sábado, 1 de julio de 2023

Domingo 02 de Julio de 2023


“ACOGIDA Y SOLIDARIDAD CON LOS(AS) ENVIADOS(AS)”


PRIMERA LECTURA
2REYES 4, 8-11. 14-16ª

“Ese hombre de Dios es un santo, se quedará aquí”
Un día pasaba Eliseo por Sunam y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y, siempre que pasaba por allí, iba a comer a su casa. Ella dijo a su marido: "Me consta que ese hombre de Dios es un santo; con frecuencia pasa por nuestra casa. Vamos a prepararle una habitación pequeña, cerrada, en el piso superior; le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil, y así, cuando venga a visitarnos, se quedará aquí." Un día llegó allí, entró en la habitación y se acostó. Dijo a su criado Guejazi: "¿Qué podríamos hacer por ella?" Guejazi comentó: "Qué sé yo. No tiene hijos, y su marido es viejo." Eliseo dijo: "Llámala." La llamó. Ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: "El año que viene, por estas fechas, abrazarás a un hijo." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
A veces nos preguntamos cómo se puede practicar hoy esta hospitalidad. Por una parte, y por lo menos en muchos países y ciudades, el necesitado puede contar con algún tipo de soporte mínimo, a lo menos algo que le impida morir de sed, hambre o frío. Por otra parte, las condiciones de muchos de los mendigos actuales es diferente de la de sus antecesores en tiempos bíblicos o en culturas distintas. Hay mendigos adictos a las drogas, alcohólicos, trastornados mentales, delincuentes en fuga, o simplemente gente que juega con la compasión de otros para buscar dinero u otras cosas. Estos temores, unidos al egoísmo e individualismo típicos de las ciudades, hacen que no encontremos caminos fáciles para la hospitalidad. Hay cosas que pueden hacerse, sin embargo. En un país como Irlanda hay albergues para mendigos y hay personas que donan de su tiempo para ayudar a los que no tienen un techo, por ejemplo, sirviéndoles los alimentos. Lo hacen de manera voluntaria y caritativa, sin poner en peligro sus vidas ni sus propios hogares. En algunos lugares de Colombia han surgido iniciativas de dar algo de alimento a los habitantes de las calles. Puede parecer poco, dar simplemente un tazón de sopa caliente, pero para centenares de personas, ese es el único gesto de amor que reciben cada semana durante años. Otro enfoque es ampliar lo que significa acoger. Decíamos que en los lugares y tiempos de los desiertos no recibir al peregrino equivalía a condenarlo a muerte. Otro tanto se puede decir desde el punto de vista emocional. Mucha gente tiene buena provisión de alimento y bebida, e incluso comodidades materiales, pero no tiene la sensación de importarle a nadie. Es sintomático que en la Europa de hoy muere ya más gente por suicidio que en accidentes. Esos que se arrojan al abrazo de la muerte quizá estuvieron esperando demasiado tiempo que alguien les diera un abrazo de vida.

SALMO RESPONSORIAL: 88
R. / Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad." R.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
camina, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R.

OREMOS CON EL SALMO
La evocación de las promesas hechas por el Señor a David - que constituye la parte central de este magnífico poema- sirve de base a la súplica por el rey, en un momento de grave humillación para la dinastía davídica. Con esta visión global del Salmo, es fácil percibir la conexión entre sus diversas partes. El breve preludio (v. 2) -seguido de una alusión a la alianza davídica (vs. 3-5) y de un himno al Creador (vs. 6-19)- introduce un oráculo divino (vs. 20-38), que anuncia los privilegios de David y su dinastía-. La situación que describen los versículos siguientes (39-46) es el reverso de esas antiguas promesas, y por eso el rey suplica al Señor que vuelva a manifestarle su amor y su fidelidad (vs. 47-52).

SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 6,3-4.8-11

“Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que andemos en una vida nueva”
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Palabra del Señor

REFLEXIÓN
Pablo simboliza muy bien la radicalidad del amor cristiano mediante la comparación entre la muerte y la inmersión bautismal. Ser cristiano es morir a todos los apegos irracionales hacia la propia familia, raza o nación, incluso es morir hacia un apego desordenado hacia sí mismo. La novedad cristiana se manifiesta en esa transformación sustancial de las relaciones humanas, en la resurrección a una vida nueva llena de afectos, proyectos y estilos de vida completamente volcados hacia la humanidad sufriente y marginada. Con Cristo morimos a una humanidad caduca y sin esperanza para resucitar en una nueva humanidad libre y generosa en la que el límite es el cielo, donde no hay límite. Como cristianos debemos someter los férreos lazos de nuestros afectos al evangelio para liberarnos de aquellos que nos atan al viejo mundo y fortalecer aquellos que nos llevan hacia el Reino.
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 10,37-42

“El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro." Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Tanto la primera lectura como el evangelio hacen énfasis en un punto adicional. No se habla sólo de hospitalidad sino de recibir "a un hombre de Dios," según la lectura del Segundo Libro de los Reyes, o recibir "a un profeta porque es profeta," según las palabras de Cristo en el evangelio. Esa expresión que usa Jesús es particularmente significativa. Recibir al profeta "porque es profeta" es aceptar su profecía, es decir, es acoger al Dios que habla a través de un instrumento que en sí mismo es imperfecto. La hospitalidad aquí ya no es sólo caridad sino sobre todo fe: una fe que hace que, al recibir al mensajero de Dios, sea Dios mismos quien nos reciba.
Y ahora hablemos además sobre la cruz, las exigencias de la cruz cambian para cada generación de creyentes. En la época de Jesús existía la amenaza inminente de la muerte ignominiosa, bien fuera por la cruz, la espada o la lapidación. Los cristianos eran vistos como una amenaza para el imperio y, con frecuencia, se les acusaba falsamente. Con el tiempo, la pena capital fue cambiando de modalidad y sus cuerpos fueron quemados en locales públicos, o arrojados a  toda clase de fieras. Todos estos intentos de bloquear, anular o eliminar la novedad del evangelio fueron vanos porque la fuerza del cristianismo radica en la cruz de Cristo.
Los cristianos de los primeros siglos no anunciaban religiones de salvación, ni sanaciones individuales ni ritos de purificación. Anunciaban  la universalización de la obra salvadora. Anunciar a un Mesías crucificado era, y es, ir en contra de todos los parámetros sociales, de las buenas costumbres e, incluso, de los preceptos de la religión. Ellos anunciaban como redentor a uno que el sistema lo había proscrito, condenado y sentenciado al escarnio público. El anuncio de un Mesías Crucificado era, en realidad, una denuncia vehemente de un sistema de creencias, valores e instituciones que habían hecho de la violencia, la mentira y la opresión los valores indiscutibles de la organización social. Cuando Mateo nos dice que quien ama más a sus parientes que a Jesús no es digno de él, nos revela un problema de su comunidad, la estima desmesurada por los de su propia sangre. Un afecto que fácilmente se convierte en apego paralizante. Pero el proyecto de Jesús pide más: pide un amor enfocado hacia el prójimo, un amor que supere los lazos de sangre, el parentesco y la raza. Un amor como el que Dios nos tiene y que en griego se llama ágape. El cristiano que no sea capaz de trascender los estrechos límites de la familia, de la raza o de la nación, no está habilitado para experimentar y dar el amor solidario que propone el evangelio. Y por esa misma razón, el amor a Jesús no se reduce a la pura dimensión íntima, individual y privada. Amar a Jesús es amar lo que él amó, su proyecto, su ideal, su Utopía, el «Reinado de Dios», como él acostumbró a llamarla, con las palabras tradicionales de los profetas. Amar a Jesús es amar a las personas que él amó: pobres, marginados, excluidos, enfermos, abatidos, endemoniados, extranjeros. El amor de Jesús era tan grande que llegó a amar incluso a aquellos que se declararon sus enemigos. Un amor que hoy nos puede parecer desorbitado, desnaturalizado, extremo, pero que para nuestra dicha y quebranto es el amor con el que Dios nos ama. Un amor sin el cual no podemos llamarnos discípulos de Jesús.

ORACIÓN
Buen Señor, concédenos una amor claro, decidido y comprometido por ti, de manera que te pongamos siempre como el valor fundamental de nuestra vida y déjanos ser mensajeros alegres de tu presencia y de tu acción misericordiosa por medio de nuestro actuar, nuestro testimonio de vida y servicio a los hermanos. Amén


“Quien recibe a los enviados de Dios con generosidad, recibe mil veces más”

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