“SOMOS Y LE PERTENECEMOS AL SEÑOR”
PRIMERA LECTURA
TITO 2, 1-8. 11-14
“Llevemos una vida religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición del Dios y Salvador nuestro, Jesucristo”
REFLEXIÓN
Cuando el apóstol Pablo ve llegada la hora de entregar el relevo a la
próxima generación, una de sus mayores preocupaciones es, sin duda, qué va a
pasar con el mensaje. Toda su vida ha estado dedicada a transmitir una buena
nueva, la gran noticia de la salvación por la fe en la gracia de Cristo; pero
este mensaje está en peligro, porque, como escuchábamos en la lectura de ayer,
hay enemigos de la cruz, que son también enemigos de la gracia. ¿Cómo defender
el verdadero mensaje, es decir, la "sana doctrina" de esta amenaza?.
Como buen estratega, Pablo descubre cuáles son los flancos en mayor riesgo y
trata de adelantarse a los movimientos del adversario. Su experiencia, intensa
y extensa, le ha llevado a definir zonas de riesgo en las que ya ha visto daño.
Por eso, al dar unas recomendaciones sobre la conducta de los miembros de la
comunidad cristiana, añade a modo de justificación: "para que no se hable
mal de la Palabra de Dios". Es una preocupación evidente y fuerte, pues
más adelante también dice: "nuestros adversarios... no podrán decir nada
malo de nosotros". El gran peligro para el mensaje es una vida
incoherente; así como la gran bendición para la vida es el mensaje en toda su
pureza y su fuerza. Pablo intenta asegurar ambas cosas: que la doctrina sea
"sana" y que la vida sea "irreprochable". Una predicación
sana limpia la vida; una vida limpia conserva la sana la predicación.
SALMO RESPONSORIAL: 36
R. / El Señor es quien salva a los justos.
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos. R.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás. R.
OREMOS CON EL SALMO
La prosperidad que encuentra muchas veces los malos puede ser una
tentación para los fieles. El salmista, en la perspectiva antigua de una
justicia de Dios realizada aquí en la tierra, asegura que esa prosperidad es
solo aparente y pasajera. El justo debe confiar en el Señor y seguir haciendo
el bien. El Nuevo Testamento nos asegura que la amistad con Dios no puede
ser frustrada ni siquiera por la muerte. El Reino de Dios empieza en el
tiempo presente, pero solo tiene su plenitud en la vida eterna de
Dios.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 17, 7-10
“Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”
En aquel tiempo dijo el Señor: "Suponed que un criado vuestro
trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de
vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis:
"Prepárame la cena, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después
comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha
hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado,
decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que
hacer." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Humanamente se entiende que toda acción, toda obra que realizamos, sea
gratificada, compensada con algo, resaltada ante los demás; eso nos hace sentir
bien, forma parte de los estímulos que necesitamos para crecer, para demostrar
nuestras capacidades y talentos. Sin embargo, Jesús nos plantea hoy otra cosa
muy diferente: no hay que esperar gratificaciones, ni aplausos, ni menciones
especiales por las tareas que realizamos en la construcción del Reino, nos
basta con saber que cada buena acción es un granito de arena que ponemos para
que el Reino crezca; además, la gratificación más grande, la mejor compensación
-porque sí la hay- es ver cómo el Padre multiplica por ciento el granito de
arena que cada uno ponemos para la construcción de su Reino.
No se trata, por tanto, de buscar reconocimientos y aplausos; por
quedarse en esto, muchos se sienten frustrados, su autoestima anda “bajo cero”,
sus hermanos son unos inconscientes, unos ciegos y torpes que no ven las cosas
buenas que hago... En estos casos, no estoy aportando a la construcción del
Reino; tal vez estaré más bien luchando por inflar mi ego, pero no al Reino.
Digamos con fe: “gracias, Señor, por permitirnos trabajar en tu Reino; aumenta
nuestras fuerzas, pero sobre todo, nuestra fe”.
ORACIÓN
Señor ayúdanos a reflejar que te pertenecemos, que estamos a tu servicio,
amando, dando y entregando con desinterés y gratuidad, y que solo estamos
cumpliendo lo que nos has encomendado como tus discípulos(as). Muchos(as)
necesitamos de esta gracia y muchos(as) otros lo viven y son ejemplo, gracias
por ellos y ellas. Amén
“Dediquémonos
más a escuchar que a hablar, a admirar que ser admirados(as), a servir más que
a ser servidos(as)”
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