lunes, 1 de julio de 2019

Domingo 14 de Julio de 2019


“LA LEY DEL AMOR MISERICORDIOSO”

PRIMERA LECTURA
DEUTERONOMIO 30, 10-14

“El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo”

Moisés habló al pueblo, diciendo: "Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma.  Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda, ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir: "¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?"; ni está más allá del mar, no vale decir: "¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?" El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo." Palabra de Dios.

REFLEXION
Las lecturas de hoy nos invitan a poner orden en el corazón y en la vida. Se trata de descubrir o redescubrir qué va primero y a qué debemos darle mayor atención y cuidado. Con lo cual también encontramos un canal para dar cauce a nuestras fuerzas y un camino para alcanzar lo que deseamos ser. Una mente dispersa o un corazón dividido no acertarán con la meta. Una voluntad inconstante deshará hoy lo que hizo ayer y empezará mañana lo que hoy dejó atrás. ¿Tiene algo de extraño que la vida se pase de manera estéril y vacía para quien vive de tal manera? La única respuesta es: orden. Necesitamos darle orden a nuestro tiempo, esfuerzos, deseos, proyectos.

El orden del que aquí hablamos no es una imposición exterior. No es algo lejano que cae sobre nosotros como un simple agregado. Moisés nos dice en la primera lectura de hoy: "todos mis mandamientos están muy a tu alcance: en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos." La ley del Señor no se parece entonces a las leyes que nosotros conocemos o aprobamos en las cámaras legislativas; no es un acuerdo entre intereses humanos ni el resultado de los números de una votación, que hoy ordenan algo y mañana lo contrario, dependiendo del juego de los partidos políticos o incluso de las campañas de publicidad. Podemos decir que la ley del Señor brota de lo que somos: de hecho, él mismo la ha puesto en nosotros, y podemos sentir su dirección si hacemos silencio y buscamos con total honestidad escuchar eso que llamamos la voz de la conciencia. Una ley así entendida es un camino de libertad, cuya única obligación es la fidelidad a lo mejor de lo que hay en nosotros, y que viene de Dios.

SALMO RESPONSORIAL: 68
R./ Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Mi oración se dirige a ti, Dios mío,
el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R.

Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R.

Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R.

El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella. R.

OREMOS CON EL SALMO
Este salmo es una lamentación de profunda emotividad de alguien que sufre diversas aflicciones y clama a Dios para que lo socorra a él personalmente y a todo el pueblo. Y es citado frecuentemente en el Nuevo Testamento, que lo entiende como referido a Cristo, el Justo Sufriente por excelencia, que confía plenamente en Dios. Todas las personas podemos entonar las palabras de este salmo porque de una manera o de otra, participamos en distintas dimensiones del misterio del sufrimiento humano, pero solo en comunión y plena confianza en El encontraremos la paz y las respuestas.

SEGUNDA LECTURA
COLOSENSES 1, 15-20

“Todo fue creado por Él y para Él”

Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por Él y para Él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Dios, pues, quiere reinar no sólo externamente, como decir en las obras que hacemos, sino sobre todo, interiormente: en el "corazón," según la terminología común de la Biblia. Hay que aclarar que este "corazón" no es solamente lugar de los sentimientos, como suele decirse y entenderse en nuestra cultura. En el corazón se toman decisiones, se hacen proyectos, se recuerdan y meditan los hechos, se busca el sentido de las palabras. En la medida en que Dios toma el primer lugar en el corazón todo nuestro ser adquiere orden, sentido y belleza en él. Si nos ordena que le amemos no es por una deficiencia suya sino por amor a nuestro bien, que sólo puede ser alcanzado amándole a él en primer lugar.

Este "primer lugar" lo expresa Pablo con otra imagen tomada del cuerpo humano. Esta vez es Cristo como "cabeza," del cual escribe este apóstol: "Él existe antes que todas las cosas, y todas tienen su consistencia en él." Así entendemos que la vida fundada en Cristo logra solidez en el cimiento verdadero pues "Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud y por Él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y de la tierra."

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 10, 25-37

“¿Quién es mi prójimo?”

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?"  Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?"
Jesús dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que practicó la misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tú lo mismo." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
La mentalidad judía del tiempo de Jesús, absorbida por el legalismo, se había convertido en una conciencia fría, sin calor humano, a la que no le importaban las necesidades ni los derechos del ser humano. Solo se hacía lo que permitía la estructura legal y rechazaba lo que prohibía dicha estructura. El legalismo impuesto por la estructura religiosa era la norma oficial de la moral del pueblo. Se había llegado, por ejemplo, a establecer, desde la legalidad religiosa, que la ley del culto primaba sobre cualquier ley, así fuera la ley del amor al prójimo. Esto asombraba y preocupaba a Jesús pues no era posible que en nombre de Dios se establecieran normas que terminaran deshumanizando al pueblo. Este era el contexto en que nació la parábola del buen samaritano: un hombre necesitado de ayuda, caído en el camino, más muerto que vivo, sin derechos, violentado en su dignidad de persona, es abandonado por los cumplidores de la ley (sacerdotes y levitas) y en cambio es socorrido por un ilegal samaritano (que no tenían buenas relaciones con los israelitas). Jesús hizo una propuesta de verdadera opción por los derechos de ese ser humano caído, condenado por las estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas que aparecen excluyentes (estructuras que se encargan de no respetar los derechos de las personas y no les permitan vivir en libertad y en autonomía). Jesús quiere decirnos cómo la solidaridad es un valor que hay que anteponer no solo a la ley del culto, sino también a la misma necesidad personal, buscando el bienestar social y comunitario, la defensa de los derechos de tantos y tantas que viven en situaciones de falta de solidaridad y de reconocimiento de sus derechos, nos hace pensar en la opción por continuar el camino de compromiso y de trabajo en nuestras comunidades y organizaciones, desde el compromiso solidario con los hermanos y hermanas que están caídos en el camino, por el no reconocimiento de sus derechos.

Para finalizar detengámonos a mirar la relación entre cada uno de los personajes :  el sacerdote y el levita frente al hombre caído en el camino no se basa en el plan de la necesidad que tiene este último, sino en el de inutilidad que presentaría ante la ley y el desempeño del oficio, el prestarle cualquier atención al hombre caído, impediría a estos representantes del culto oficial poder ofrecer los sacrificios agradables a Dios. El samaritano, por el contrario, no encuentra ninguna barrera para prestar su servicio desinteresado al desconocido que está tendido y malherido, que necesita la ayuda de alguien que pase por ese camino. El samaritano únicamente siente compasión por la necesidad de ese hombre anónimo y se entrega con infinito amor a defender la vida que está amenazada y desposeída.
Prójimo, compañero, dice Jesús en esta parábola, debe ser para nosotros, en primer lugar, el compatriota, pero no sólo él, sino todo ser humano que necesita de nuestra ayuda. El ejemplo del samaritano despreciado nos muestra que ningún ser humano está tan lejos de nosotros, para no estar preparados en todo tiempo y lugar, para arriesgar la vida por el hermano o la hermana, porque son nuestro prójimo.

ORACIÓN
Señor ayúdanos a comprender que el cumplimiento de la ley no es algo externo, sino que nos implica en lo más profundo de nuestro ser, en la capacidad de estremecernos ante el dolor del otro. Ayúdanos por favor a responder, desde el corazón a la mayor de las leyes, que es el amor, el  que nos hace personas centradas en ti para desarrollar la misericordia y sabiduría. Amén.


“Que se note ante Dios y el prójimo el amor que profesamos”

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