“COMPARTIR
LOS BIENES
MATERIALES PARA ALCANZAR LOS
ETERNOS”
PRIMERA
LECTURA
ECLESIASTÉS
1, 2; 2, 21-23
“¿Qué
saca el hombre de todos los trabajos?”
¡Vanidad
de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad!
Hay
quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto,
y
tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado.
También
esto es vanidad y grave desgracia.
Entonces,
¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo
el sol?
De
día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente.
También
esto es vanidad. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El
Eclesiastés pertenece a un grupo de libros que llamamos sapienciales. La
“sabiduría” es un amplio concepto que puede englobar desde la habilidad manual
de un artesano hasta el arte para desenvolverse en la sociedad, la madurez
intelectual... representa una actitud de personas y pueblos cuya finalidad es
encontrar respuestas a los grandes interrogantes y misterios de la existencia
humana.
Podemos
calificar de contestatario al autor del Eclesiastés. Es una voz escéptica y
crítica, disidente frente a la tradición sapiencial que confía ilimitadamente
en las posibilidades de la razón y sabiduría humanas. El sabio Qohélet es un
autor, por lo menos, desconcertante. La pregunta que mueve toda la reflexión de
su libro es ésta: “¿Qué provecho saca el hombre de todos los afanes que
persigue bajo el sol?” (1,3) y su respuesta: vanidad de vanidades (se puede
traducir también por vaciedad, sin sentido...) todo es vanidad. ¿Cómo se nos
propone a los cristianos este libro, como Palabra de Dios, con esa respuesta
tan materialista, tan poco optimista...?
El
autor recorre a lo largo de su libro todas las esferas del ámbito humano:
trabajo, riqueza, dolor, alegría, decepciones, religión, justicia, sabiduría,
ignorancia, el tiempo, la muerte... buscando respuesta a su pregunta. Hagamos
lo que hagamos en nuestra vida, al final el destino es el mismo para todos los
hombres: la muerte, ¿la nada?
El libro del Eclesiastés, en la
lectura de hoy podemos decir que tiene un sabor marcadamente
"existencialista," si queremos usar esa expresión. De fondo, el tema
permanente es que la vida requiere renuncias, esfuerzos, padecimientos, y por
ello es inevitable preguntarse, en el lenguaje que sea, con más o menos filosofía,
si eso, si todo eso, merece la pena. La respuesta de la primera lectura es que
no; la respuesta del evangelio de hoy es que se engañan los que piensan que una
gran abundancia es compensación justa a un largo esfuerzo.
Nosotros, lo mismo que los hombres
del siglo I o del siglo XIII, preguntamos a nuestra propia manera por el
sentido de la vida. No siempre de un modo explícito, es decir, como un tema
planteado y abordado; pero sí nos lo preguntamos. El joven que anda aburrido a
pesar de que parece tenerlo todo y vivir en un país próspero, la madre de
familia que un día se ve hastiada de su rutina y ve con pavor que la amargura
se le entra en el alma, el profesor que no sabe si ha valido la pena su vida de
esfuerzos y desvelos, el abuelo que se queda mirando el horizonte, esperando la
visita que nunca llega... Todos ellos, en su propio modo, están preguntándose
si ha valido la pena lo que han sufrido y soñado. Es una pregunta que
sencillamente no podemos esquivar; para huir de ella tendríamos que huir de nosotros
mismos.
No
está mal que Qohélet nos recuerde el sabor de las cosas sencillas, el disfrute
de las cosas ordinarias, que también son don de Dios, en esto nos conectaría
muy bien con la mentalidad presentista; “Aprovecha el día a día”... No hace
falta que hagamos un esfuerzo grandísimo en salir de esta realidad temporal
para encontrar a Dios. Él es compañero cercano de todo lo que vivimos. Nos lo
dice la fe. La vida tiene sentido porque somos personas humanas, no animalitos,
y en nuestros genes llevamos escrita esa búsqueda de sentido, porque estamos
hechos “a imagen y semejanza de Dios”, un Dios creador, que se mueve, que sale
de sí, que inventa, que busca, que nos da nuevas esperanzas.
SALMO
RESPONSORIAL: 89
R.
/ Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú
reduces el hombre a polvo, diciendo:
"Retornad,
hijos de Adán."
Mil
años en tu presencia son un ayer,
que
pasó; una vela nocturna. R.
Los
siembras año por año,
como
hierba que se renueva:
que
florece y se renueva por la mañana,
y
por la tarde la siegan y se seca. R.
Enséñanos
a calcular nuestros años,
para
que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete,
Señor, ¿hasta cuándo?
Ten
compasión de tus siervos. R.
Por
la mañana sácianos de tu misericordia,
y
toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje
a nosotros la bondad del Señor
y
haga prósperas las obras de nuestras manos. R.
OREMOS CON EL SALMO
En los momentos de aflicción, el ser humano se da
mejor cuenta de su pequeñez. No tiene nadie más en quien confiar sino en Dios. La
vida presente es pasajera. Pero el amor de Dios va más allá de la muerte. La
garantía de nuestra esperanza es Jesucristo, el que se entregó sin medida.
SEGUNDA
LECTURA
COLOSENSES
3, 1-5. 9-11
“Buscad
los bienes de allá arriba, donde está Cristo”
Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde
está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a
los de la tierra.
Porque
habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando
aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis,
juntamente con él, en gloria.
En
consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación,
la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.
No
sigáis engañándoos unos a otros.
Despojaos
del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando
como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo.
En
este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e
incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la
síntesis de todo y está en todos. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Pablo
en su mensaje a la comunidad de Colosas, da una gran cátedra de lo que es la práctica
cristiana. Quien está revestido de Cristo es un ser humano nuevo; por tanto, no
puede permitir que las viejas prácticas de la injusticia, de la mentira y el
egoísmo, que Pablo simboliza como cosas de la tierra, primen en su vida y
especialmente en las relaciones de la comunidad. Debemos ser mujeres y hombres
de cielo, es decir, revestirnos de la verdad, la misericordia, y sobre todo,
del reconocimiento y respeto a la diversidad y la diferencia. Pablo lo entendió
bien cuando insiste en que, por ser cristianos, pertenecemos a Cristo
resucitado y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Por eso, hemos de
“buscar los bienes de arriba y poner
todo el corazón en los bienes y proyectos del cielo”. Los bienes y riquezas de
la tierra son fugaces, temporales y perecederos; en cambio los bienes del cielo
son firmes y permanentes. Los bienes y la tierra nos empobrecen cuando nos
esclavizan; en cambio los bienes del cielo nos enriquecen liberándonos cuando
nos abren a lo nuevo, que es una vida de amor, solidaridad y servicio.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS
12, 13-21
“Lo
que has acumulado, ¿de quién será?”
En
aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano
que reparta conmigo la herencia."
Él
le contestó: "Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre
vosotros?"
Y
dijo a la gente: "Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque
uno ande
sobrado,
su vida no depende de sus bienes."
Y
les propuso una parábola: "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó
a echar cálculos:
¿Qué
haré? No tengo donde almacenar la cosecha."
Y
se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más
grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces
me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate,
come, bebe y date buena vida."
Pero
Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has
acumulado, ¿de quién será? "
Así
será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios." Palabra del
Señor.
REFLEXIÓN
Jesús,
como Maestro, se le acercan dos hermanos en litigio y le suplican que ponga
orden, que haga justicia. Jesús sabe ponerse en su sitio: él no ha venido al mundo
como juez jurídico, legal. Va más allá de lo externo: “Él sacará a la luz los
pensamientos íntimos de los hombres” (Lc 2, 35b), va a la raíz de los
problemas, que está en el corazón del ser humano. Para Él es más importante
desenmascarar la codicia que nos domina, que hacer valer los derechos de cada
uno. Con lo primero, se conseguirá lo segundo.
Sus
palabras son magistrales: “eviten toda clase de codicia, porque aunque uno lo
tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida”. Jesús no invita al conformismo.
Lo primero es la justicia, querida por Dios, predicada por Jesús: que todos
tengan pan, educación, techo... fruto de la comunión, de la solidaridad, nuevo
nombre de la justicia, eso es el Reino, la Nueva Humanidad. Pero puede ocurrir
que cuando tengamos lo justo, lo que nos corresponde como hijos y hermanos,
ambicionemos más. Esta codicia nunca nos permitirá ya descansar. Es muy difícil
ya decirse a uno mismo: “Hombre, tienes muchas cosas guardadas para muchos
años, descansa, come, bebe, pásalo bien...” normalmente, no hay quien detenga
ya el dinamismo de la codicia. Hay que estar alerta. ¿Hasta dónde llegar en la
acumulación de bienes?
ORACIÓN
Señor ayúdanos, por favor, a desprendernos y
desacomodarnos de los bienes que por tu misericordia nos regalas y a entender
que todo es para la misión que nos encomendaste al enviarnos a la tierra, que es aprender a vivir un reino diferente al
que ha tergiversado el ser humano, aquel
reino basado en la fraternidad, el compartir, el no egoísmo y el amistarse
contigo Dios de amor, para así volver a Tí. Amén
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