LA MUJER EN LA EDUCACIÓN
En este mes queremos invitarlos a reflexionar sobre el llamado de la mujer en el rol de Educadora, bajo el Proyecto de
Dios que desde la creación muestra su gran Amor y Fidelidad acompañando a la
mujer en el desarrollo integral en sus diferentes aspectos, la capacita, la instruye,
la orienta, le brinda las herramientas necesarias a través de su Palabra. La
mujer es una creación de Dios con un propósito de bendición para la humanidad y
aunque en los tiempos antiguos fue subvalorada y tratada como de segunda clase,
la venida de Jesús le permitió ser dignificada, valorada y admitida como un ser
especial y amada por Dios. El rol maternal de la mujer la colocó en un puesto
esencial como educadora y orientadora de sus hijos, a pesar de que el oficio
pastoral era exclusivo de los hombres,
aún en 1 Tim. 2:11-15 se le niega la posibilidad a la mujer de enseñar en
público, pues se consideraba que debía estar en silencio, solo guardando
obediencia y sumisión a su marido. Sin
embargo el papel tan importante en el
hogar, la llevo a entender el llamado de Dios para que en unión con su esposo
se convirtiera en la mejor educadora de sus hijos. Por esto debe defender de un modo firme e
inquebrantable lo que es correcto y digno bajo el plan del Señor. Comenzando
con sus propios hogares y continuando
con el desarrollo de su maestría en sus
trabajos, estudios, y en la comunidad en general.
La enseñanza es un don puesto al servicio de los demás (
Romanos 12:6-7) y desde la Escritura el
Señor inspira a sus discípulos(as) la manera correcta de impartir la enseñanza
(2Tim 3:16). Jesús, no se preocupó por impartir un conocimiento, se ocupó de
contribuir en la realización del ser humano, en la búsqueda de su bienestar y
felicidad. Como Verdadero Educador y Maestro,
ejerció su misión entendiendo que la enseñanza se basa en transmitir la
pureza y la verdad de la Palabra de Dios que es la que tiene el poder de
transformar una vida y para lograr su objetivo, con su inmenso amor, enseñó desde el ejemplo,
desde la entrega de su vida al servicio de sus hermanos (Juan 13:13). En cada
una de las acciones de Jesús, las mujeres estuvieron cerca, valoradas y
reivindicadas por Él, con un ministerio que les dio un papel importante, hasta
el día de su muerte y resurrección, como ya lo hemos tratado en los anteriores
meses. Muchas de ellas colaboraron con Pablo en su apostolado y muchas
contribuyeron en la expansión del Reino en la época primitiva. Hay ejemplos de mujeres que enseñaron a otros
con valentía y firmeza, como lo muestra
la Palabra: “Apolo se puso a hablar abiertamente en la sinagoga; pero cuando lo
oyeron Priscila y Aquila, lo llevaron aparte y le explicaron más exactamente el
camino de Dios” (Hechos 18:26). Timoteo fue enseñado por su abuela Loida y su
madre Eunice (2 Timoteo 1:5), María la hermana de Lázaro buscó la enseñanza de
su Maestro (Lucas 10:42). Son ejemplos claros del llamado que Dios ha hecho a la mujer a
participar en algo tan hermoso y gratificante como ser obrera de la mies a
través del rol de educadora. Sin embargo, es claro que sin la guía del Espíritu
el ejercicio de la maestría no puede darse. Si no bebo de la fuente de la
Palabra del Maestro Verdadero, sino obedezco a sus sabias enseñanzas, es
imposible ejercer tan maravillosa misión. Recordemos que: “Toda Escritura está
inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar
en una vida de rectitud, para que las personas de Dios estén capacitadas y
preparadas para hacer toda clase de bien”.
En
Proverbios 22:6 el Señor nos enseña a educar nuestra niñez para poder
encontrarnos con jóvenes y adultos que logren una vida de calidad y adecuada
realización, no podemos olvidar que es con el ejemplo que podemos enseñar, pues
nuestro comportamiento influye positiva o negativamente en la vida sobre ellos. La mujer como generadora de vida, enseña,
corrige, orienta y motiva a vivir una
vida llena del Espíritu de Dios bajo la cobertura y obediencia a la
Palabra.“Mujer ejemplar no es fácil hallarla;…..Habla siempre con sabiduría y
da con amor sus enseñanzas”. (Prov. 31:26).
Ante las
actuales circunstancias de desarrollo de nuestra niñez y juventud, es urgente
que la mujer en su importante papel de Educadora, se comprometa, adherida al
Maestro Jesús, a analizar las diferentes pedagogías que Él desarrollo en el
ejercicio de su misión, las cuales están escritas a través de los textos y que
nos pueden orientar cada día para lograr el éxito de tan hermosa labor. El
Maestro Jesús tuvo en cuenta el temperamento, el carácter y la personalidad de
cada ser humano para acercarse de manera sabia a sus realidades de vida y con
inmenso amor y comprensión satisfacer sus necesidades. Dialogó, narró hechos,
ilustró con ejemplos, enseñó en parábolas, pero todo lo hizo con amor. Como mujeres,
atendamos el llamado al hermoso ministerio de la enseñanza, de ser educadoras,
orientadoras de vidas, dejemos que el Espíritu Santo guíe nuestros pasos para
ser “Maestras del bien” (Tito 2:3-5).
Mujer maestra, confía en el Señor Jesucristo, quien te
lleva de su mano, ejerce tu misión conociendo cada vez más del Verdadero
Maestro, a través de la Palabra y descansando en Él, Toma el desafío de enseñar y crecer. Avanza
cada día en el cumplimiento de tan loable labor. “Por eso, el que no obedece
uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni enseña a la gente
a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el Reino de Dios. Pero el que
los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el
Reino de Dios” (Mt.5:19).
