. La persona que opta por la verdad y la
equidad debe prepararse para el conflicto en una sociedad injusta. Basta leer
el evangelio para verificar que ésta es la realidad de Jesús, su opción y su
El camino a
Jerusalén estaba plagado de dificultades, incertidumbres y ambigüedades. Una de
ellas, era la incapacidad del grupo de discípulos para reconocer la identidad
de Jesús. Aunque él había demostrado a lo largo del camino que su interés no
era el poder, en ninguna de sus variedades, sino el servicio, en cualquiera de
sus formas, sin embargo, sus seguidores se empeñaban en hacerse una imagen
triunfalista de su Maestro. Jesús, entonces, debió recurrir a palabras duras
para poner en evidencia la falta de visión de quienes lo seguían. Pedro, Juan y
Santiago, líderes del grupo de Galilea, siguen aferrados a la ideología del
caudillo nacionalista o del místico líder religioso y no descubren en Jesús al
«siervo sufriente» que había anunciado el profeta Isaías.
SALMO RESPONSORIAL: 114
R./Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco. R.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre el Señor,
"Señor, salva mi vida." R.
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó R.
Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida. R.
OREMOS CON EL SALMO
Alguien que ha experimentado la protección divina en una grave aflicción
da gracias al Señor por su bondad y proclama ante la comunidad los beneficios
recibidos de Dios. Nuestra eucaristía es la acción de gracias de los
hijos e hijas de Dios y de la comunidad por los beneficios recibidos mediante
Cristo.
SEGUNDA LECTURA
SANTIAGO 2, 14-18
“La fe, si no tiene obras, está muerta”
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene
obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana
andan sin ropa y faltos de alimento diario, y que uno de vosotros les dice:
"Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago", y no le dais lo
necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene
obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: "Tú tienes fe, y yo tengo
obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi
fe." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Cuando
los cristianos se propusieron la transformación del mundo esclavista, inhumano
y violento que había impuesto el imperio romano, no comenzaron su labor
apelando al hambre de la gente, ni a sus deseos de «acabar con los opresores
romanos», sino que apelaron a la conciencia. En efecto, los discursos que
prometen remediar el hambre, sólo son efectivos en la medida en que la
carencia, la desprotección y el abandono son vistos como injusticias. De lo
contrario, no pasan de ser una búsqueda de satisfacciones inmediatas y poco
duraderas. Lo mismo ocurre con el deseo de derrocar a los poderosos del imperio
y colocar allí a la gente del pueblo. Al poco tiempo, los líderes se llenan de
ambiciones y se convierten en tiranos implacables. La única alternativa que queda
y de la cual nos habla la carta de Santiago, es la frágil dignidad humana. Si
la comunidad no está dispuesta a transformar en su interior toda esa realidad
de muerte, miseria y marginación, es inútil que se proponga transformarla
afuera. La solidaridad de la comunidad no sólo es un camino para remediar la
injusticia en «pequeña escala», es una alternativa de vida. La solidaridad de
una comunidad nos permite descubrir que «otro mundo es posible» y que el
destino no está atado a la destrucción y la barbarie. La fe cristiana no es tal
si se contenta con mirar, desde la barrera, la injusticia, la desigualdad, la
opresión a que son sometidas tantas personas.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 8, 27-35
“Tú eres el Mesías. . . El Hijo del hombre tiene que padecer mucho”
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de
Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice
la gente que soy yo?" Ellos le contestaron: "Unos, Juan Bautista;
otros, Elías; y otros, uno de los profetas." Él les preguntó: "Y
vosotros, ¿quién decís que soy?" Pedro le contestó: "Tú eres el
Mesías." Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a
instruirlos: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser
condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar a los tres días." Se lo explicaba con toda claridad. Entonces
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a
los discípulos, increpó a Pedro: "¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú
piensas como los hombres, no como Dios!" Después llamó a la gente y a sus
discípulos, y les dijo: "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la
salvará." Palabra del Señor.
REFLEXION
Hace ocho días poníamos en las manos de Jesús todas nuestras debilidades
para que Él, como Alfarero maravilloso, reconstruyera nuestra vida y
siguiera haciendo con nosotros una nueva creación. La lectura del
evangelio de Marcos (8,27-35) de hoy nos permite continuar este proceso y
madurar en la fe. En efecto, sanados los ojos para ver, los oídos para escuchar
y los pies para caminar sin tropiezos, podemos seguir el camino de la vida con
Jesús o detrás de Jesús, como discípulos en su Escuela. Jesús va adelante como
guía y nosotros seguimos sus pasos. Pero en ese caminar Él se
detiene a preguntar qué piensan de Él los hombres de nuestra época y que
afirmamos nosotros de Él. Es la oportunidad, entonces, de escuchar diferentes
pareceres del hombre actual sobre Jesús pero también de ofrecer al mundo nuestro
propio testimonio sobre el Señor. Los dos asuntos van de la mano y son una
manera de vivir como discípulos de Jesús.
¿Estamos atentos a lo que tantos hombres y mujeres de nuestra época
piensan y sienten de Jesús?, ¿Descubrimos en ellos y en sus necesidades una
búsqueda del verdadero rostro de Dios?, ¿Somos capaces de acoger en
muchos un testimonio vivo de Dios y en otros un hambre fuerte de
salvación y plenitud?. Pero también, ¿Cuál es el testimonio que damos de Jesús
al que nos pregunta por Él?, ¿Quién es Jesús para nosotros?. Hoy es la
oportunidad para decírselo en oración y en la profesión de fe. El discípulo que
sigue al Maestro ha de saber a quién sigue y porqué lo sigue si quiere que su
fe madure. Tal es el sentido de la respuesta de Pedro a Jesús: ¡Tú eres el
Mesías¡.
Con todo, a Jesús hay que seguirlo y aceptarlo en todo su misterio, en
toda su realidad de salvación. Por eso, al testimonio de fe sigue el anuncio de
lo que será su vida para nosotros. Una vida de entrega, de sufrimiento y de
muerte, pero también una realidad de victoria y de resurrección. Es el misterio
de Pascua, y a ella no se llega sin pena y sin esfuerzo, sin dolor y sin
lágrimas.
Pedro no lo entiende, a pesar de que el Señor lo expone con claridad;
por eso se lo lleva aparte y quiere proponerle a Jesús un camino diferente para
conquistar la vida. Pero Jesús reacciona y, tanto a Pedro como a nosotros, nos
vuelve a la realidad de discípulos: de Él hemos de aprender que no hay ganancia
sin pérdida, no hay salvación sin despojo y negación de uno mismo. Para ganar
hay que saber perder, para vivir en plenitud hay que saber morir al egoísmo y
al desamor, para estar con Jesús Resucitado hay que acompañarlo hasta la
cruz. Tu fe, sin obras concretas de esfuerzo, sacrificio y generosidad,
no tiene ningún sentido. Creer en Jesús Resucitado es aceptarlo también en la
cruz y en la muerte. Si pensamos seguir a Jesús en su victoria y en su Pascua,
tenemos que seguirlo en su entrega y en su muerte.
Amado Dios, gracias porque en este día podemos comprender que el amarte
y seguirte nos da fuerza para hacer llevaderas nuestras cargas, por favor haz
que nosotros renunciemos a nuestras pretensiones egoístas, que carguemos con
nuestra propia cruz, que te sirvamos, para ser capaces de amar, esperar y creer
sin límites. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Elsa Piñeros en su
cumpleaños. Amén.
“Los cristianos que hoy necesita el mundo son los
que dan la vida por amor como lo hizo en la cruz Jesucristo”
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