martes, 1 de noviembre de 2022

Martes 15 de noviembre 2022

 


“EL RESUCITADO LLAMA A LA PUERTA”

 

PRIMERA LECTURA
APOCALIPSIS 3,1-6 14-22

 

“Si alguien me abre la puerta, Yo entraré y cenaremos juntos”

Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía: "Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así: "Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen.

El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias."

Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así: "Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me falta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.

A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.

Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga la que dice el Espíritu a las Iglesias." Palabra del Señor.

 

 

REFLEXIÓN
Una frase popular dicta: “No todo lo que brilla es oro”. Parece que el autor del Apocalipsis conocía esta máxima al interpelar a la comunidad de Laodicea diciendo: «Dices que eres rico, que tienes abundancia y no te falta nada; y no te das cuenta de que eres desgraciado, miserable y pobre, ciego y desnudo…» (Ap 2,17). Laodicea era rica al ser un centro comercial dentro del mar Egeo, pero su comunidad cristiana se había empobrecido y no en bienes materiales, sino en su práctica cristiana. Qué difícil construir una comunidad solidaria y protectora que tiende a la ostentación y las relaciones desiguales. El autor del Apocalipsis usa una ironía pedagógica. Invierte el sentido del término “riqueza” para desvestirlo de una dimensión material y darle un tono relacional y existencial. Si en la riqueza material “endiosada” encontramos la pobreza, ¿dónde está la riqueza? Jesús nos dirá que se encuentra en la solidaridad, la justicia, y el cuidado de la persona que sufre. ¡Trabajemos por la riqueza del Reino de Dios! 

SALMO RESPONSORIAL: 14
R. / Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí


El que procede honradamente

y practica la justicia,

el que tiene intenciones leales

y no calumnia con su lengua. R.

 

El que no hace mal a su prójimo

ni difama al vecino,

el que considera despreciable al impío

y honra a los que temen al Señor. R.

 

El que no presta dinero a usura

ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará. R.

 

OREMOS CON EL SALMO

Este  salmo recalca la necesidad de unir el culto a Dios con la vida intachable. Al que sigue ese proceder Dios concede sus favores. Jesús nos enseña: “Si al ir a presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda, delante del altar, y ve a reconciliarte primero con tu hermano. Entonces si vuelve a presentar tu ofrenda.       


LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 19, 1-10

 

“El Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo perdido”

 

Jesús entró en Jericó y comenzó a atravesar la ciudad. Vivía allí un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Este quería conocer a Jesús, pero no conseguía verlo porque había mucha gente y Zaqueo era pequeño de estatura. Por eso corrió adelante y, para alcanzar a verlo, se subió a un árbol cerca de donde Jesús tenía que pasar. Cuando Jesús pasaba por allí, miró hacia arriba y le dijo: --Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa. Zaqueo bajó aprisa, y con gusto recibió a Jesús. Al ver esto, todos comenzaron a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en la casa de un pecador. Zaqueo se levantó entonces y le dijo al Señor: --Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más. Jesús le dijo: --Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.  Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN
También hoy Jericó es escenario privilegiado de la acción salvadora de Dios. Y el destinario concreto de esta salvación es el pequeño Zaqueo, bajito de estatura, pero grande a los ojos de Dios. He aquí a un hombre que en medio de su notable condición pecadora, se deja tocar por el amor y la misericordia de Dios. Zaqueo no se esconde, no le teme al qué dirán, tiene bien claro su objetivo, quiere ver a Jesús, y lucha por conseguirlo, subiéndose a un árbol.

Jesús hoy quiere hospedarse al igual que en la casa de Zaqueo hoy en nuestra propia casa. El viene ofreciendo la salvación puerta a puerta, ¿estamos en condición de bajar del árbol del orgullo, de la prepotencia, de la avaricia, en fin de todo lo que nos distancia de Dios y de nuestros hermanos, o preferimos seguir encaramados allí?.  Zaqueo bajó enseguida y recibió muy contento a Jesús. Ojalá también Jesús encuentre en nosotros hoy esa misma disponibilidad y prontitud para descender y encontrarnos cara a cara con Jesús que quiere transformar nuestra vida y brindarnos la salvación. Naturalmente, el encuentro con Jesús será desde la clave de la fe y la disposición.

 

ORACIÓN

Señor Jesús, pon en nuestro corazón el deseo profundo de ser instrumento de tu paz, de amistad y de bondad. Que cada camino recorrido  y cada espacio transitado se conviertan en realidades de cambio con la fuerza de tu amor. Que cada una de las personas que pasaron por nuestra vida, reciban la gracia de tu salvación. Que tú presencia, Señor vaya delante de nosotros, tocando corazones y abriendo nuevos caminos, para que nuestra misión de anunciar el Reino se haga posible.  Amén

 

 

“A Dios no le gusta la mediocridad sino la radicalidad, que demuestra que estamos con Él”

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