LA
PASCUA CON CORAZÓN DE MADRE
Iniciamos un nuevo mes en este tiempo de Pascua en que
seguimos gritándole al mundo que la vida ha vencido a la muerte. Cincuenta días
de celebración hasta Pentecostés; acompañando a la comunidad de mujeres y
hombres a ir tomando conciencia de la acción de Jesús Resucitado a través de la
fuera del Espíritu Santo que Él les comunica. No olvidemos que en la cartilla
del mes anterior propusimos tres claves para vivir la Pascua en comunidad:
“ver-creer y actuar.
En este mismo mes de mayo queremos también recordar,
agradecer y celebrar la vida de las madres; teniendo siempre como modelo de
mujer madre, a la que también honramos en este mes, que es María de Nazaret.
Por eso quisiéramos tener algunas cortas reflexiones sobre las madres. El papa
Francisco ha asegurado que las madres son el buen vino en la sociedad. Podemos
ser como el buen vino, al igual que ellas que cuando envejecen siempre es
mejor; en cambio, hay quienes que se convierten en vino malo, en vinagre. La
madre vino bueno, mientras más envejecen son más llenas de sabiduría y
transmiten sabiduría. Las madres son como un eslabón en la cadena de la
historia del mundo que siempre dejan una huella y una herencia de sabiduría y
ejemplo a sus hijos y a sus nietos.
Hoy debemos pensar, valorar y agradecer más a nuestras
madres. Un pueblo que olvida y no cuida a sus madres y no las trata como debe
ser va a ser un pueblo que no va a tener futuro.
También podemos pensar sobre las limitaciones y la
humanidad de las madres. De niños creemos que mamá todo lo puede, que no siente
cansancio, que no sufre; esa imagen que guardamos de ella, no coincide con la
que vemos cuando van pasando los años. Entonces descubrimos que mamá también
sufre, se cansa, se entristece, ya no tiene las mismas fuerzas de antes, calla
ocultando el dolor. No existen las mamas “mujer maravilla”. Pero eso si desde
su amor y ternura la vemos como a un héroe fuerte para sobrevivir a grandes
tragedias, llevarnos de la mano sosteniéndonos y mostrándonos siempre la vida
en sus lados más hermosos. De niño no entendemos sus lágrimas, de adultos nos
preocupan sus silencios. Así como cuando niños necesitamos de ellas, de adultos
siempre necesitamos de la protección de esos brazos que nos dan fortaleza y nos
llena de comprensión en momentos de dolor y de sufrimiento.
Las madres no hacen curso para ejercer como tales. Ellas
no estuvieron en la escuela o facultad de cómo ser felices, simplemente desde
su naturaleza, que es el “amor”, son y nos hacen felices. Solo por hoy, y en este
mes y ojalá en gratitud para siempre, invirtamos tiempo en amor y cariño a las
madres; aunque quizás ya viejas y enfermas, pero todavía las tenemos a nuestro
lado. Si desde el amor, que es eterno, permanece en nuestro corazón, aunque su
vela ya se haya extinguido, elevemos siempre un pensamiento y sentimiento
agradecido y una oración de entrega al Dios resucitado y no dejemos de sonreír
y recibamos paz y bendiciones cuando lo hayamos hecho.
Recordemos siempre
que “Madre es el nombre de Dios en el corazón y en los labios de los que
siempre se hacen como niños y niñas”.
Por ellas y para ellas gratitud y bendiciones en este
tiempo de Pascua.
Roberto Zamudio Gómez
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