“TODA SED SERÁ
SACIADA POR CRISTO”
PRIMERA LECTURA
ÉXODO 17,3-7
“Danos agua de
beber”
En aquellos
días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: "¿Nos has
hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y
a nuestros ganados?" Clamó Moisés al Señor y dijo: "¿Qué puedo hacer
con este pueblo? Poco falta para que me apedreen." Respondió el Señor a
Moisés: "Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de
Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete,
que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y
saldrá de ella agua para que beba el pueblo." Moisés lo hizo así a la
vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá,
por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor,
diciendo: "¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?" Palabra de
Dios.
REFLEXIÓN
La Cuaresma, en efecto, puede ser vista como un camino de recuperación
de la gracia. Es también como ir al desierto con el pueblo elegido que ha
salido ya de Egipto pero aún no entra a la tierra prometida. Y es como estar
con Jesús en aquel desierto al que fue conducido por el Espíritu Santo. Es
normal que se sienta sed, y es bueno: porque esa sed nos conducirá al Manantial
de la vida. Veamos en la lectura de hoy, como el pueblo torturado por la sed no
soportó más y terminó hablando mal de Dios y de Moisés, su enviado. Miremos
atentamente qué les sucedió a ellos y veámonos quizá retratados en el proceso
que hicieron y que les condujo a rebelarse contra Dios. Ante todo, es
explicable su disgusto, y muy humano: si hay una sensación poderosamente
desagradable y agobiante es la sed. Pero sobre la base de esa sensación no hay
una reacción predeterminada. Es posible sufrir y confiar o sufrir y ya no
confiar. Es posible hacer del dolor del desierto un camino que nos une más a
Dios y que nos une también entre nosotros mismos, o un camino que nos aparte de
Dios y de los hermanos. Finalmente la decisión no la toman las circunstancias:
la tomamos nosotros. Observemos, aún más, que el dolor nos obliga a hacer una
pregunta. En el caso de los israelitas la pregunta era: ¿Con qué propósito nos
sacó Dios de la esclavitud? Esa pregunta se convierte en rebeldía cuando se
presupone que Dios no es de fiar. En este caso la interrogante se vuelve lo que
hemos oído: "¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?" Hablando
así, el hombre renuncia a apoyarse en Dios sin tampoco encontrar otro apoyo,
porque no lo hay. De este modo, la rebeldía se vuelve suicidio, desesperanza y
apelación a la nada. Perder a Dios, aunque sea sobre la base
"razonable" del dolor, es perderlo TODO.
SALMO
RESPONSORIAL: 94
R. / Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."
Venid, aclaremos
al Señor,
demos vítores a
la Roca que nos salva;
entremos a su
presencia dándole gracias,
aclamándolo con
cantos. R.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo al
Señor, creador nuestro.
Porque él es
nuestro Dios,
y nosotros su
pueblo,
el rebaño que él
guía. R.
Ojalá escuchéis
hoy su voz:
"No
endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de
Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron,
aunque habían visto mis obras." R.
OREMOS CON EL
SALMO
La primera parte
de este salmo es un canto de alabanza al
Señor de la creación y de la alianza. La segunda es una amonestación al pueblo
para recordarle las exigencias de la alianza. La nueva alianza sellada con la
sangre de Cristo exige igualmente una correspondencia generosa al amor de
Dios.
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 5,
1-2.5-8
“El amor ha sido
derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado”
Hermanos: Ya que
hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio
de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta
gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la
gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En
efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado,
Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo;
por un hombre de bien tal vez se atreviera uno a morir; mas la prueba de que
Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por
nosotros. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Recordemos
en la imagen del Jesús Nazareno, en la imagen del crucificado y en el Cristo
resucitado, el infinito amor de Dios que San Pablo nos describe hoy con un
rasgo incomparable. Dice: "En esto conocemos el amor de Dios, en que
siendo todavía apartados de Él, incluso enemigos de Dios, nos mandó a su Hijo a
salvarnos". ¿Quién da su vida por otro hombre? Si acaso, por un hombre de
bien habrá quien la de, dice San Pablo, pero dar su vida, y vida de Dios, por
un pecador, eso es una locura de amor, la locura del amor de Dios. Igualmente
cuando se experimenta la conversión, se siente lo que le dice Pablo a la
comunidad de los romanos: "Hermanos, estamos en paz con Dios. Por Él hemos
obtenido con la fe el acceso a esta gracia en la esperanza, nos gloriamos
apoyados en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios". ¡Qué bella es
la vida, cuando nos hemos encontrado con
aquel que viene a liberarnos! ¡Qué bella es la vida cuando se lleva paz en la
conciencia y esperanza de los bienes futuros! ¡Qué valiente es la situación de
un cristiano! No le tiene miedo a las armas ni a las torturas ni a los
atropellos cuando lleva la paz de decir la verdad y la esperanza de recoger un
premio por la fidelidad en esta tierra. Esto es lo que tenía la Samaritana, es
lo que van recibiendo todos los que se convierten.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 4,5-42
“Un surtidor de
agua que salta hasta la vida eterna”
En aquel tiempo,
llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob
a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino,
estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una
mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de beber." Sus
discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:
"¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?"
Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y
él te daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo,
y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro
padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus
ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener
sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que
yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la
vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré
más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla." Él le dice: "Anda, llama a tu marido y
vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido." Jesús le dice:
"Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no
es tu marido. En eso has dicho la verdad."
La mujer le dice: "Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros
padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe
dar culto está en Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se
acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre.
Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que
conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya
está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en
espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es
espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad." La
mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él
nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla
contigo."
En esto llegaron
sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque
ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer
entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver
un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?"
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían:
"Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que
vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban entre ellos: "¿Le
habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi alimento es hacer
la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que
faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos
y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está
recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran
lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y
otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y
vosotros recogéis el fruto de sus sudores." En aquel pueblo muchos, samaritanos, creyeron en él, por el testimonio
que había dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho." Así,
cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y
se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y
decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo
hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En
este tercer domingo de Cuaresma la liturgia nos invita a reflexionar en el
evangelio desde la comunidad de Juan, en el encuentro de Jesús con sus
discípulos y hoy en especial con sus
discípulas, desde la Mujer Samaritana. El texto utiliza un símbolo muy
relacionado con la comunidad geográfica, árida, con muchas sequías y
situaciones de desierto; por ello utiliza el signo del agua, como garantía de
la presencia del Dios vivo en medio de las dificultades de su pueblo. Recordemos
que en la antigüedad en el desierto el pueblo murmura y Dios responde saciando
su sed. Pero aquella sed era “figura” de
una sed más honda. La sed de
libertad, de justicia, de amor compasivo, de tierra propia, de una nueva
relación entre los seres sin exclusión. En torno al pozo de Jacob, (cuyo
sentido para el judío era: lugar de búsqueda y encuentro con Dios, lugar de los
enamorados y lugar de los negocios) se
da el encuentro de Jesús con la mujer Samaritana, que deja al descubierto la
honda sed que llevan ambos, pero por motivos diferentes. El encuentro empieza
con un desencuentro por los prejuicios de raza, sexo y religión que
históricamente han enemistado a los dos pueblos (Judíos y samaritanos). “¿Cómo
Tú, siendo judío, hablas conmigo, mujer, y me pides a mí que soy samaritana,
que te de beber?”. En la respuesta: ”Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y
él te daría agua viva”. Jesús ve la oportunidad de empezar a saciar la
verdadera “sed” de esta mujer ( salvación- don del Espíritu Santo- vida nueva)
; rompiendo también de esta manera con toda barrera y prejuicio de creencias y
prácticas culturales, políticas y religiosas que separaban a las personas y que no les permiten
experimentar la liberación o salvación del Mesías.
El
diálogo con este nuevo Maestro de vida, Jesús el Señor, despierta en la mujer
su propia sed, “Señor, dame de esa agua; así no tendré más nunca sed”;
escondida bajo las piedras o losas de una vida de rutina y sin sentido que la
esclavizaba a ella y a muchos personajes que llegaban al pozo de Jacob: “Ya no
tendré que venir aquí para sacar de esa agua”. Empieza, así de esta forma un
encuentro liberador, la mujer que se libera de la religión hecha de normas,
leyes y doctrinas estériles, lugares privilegiados, ritos vacíos y excluyentes,
y en Jesús descubre el don, verdadero de Dios, que ella y muchos desconocían,
que es el agua viva del Espíritu (un proyecto o vida nueva), que él da a quien
se lo pide, y que es capaz de calmar lo más profundo del vacío del corazón
humano, que es la sed de Dios que anida en todos y todas. Saciada de su deseo
más profundo en el “nuevo pozo de Jesús”, la mujer samaritana deja ahí mismo su
antiguo cántaro (ya no lo necesita), y ella misma se convierte en un manantial
de “agua viva”, del que vendrán a beber sus compatriotas. De esta manera el
relato nos lleva a una enseñanza en la pedagogía del Maestro: De mujer alejada-
a mujer cercana (discípula); y de discípula a mujer evangelizadora o misionera.
ORACIÓN
Señor,
ayúdanos a tener todo lo necesario para poder dar a conocer a otros el gozo del
encuentro contigo y tu Palabra; a mostrar cómo calmas la sed, como llenas todo vacío de amor
verdadero, como refrescas nuestro
caminar y nos ayudas a sobrepasar las tentaciones
humanas. Señor que siempre bebamos de tu agua viva y la llevemos a otros.
Amén
“Date cuenta si
en tu vida falta lo más importante, la presencia de Dios, que sacia las
verdaderas necesidades y da sentido a la existencia”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Mensaje o Intercesión por: