miércoles, 1 de mayo de 2019

MAYO 2019

LA PASCUA CON CORAZÓN DE MADRE


Iniciamos un nuevo mes en este tiempo de Pascua en que seguimos gritándole al mundo que la vida ha vencido a la muerte. Cincuenta días de celebración hasta Pentecostés; acompañando a la comunidad de mujeres y hombres a ir tomando conciencia de la acción de Jesús Resucitado a través de la fuera del Espíritu Santo que Él les comunica. No olvidemos que en la cartilla del mes anterior propusimos tres claves para vivir la Pascua en comunidad: “ver-creer y actuar.
En este mismo mes de mayo queremos también recordar, agradecer y celebrar la vida de las madres; teniendo siempre como modelo de mujer madre, a la que también honramos en este mes, que es María de Nazaret. Por eso quisiéramos tener algunas cortas reflexiones sobre las madres. El papa Francisco ha asegurado que las madres son el buen vino en la sociedad. Podemos ser como el buen vino, al igual que ellas que cuando envejecen siempre es mejor; en cambio, hay quienes que se convierten en vino malo, en vinagre. La madre vino bueno, mientras más envejecen son más llenas de sabiduría y transmiten sabiduría. Las madres son como un eslabón en la cadena de la historia del mundo que siempre dejan una huella y una herencia de sabiduría y ejemplo a sus hijos y a sus nietos.
Hoy debemos pensar, valorar y agradecer más a nuestras madres. Un pueblo que olvida y no cuida a sus madres y no las trata como debe ser va a ser un pueblo que no va a tener futuro.
También podemos pensar sobre las limitaciones y la humanidad de las madres. De niños creemos que mamá todo lo puede, que no siente cansancio, que no sufre; esa imagen que guardamos de ella, no coincide con la que vemos cuando van pasando los años. Entonces descubrimos que mamá también sufre, se cansa, se entristece, ya no tiene las mismas fuerzas de antes, calla ocultando el dolor. No existen las mamas “mujer maravilla”. Pero eso si desde su amor y ternura la vemos como a un héroe fuerte para sobrevivir a grandes tragedias, llevarnos de la mano sosteniéndonos y mostrándonos siempre la vida en sus lados más hermosos. De niño no entendemos sus lágrimas, de adultos nos preocupan sus silencios. Así como cuando niños necesitamos de ellas, de adultos siempre necesitamos de la protección de esos brazos que nos dan fortaleza y nos llena de comprensión en momentos de dolor y de sufrimiento.
Las madres no hacen curso para ejercer como tales. Ellas no estuvieron en la escuela o facultad de cómo ser felices, simplemente desde su naturaleza, que es el “amor”, son y nos hacen felices. Solo por hoy, y en este mes y ojalá en gratitud para siempre, invirtamos tiempo en amor y cariño a las madres; aunque quizás ya viejas y enfermas, pero todavía las tenemos a nuestro lado. Si desde el amor, que es eterno, permanece en nuestro corazón, aunque su vela ya se haya extinguido, elevemos siempre un pensamiento y sentimiento agradecido y una oración de entrega al Dios resucitado y no dejemos de sonreír y recibamos paz y bendiciones cuando lo hayamos hecho.
Recordemos  siempre que “Madre es el nombre de Dios en el corazón y en los labios de los que siempre se hacen como niños y niñas”.
Por ellas y para ellas gratitud y bendiciones en este tiempo de Pascua.

Roberto Zamudio Gómez  





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