miércoles, 1 de septiembre de 2021

Domingo 12 de Septiembre de 2021

 

 “JESÚS ES EL UNGIDO, EL HIJO DE DIOS, Y LO RECONOCEMOS EN LA CRUZ”

 

PRIMERA LECTURA

ISAÍAS 50, 5-9ª

 

Ofrecí la espalda a los que me apaleaban

 

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me aplastaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN  

El profeta Isaías nos enseña que el camino de la justicia, de la misericordia y la solidaridad no es un idílico sendero tapizado de pétalos de rosas. La persona que opta por la verdad y la equidad debe prepararse para el conflicto en una sociedad injusta. Basta leer el evangelio para verificar que ésta es la realidad de Jesús, su opción y su

 

El camino a Jerusalén estaba plagado de dificultades, incertidumbres y ambigüedades. Una de ellas, era la incapacidad del grupo de discípulos para reconocer la identidad de Jesús. Aunque él había demostrado a lo largo del camino que su interés no era el poder, en ninguna de sus variedades, sino el servicio, en cualquiera de sus formas, sin embargo, sus seguidores se empeñaban en hacerse una imagen triunfalista de su Maestro. Jesús, entonces, debió recurrir a palabras duras para poner en evidencia la falta de visión de quienes lo seguían. Pedro, Juan y Santiago, líderes del grupo de Galilea, siguen aferrados a la ideología del caudillo nacionalista o del místico líder religioso y no descubren en Jesús al «siervo sufriente» que había anunciado el profeta Isaías.


SALMO RESPONSORIAL: 114

R./Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

 

Amo al Señor, porque escucha

mi voz suplicante,

porque inclina su oído hacia mí

el día que lo invoco. R.

 

Me envolvían redes de muerte,

me alcanzaron los lazos del abismo,

caí en tristeza y angustia.

Invoqué el nombre el Señor,

"Señor, salva mi vida." R.

 

El Señor es benigno y justo,

nuestro Dios es compasivo;

el Señor guarda a los sencillos:

estando yo sin fuerzas, me salvó R.

 

Arrancó mi alma de la muerte,

mis ojos de las lágrimas,

mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor

en el país de la vida. R.

 

OREMOS CON EL SALMO 

Alguien que ha experimentado la protección divina en una grave aflicción da gracias al Señor por su bondad y proclama ante la comunidad los beneficios recibidos de Dios. Nuestra  eucaristía es la acción de gracias de los hijos e hijas de Dios y de la comunidad por los beneficios recibidos mediante Cristo.

 

SEGUNDA LECTURA

SANTIAGO 2, 14-18

 

“La fe, si no tiene obras, está muerta”

 

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos de alimento diario, y que uno de vosotros les dice: "Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago", y no le dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: "Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Cuando los cristianos se propusieron la transformación del mundo esclavista, inhumano y violento que había impuesto el imperio romano, no comenzaron su labor apelando al hambre de la gente, ni a sus deseos de «acabar con los opresores romanos», sino que apelaron a la conciencia. En efecto, los discursos que prometen remediar el hambre, sólo son efectivos en la medida en que la carencia, la desprotección y el abandono son vistos como injusticias. De lo contrario, no pasan de ser una búsqueda de satisfacciones inmediatas y poco duraderas. Lo mismo ocurre con el deseo de derrocar a los poderosos del imperio y colocar allí a la gente del pueblo. Al poco tiempo, los líderes se llenan de ambiciones y se convierten en tiranos implacables. La única alternativa que queda y de la cual nos habla la carta de Santiago, es la frágil dignidad humana. Si la comunidad no está dispuesta a transformar en su interior toda esa realidad de muerte, miseria y marginación, es inútil que se proponga transformarla afuera. La solidaridad de la comunidad no sólo es un camino para remediar la injusticia en «pequeña escala», es una alternativa de vida. La solidaridad de una comunidad nos permite descubrir que «otro mundo es posible» y que el destino no está atado a la destrucción y la barbarie. La fe cristiana no es tal si se contenta con mirar, desde la barrera, la injusticia, la desigualdad, la opresión a que son sometidas tantas personas. 

