“SU PRESENCIA PRODUCE CALMA”
PRIMERA
LECTURA
1REYES 19,9A.11-13A
“Ponte de pie en el monte ante el Señor”
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se
metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: "Sal y ponte de
pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!" Vino un huracán tan
violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor;
pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto;
pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego;
pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue;
al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en
pie a la entrada de la cueva. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Entre los
primeros profetas de Israel surgen dos figuras que brillan con luz propia: Samuel y Elías. La tradición bíblica les concedió un lugar destacado no sólo
por el momento crítico en el que actuaron, sino, sobre todo, por la radicalidad
con la que asumieron la causa de Yavé.
En esa época había gran confusión y la fidelidad a Yavé y a sus leyes
estaba en entredicho porque el rey había introducido cultos a dioses
extranjeros (1R 16,31-32). Los nuevos dioses legitimaban la violencia, la
intolerancia y la expropiación como medios para garantizar el poder. Elías
levanta su voz en contra de estos atropellos y ve en la sequía que azota al
país las consecuencias del castigo divino. Elías, entonces, en medio de
persecuciones y amenazas comienza una campaña de purificación de la religión
israelita. Sin embargo, sus iniciativas producen el efecto contrario y se
agudiza la opresión, la violencia y la persecución. Cansado y desanimado Elías se dirige al Horeb
donde descubre que Dios no se manifiesta en los elementos telúricos –en la
tormenta imponente o en el fuego abrazador–, sino en la brisa fresca y suave
que le acaricia el rostro y lo invita a tomar otro camino para hacer realidad
la voluntad del Señor. Después de la
masacre del monte Carmelo (1R 18,20-40), Elías, sin abandonar la denuncia de
las injusticias (1R 21,1-29) y aberraciones (2R 1,1-18), opta por animar a un
grupo de discípulos para que continúen su misión (2R 2,1-12). Elías descubrió
así que por la vía de la violencia no se consigue nada, ni siquiera aunque sea
a favor de causas justas. La fuerza de la espada puede imponer el parecer de un
grupo de personas, pero no puede garantizar la paz, el respeto y la justicia.
SALMO RESPONSORIAL: 84
R./ Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo
que dice el Señor:
"Dios anuncia
la paz a su pueblo y a sus amigos."
La salvación está
ya cerca de sus fieles,
y la gloria
habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y
la fidelidad se encuentran,
la justicia y la
paz se besan;
la fidelidad brota
de la tierra,
y la justicia mira
desde el cielo. R.
El Señor nos dará
la lluvia,
y nuestra tierra
dará su fruto.
La justicia
marchará ante él,
la salvación
seguirá sus pasos. R.
OREMOS CON EL SALMO
En esta oración se refleja la
situación espiritual de los que ya han pasado la prueba del exilio en
Babilonia. La repatriación de los cautivos “ha cambiado la suerte” de Israel y
es una prueba del amor del Señor hacia su Pueblo. Pero los vaticinios
proféticos no se han cumplido
plenamente, y la reconstrucción nacional se realiza en medio de las más duras
penalidades. Por eso la comunidad suplica al Señor que manifieste su
misericordia y le conceda la salvación, es decir, que lleve a su pleno
cumplimiento la obra comenzada. Finalmente la respuesta divina anuncia la
definitiva restauración de Israel, en una era de justicia y prosperidad.
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 9,1-5
“Quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos”
Hermanos: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el
Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor
incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza
según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos
descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios,
la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de
quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios
bendito por los siglos. Amén. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En esta segunda lectura a la comunidad de Roma, San Pablo dirige su
mensaje primero a los judíos para anunciarles a Jesucristo, les insiste de
muchas maneras, el pasaje que leemos hoy, haciendo énfasis en la revelación
directa que ha tenido de Dios a su favor, sin embargo son muy pocos los que
después de escuchar el mensaje han reconocido al Mesías tan esperado. El
apóstol esta incluso dispuesto a ser sacrificado con tal de que acepten el
mensaje del evangelio. Para ellos (los judíos) fue una oportunidad de
experimentar la gloria de Dios, pero no han querido ver la luz y por el contrario han endurecido el corazón.
Estas palabras son también para todos nosotros, que no aceptamos ni creemos las
promesas de Dios, plasmadas en la Sagrada Escritura.
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 14,22-33
“Mándame ir hacia ti andando sobre el agua”
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a
que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él
despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas
para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya
muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De
madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole
andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un
fantasma. Jesús les dijo en seguida: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis
miedo!" Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti
andando sobre el agua." Él le dijo: "Ven." Pedro bajó de la
barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la
fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor,
sálvame." En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
"¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" En cuanto subieron a la barca,
amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo:
"Realmente eres Hijo de Dios." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El evangelio nos muestra otra tentación en la que
pueden caer los seguidores de Jesús cuando no están seguros de los fundamentos
de su propia fe. La escena de la «tormenta calmada» nos evoca la imagen de una
comunidad cristiana, representada por la barca, que se adentra en medio de la
noche en un mar tormentoso. La barca no está en peligro de hundirse, pero los
tripulantes se abandonan a los sentimientos de pánico. Tal estado de ánimo los
lleva a ver a Jesús que se acerca en medio de la tormenta, como un fantasma
salido de la imaginación. Es tan grande el desconcierto que no atinan a
reconocer en él al maestro que los ha orientado en el camino a Jerusalén. La
voz de Jesús calma los temores, pero Pedro llevado por la temeridad se lanza a
desafiar los elementos adversos. Pedro duda y se hunde, porque no cree que
Jesús se pueda imponer a los «vientos contrarios», a las fuerzas adversas que
se oponen a la misión de la comunidad.
Este episodio del evangelio nos muestra cómo la
comunidad puede perder el horizonte cuando permite que sea el temor a los
elementos adversos el que los motiva a tomar una decisión y no la fe en Jesús.
La temeridad nos puede llevar a desafiar los elementos adversos, pero solamente
la fe serena en el Señor nos da las fuerzas para no hundirnos en nuestros
temores e inseguridades. Al igual que Elías, la comunidad descubre el auténtico
rostro de Jesús en medio de la calma, cuando el impetuoso viento contrario cede
y se aparece una brisa suave que empuja las velas hacia la otra orilla. Nuestras
comunidades están expuestas a la permanente acción de vientos contrarios que
amenazan con destruirlas; sin embargo, el peligro mayor no está fuera, sino
dentro de la comunidad. Las decisiones tomadas por miedo o pánico ante las
fuerzas adversas nos pueden llevar a ver amenazadores fantasmas en los que
deberíamos reconocer la presencia victoriosa del resucitado. Únicamente la
serenidad de una fe puesta completamente en el Señor resucitado nos permite
colocar nuestro pie desnudo sobre el mar impetuoso. El evangelio nos invita a
enfrentar todas aquellas realidades que amenazan la barca animados por una fe
segura y exigente que nos empuja como suave brisa hacia la orilla del Reino.
ORACIÓN
Señor
Jesús, reconocemos tu presencia y tu poder, tu grandeza y tu amor. Tú eres el
Hijo de Dios y estás siempre con nosotros. Ayúdanos a superar toda dificultad y
a salir vencedores de ella, a no hundirnos en nuestros temores e inseguridades;
a vivir con la certeza de que Tú estás
siempre con nosotros, nos amas y no nos abandonas. Amén.
“Confiemos
en Aquel que tiene el poder para transformar nuestros miedos en fortalezas”
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