PRIMERA
LECTURA
ECLESIÁSTICO
48, 1-14
“Elías
fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu”
Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras
eran horno encendido. Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó;
con el oráculo divino sujetó el cielo e hizo bajar tres veces el fuego. ¡Qué terrible eras, Elías!; ¿quién se te
compara en gloria? Tú resucitaste un
muerto, sacándolo del abismo por voluntad del Señor; hiciste bajar reyes a la
tumba y nobles desde sus lechos; ungiste reyes vengadores y nombraste un
profeta como sucesor.
Escuchaste en Sinaí amenazas y sentencias vengadoras en
Horeb. Un torbellino te arrebató a la
altura; tropeles de fuego, hacia el cielo.
Está escrito que te reservan para el momento de aplacar
la ira antes de que estalle, para reconciliar a padres con hijos, para restablecer
las tribus de Israel. Dichoso quien te
vea antes de morir, y más dichoso tú que vives.
Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos tercios de
su espíritu. En vida hizo múltiples
milagros y prodigios, con sólo decirlo; en vida no temió a ninguno, nadie pudo
sujetar su espíritu; no hubo milagro que lo excediera: bajo él revivió la
carne; en vida hizo maravillas y en muerte obras asombrosas. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En este día la liturgia se sale
del estudio del libro de los Reyes, que veníamos reflexionando en días
anteriores para llevarnos a una lectura sapiencial en el libro del
Eclesiástico. Pero tratando de llevar una secuencia con el libro de los Reyes.
Como ya casi estamos concluyendo la lectura del ciclo de Elías y su discípulo
Eliseo, escuchamos hoy la voz del poeta del Eclesiástico refiriéndose un poco a
este personaje tan importante para el pueblo de Israel. Elías el gran profeta,
que aunque no escribió ningún libro es considerado
como un hombre de fe, valiente y decidido. El Eclesiástico usa la figura de
Elías para animar a las mujeres y hombres de su época que viven una situación
complicada con respecto a la fe Yahavista que se está viendo asechada e
invadida de idolatrías y cultos a dioses extranjeros que para muchos eran
mirados en esta época con demasiada tolerancia. Entonces, el autor del Eclesiástico usa a Elías, mostrando que ya los antepasados tuvieron que afrontar
grandes adversidades a causa de su adhesión total y radical a la voluntad de
Dios .El resumen que se hace de la vida de Elías nos recuerda lo que hemos ido
leyendo en días pasados. Y el Salmo también lo va a reflejar destacando el
rasgo que el Eclesiástico destaca del temperamento valiente de Elías en su
lucha contra la idolatría, su estilo es fogoso: “Delante del Señor avanza
fuego, abrazador en torno a sus enemigos… Los que adoran estatuas se sonrojan y
serán destruidos y los que ponen su orgullo en los ídolos lo mismo”.
SALMO
RESPONSORIAL: 96
R. / Alegraos, justos, con el Señor
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.
Delante de él avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece. R.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses. R.
OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
Himno de alabanza a la realeza de Dios, quien manifiesta su grandeza en los fenómenos
naturales y en los juicios de la historia. Se anuncia la venida de la luz para
los justos. Esa luz anunciada es Cristo, “Que al venir a este mundo ilumina a
toda la humanidad” (Jn. 1,9).
LECTURA
DEL EVANGELIO
MATEO
6, 7-15
“Ustedes
oren así”
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando
recéis no uséis muchas palabras, como los paganos, que se imaginan que por
hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo
que os hace falta antes que se lo pidáis.
Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado
sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo; danos hoy el pan nuestro; perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros
hemos perdonado a los que nos han ofendido; no nos dejes caer en tentación,
sino líbranos del maligno. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también
vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los
demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La oración
del ‘Padrenuestro’ se ha convertido, por muy buenas razones, en el estandarte del
cristiano. En su versión más larga aparecen una invocación y siete plegarias
que condensan todas las convicciones cristianas. Lo primero es reconocer a Dios
como ‘Padre’. Esta experiencia filial transforma todas nuestras expectativas,
porque ya no somos sólo especie o raza, sino que somos familia universal. Las
tres primeras plegarias nos recuerdan la tarea de santificación que se realiza
cotidianamente en la vida cristiana. Santificarse es acercarse con confianza a
Dios reconociendo que Él nos conoce más y mejor de lo que nosotros mismos nos
conocemos. Es, también, comprometernos para que sea él quien gobierne nuestras
decisiones e instaure su Reino entre nosotros. Es aceptar su voluntad, aunque
casi siempre sobrepase nuestro entendimiento. Reconocer a Dios como Padre es
dar las gracias por el alimento cotidiano y evitar que se pudra en nuestros
congeladores o que se devalúe en nuestras cuentas bancarias. Casi todo lo que
necesitamos para ser felices está a una distancia menor que la extensión de
nuestros brazos. Allí están las personas que amamos, el alimento que
necesitamos y la voz de la otra persona distante que se comunica con nosotros
en un texto o en un teléfono.
ORACIÓN
Maestro
de la oración, gracias por enseñarnos la manera de dirigirnos al Padre y a
ti como les agrada y en la que se resume
todo el Evangelio. Que nuestra oración no se quede en expresión y exigencia de
las propias necesidades, al margen de
vuestra voluntad; que sea la vida del corazón nuevo que genere una persona
llena del Espíritu, capaz de llenar a otro de ese mismo Espíritu. Amén
“La oración sincera y desde el corazón nos hace personas llenas del
Espíritu para transmitir de Dios”
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