LECTURA DEL EVANGELIO

MARCOS 8, 27-35

 

“Tú eres el Mesías. . . El Hijo del hombre tiene que padecer mucho”

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos le contestaron: "Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy?" Pedro le contestó: "Tú eres el Mesías." Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días." Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: "¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!" Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará." Palabra del Señor.

 

REFLEXION

Hace ocho días poníamos en las manos de Jesús todas nuestras debilidades para que Él, como Alfarero maravilloso,  reconstruyera nuestra vida y siguiera haciendo con nosotros una nueva creación.  La lectura del evangelio de Marcos (8,27-35) de hoy nos permite continuar este proceso y madurar en la fe. En efecto, sanados los ojos para ver, los oídos para escuchar y los pies para caminar sin tropiezos, podemos seguir el camino de la vida con Jesús o detrás de Jesús, como discípulos en su Escuela. Jesús va adelante como guía  y nosotros  seguimos sus pasos. Pero en ese caminar Él se detiene a preguntar qué  piensan de Él los hombres de nuestra época y que afirmamos nosotros de Él. Es la oportunidad, entonces, de escuchar diferentes pareceres del hombre actual sobre Jesús pero también de ofrecer al mundo nuestro propio testimonio sobre el Señor. Los dos asuntos van de la mano y son una manera de vivir como discípulos de Jesús.

¿Estamos atentos a lo que tantos hombres y mujeres de nuestra época piensan y sienten de Jesús?, ¿Descubrimos en ellos y en sus necesidades una búsqueda del verdadero rostro de Dios?, ¿Somos  capaces de acoger en muchos un testimonio vivo de Dios y en otros  un hambre fuerte  de salvación y plenitud?. Pero también, ¿Cuál es el testimonio que damos de Jesús al que nos pregunta por Él?, ¿Quién es Jesús para nosotros?. Hoy es la oportunidad para decírselo en oración y en la profesión de fe. El discípulo que sigue al Maestro ha de saber a quién sigue y porqué lo sigue si quiere que su fe madure. Tal es el sentido de la respuesta de Pedro a Jesús: ¡Tú eres el Mesías¡.

Con todo, a Jesús hay que seguirlo y aceptarlo en todo su misterio, en toda su realidad de salvación. Por eso, al testimonio de fe sigue el anuncio de lo que será su vida para nosotros. Una vida de entrega, de sufrimiento y de muerte, pero también una realidad de victoria y de resurrección. Es el misterio de Pascua, y a ella no se llega sin pena y sin esfuerzo, sin dolor y sin lágrimas.

Pedro no lo entiende, a pesar de que el Señor lo expone con claridad; por eso se lo lleva aparte y quiere proponerle a Jesús un camino diferente para conquistar la vida. Pero Jesús reacciona y, tanto a Pedro como a nosotros, nos vuelve a la realidad de discípulos: de Él hemos de aprender que no hay ganancia sin pérdida, no hay salvación sin despojo y negación de uno mismo. Para ganar hay que saber perder, para vivir en plenitud hay que saber morir al egoísmo y al desamor, para estar con Jesús Resucitado hay que acompañarlo hasta la cruz.  Tu fe, sin obras concretas de esfuerzo, sacrificio y generosidad, no tiene ningún sentido. Creer en Jesús Resucitado es aceptarlo también en la cruz y en la muerte. Si pensamos seguir a Jesús en su victoria y en su Pascua, tenemos que seguirlo en su entrega y en su muerte.   

 ORACIÓN

Amado Dios, gracias porque en este día podemos comprender que el amarte y seguirte nos da fuerza para hacer llevaderas nuestras cargas, por favor haz que nosotros renunciemos a nuestras pretensiones egoístas, que carguemos con nuestra propia cruz, que te sirvamos, para ser capaces de amar, esperar y creer sin límites. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Elsa Piñeros en su cumpleaños. Amén.   

 

“Los cristianos que hoy necesita el mundo son los que dan la vida por amor como lo hizo en la cruz Jesucristo”

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