“PERTENECER
FIEL A LA PALABRA DE DIOS ES VIVIR UNIDOS AL PADRE Y AL HIJO”
Santa Gertrudis
PRIMERA
LECTURA
2 CARTA DE JUAN 4-9
“Quien
permanece en la sana doctrina posee al Padre y al Hijo”
Señora elegida: Me
alegré mucho al enterarme de que tus hijos caminan en la verdad, según el
mandamiento que el Padre nos dio. Ahora tengo algo que pedirte, señora. No
pienses que escribo para mandar algo nuevo, sino sólo para recordaros el
mandamiento que tenemos desde el principio, amarnos unos a otros. Y amar
significa seguir los mandamientos de Dios. Como oísteis desde el principio,
éste es el mandamiento que debe regir vuestra conducta.
Es que han salido en el
mundo muchos embusteros, que no reconocen que Jesucristo vino en la carne. El
que diga eso es el embustero y el anticristo. Estad en guardia, para que
recibáis el pleno salario y no perdáis vuestro trabajo. Todo el que se propasa
y no permanece en la doctrina de Cristo no posee a Dios; quien permanece en la
doctrina posee al Padre y al Hijo. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Hoy san Juan nos ofrece una definición de amor: "El amor consiste en comportarse según sus mandamientos" (2 Jn 7). Literalmente: que caminemos según sus mandamientos. Amar no es lo que yo piense que es amor, ni lo que yo sienta o diga sobre el amor. El amor está ligado a la obediencia, como ya habíamos escuchado en el Evangelio: " Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15). ¿Por qué este lenguaje suena tan extraño en nuestros oídos? ¿Por qué nuestro tiempo mira al amor como una experiencia de "libertad" y a la obediencia como una experiencia de "privación de amor"? ¿Por qué pensamos a menudo que cuando amamos no obedecemos y cuando obedecemos no amamos? Tal vez por un terrible malentendido en torno a la voluntad. Nuestro tiempo mira la voluntad como un absoluto que puede ser doblegado desde fuera, cosa que sucede en la "obediencia" pero que sólo tiene sentido cuando se goza en lograr su meta.
Hoy san Juan nos ofrece una definición de amor: "El amor consiste en comportarse según sus mandamientos" (2 Jn 7). Literalmente: que caminemos según sus mandamientos. Amar no es lo que yo piense que es amor, ni lo que yo sienta o diga sobre el amor. El amor está ligado a la obediencia, como ya habíamos escuchado en el Evangelio: " Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15). ¿Por qué este lenguaje suena tan extraño en nuestros oídos? ¿Por qué nuestro tiempo mira al amor como una experiencia de "libertad" y a la obediencia como una experiencia de "privación de amor"? ¿Por qué pensamos a menudo que cuando amamos no obedecemos y cuando obedecemos no amamos? Tal vez por un terrible malentendido en torno a la voluntad. Nuestro tiempo mira la voluntad como un absoluto que puede ser doblegado desde fuera, cosa que sucede en la "obediencia" pero que sólo tiene sentido cuando se goza en lograr su meta.
Según este modo de pensar, obediencia significa sometimiento y
capitulación, renuncia a la propia meta, traición a la propia ruta. Amor, en
cambio, quiere decir satisfacción del deseo y logro del propio objetivo. Es
evidente que, así entendidos, no caben juntos el amar y el obedecer, pero en el
Señor juntos adquieren un sentido diferente.
SALMO RESPONSORIAL: 118
R.
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Dichoso
el que, con vida intachable,
camina
en la voluntad del Señor. R.
Dichoso
el que, guardando sus preceptos,
lo
busca de todo corazón. R.
Te
busco de todo corazón,
no
consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.
En mi
corazón escondo tus consignas,
así
no pecaré contra ti. R.
Haz
bien a tu siervo: viviré
y
cumpliré tus palabras. R.
Ábreme
los ojos, y contemplaré
las
maravillas de tu voluntad. R.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS 17,26-37
LUCAS 17,26-37
“Quien
trate de conservar la vida la perderá”
Como pasó en los tiempos de Noé, así pasará también en los días en que
regrese el Hijo del hombre. La gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en
que Noé entró en el arca, y llegó el diluvio y todos murieron. Lo mismo sucedió
en los tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, sembraba y
construía casas; pero cuando Lot salió de la ciudad de Sodoma, llovió del cielo
fuego y azufre, y todos murieron. Así será el día en que el Hijo del hombre
aparezca.
"En aquel día, el que se encuentre en la azotea y tenga sus cosas
dentro de la casa, que no baje a sacarlas; y el que esté en el campo, que no
regrese a su casa. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de conservar su
vida, la perderá; pero el que la pierda, la conservará.
"Les digo que en aquella noche, de dos que estén en una misma
cama, uno será llevado y el otro será dejado. De dos mujeres que estén moliendo
juntas, una será llevada y la otra será dejada."
Le
preguntaron entonces:
--¿Dónde
ocurrirá eso, Señor?
Y él
les contestó:
--Donde
esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El Señor Jesús en la palabra orante de este día nos invita a seguir nuestra reflexión con ÉL, sobre la venida del Reino; ayer nos detuvimos en la primera parte, hoy nos centramos en la segunda: ¿cómo recibir el tiempo final?
El Señor Jesús en la palabra orante de este día nos invita a seguir nuestra reflexión con ÉL, sobre la venida del Reino; ayer nos detuvimos en la primera parte, hoy nos centramos en la segunda: ¿cómo recibir el tiempo final?
La respuesta de Jesús es muy sencilla y bien
concreta: debemos estar vigilantes y preparados.
Lo que sucedió en tiempos de Noé sucede en
nuestros tiempos, con notables modificaciones, por supuesto. En tiempos de Noé
comían y bebían; en nuestros tiempos hay numerosas poblaciones que padecen de
hambre a causa de la desigualdad en la distribución de los recursos. En tiempos
de Noé se casaban hombres con hombres y mujeres con mujeres, hoy conviven
también hombres con hombres y mujeres con mujeres, el matrimonio se ha visto
afectado por la cultura de lo “desechable”. En tiempos de Lot compraban y
vendían, sembraban y construían; en nuestros tiempos hemos perdido la
conciencia ecológica, poco o nada nos interesa que el planeta agonice
lentamente, sigue creciendo la deforestación, no cesa la contaminación. ¡Hasta que
vino el diluvio, hasta que llovió fuego y azufre y los hizo perecer a todos!
¿Qué futuro nos espera?
El evangelio de hoy y la liturgia de estos días
nos invitan a reflexionar sobre el fin de los tiempos, sobre el Reino de Dios,
sobre la venida del Hijo del Hombre. Nos preocupa la fecha y el lugar de esos
acontecimientos, pero lo más importante es cumplir con nuestro deber actual,
vivir de manera consciente cada día de nuestra vida con responsabilidad. No
podemos dejarnos llevar por la rutina de la cotidianidad, como en los tiempos
de Noé y de Lot.
La presencia viva y eficaz del reino en nuestras
vidas depende de la prioridad que estemos dando a la vivencia de la
fraternidad, la caridad, el servicio y la misericordia con nuestros hermanos.
ORACIÓN
Señor ayúdanos a vivir de
acuerdo con tu verdad según el mandamiento que hemos recibido del Padre a
través tuyo y que se resume EN EL AMOR, que llegara a la plenitud cuando
vivamos nuestra pascua y podamos conocer tu dimensión, tu lógica y practicarla
sin restricciones, porque hemos aprendido a vivirla en Ti y en el Padre desde
este cuerpo material. Amén
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