“Siempre
hay uno más joven para enseñar y alguien más adulto para que te enseñe”
“Vivo
lo que enseño y enseño lo que vivo”
“MARÍA MAGDALENA Y LA SAMARITANA:
LA AUTOESTIMA DE LA MUJER”
Este
mes vamos a reflexionar sobre dos mujeres del Nuevo Testamento, prisioneras,
con temor, infelices, con baja autoestima, con vergüenza, solitarias, sin
amigos, sin esperanza para sus aflicciones. Dos mujeres que cuando conocieron a
Jesús, sus vidas se transformaron, porque él encontró gran valor en ellas: María Magdalena y la mujer Samaritana.
María la Magdalena, seguidora de
Jesús
Hay
varias mujeres con el nombre María en la Biblia. Es posible que ésta con el
sobrenombre de “Magdalena”, era de la ciudad de Magdala, en la costa de Galilea
a unos cinco kilómetros de Cafarnaúm. Era una comunidad muy poblada conocida
por sus textiles y sus tintes. Así María Magdalena, mencionada por nombre, sin
alusión a una relación matrimonial o de familia, posiblemente fue una mujer relacionada con la industria
textil, puesto que tenía medios para mantenerse siendo una de las seguidoras de
Jesús. Ella encabezaba el grupo de mujeres fieles que financiaban la obra del
Señor “que ayudaban con sus bienes” (Lucas 8:3), y seguían a Jesús a donde
fuera.
Al
ser liberada de “siete demonios” (Lucas
8:2), María Magdalena vivió en carne propia el milagro de sanación que
ofrecía Jesús a los que tenían fe. Lucas no menciona en ningún lugar que María
Magdalena fuera prostituta o pecadora. El número
siete es muy simbólico en la cultura judía; significa plenitud. Se podría
suponer que María Magdalena estaba sin autoestima, sin dignidad, vivía
humillada, afligida, atormentada y vacía, aunque estable económicamente. El
encuentro con Jesús le devolvió a María Magdalena la plenitud. Es decir, se fue
empoderando de sí misma. Recuperó la dignidad, la autoestima; Jesús la lleva a
reconocerse como persona, como mujer valiosa, como una hija de Dios. Este
milagro la transformó de tal manera que la convirtió en la testigo de todos los
momentos más importantes de la vida de Jesús: durante su ministerio y periodo
de hacer milagros (Lucas 8:2 y Marcos 16:9), testigo de la pasión (Mateo
27:55-56 y Marcos 15:40), crucifixión (Juan
19:25), en la tumba (Mateo 27:61, Marcos 15:47 y Lucas 23:55-56) y
resurrección.
El coraje y la
valentía de María Magdalena y las mujeres que la acompañaron al sepulcro de
Jesús crucificado se reconocen porque ellas arriesgaron sus vidas. Ser amiga o
familiar de un crucificado en la época del imperio romano era un riesgo de
vida, por eso los discípulos se escondieron y por eso tenían tanto miedo.
María Magdalena es la testigo principal del gran
milagro de la Resurrección, lo que la convierte en Apóstol de Apóstoles, la
persona que Jesús escoge para llevar el mensaje de su regreso a la vida. Todos
los evangelios la mencionan en este importante momento: Mateo 28:1-10, Marcos
16:1-11, Lucas 24:1-11, Juan 20:1-18. ¡Qué gran honor
conferido por Dios a esta mujer!
La conversación de Jesús con una
mujer Samaritana
Encontramos el encuentro entre Jesús y esta mujer en Juan
4:1-42. De esta mujer no sabemos el nombre, la Escritura dice que es
samaritana.
Era una mujer desenvuelta, no muy recatada. Su vida era difícil. Había tenido “cinco maridos” y ahora vivía con un hombre que tampoco era su
marido. Toda lo que había ocurrido en su vida
quizás afectaron profundamente la autoimagen de esta mujer y su capacidad de
relacionarse. Cuando todas las compañeras de escuela de la mujer samaritana ya habían
formado un hogar y procreado sus hijos –que en aquellos tiempos equivalía a
conseguir un certificado de aceptación social, especialmente si tenían un
varón– esta mujer se debatía todavía en la tarea de retener a un hombre para
formar pareja.
Todos los días iba
sola a buscar agua al pozo a mediodía, cuando no había otras mujeres. Este comportamiento se debe probablemente a que estaba excluida de la
vida social por su estilo de vida, puesto que las mujeres solían reunirse en el
pozo a horas más tardías y frescas para buscar el agua. Se había acercado al
pozo en el desierto en el momento más caluroso del día (la hora sexta). Pero el
calor asfixiante sin duda era mejor que las lenguas infatigables y las miradas
de desprecio de las demás mujeres. Así no tenía que entrar en conversaciones al
borde del pozo y dar explicaciones; así podía evitar que una vez más, sus
heridas fueran restregadas. Más aún, representaba, sin duda, una “amenaza” para
las mujeres “decentes”, y una “tentación” para los hombres que podían
percibirla como “mujer fácil”. No había otro remedio que aislarla, como a los
leprosos.
Pero los golpes más duros pueden ser los que ella misma se imponía. Al
no haber logrado retener como marido a ninguno de los cinco hombres en su vida,
su esperanza de establecer una relación significativa con el sexto debía ser
muy limitada. Su autoestima debía estar erosionada, su autoimagen cuestionada.
Aislada por los demás, ella misma se había aislado; juzgada por los otros, ella
misma parece haberse juzgado con más rigor.
Un día, cuando fue al
pozo de Jacob, encontró a un hombre. Estaba acostumbrada. Su reputación hacía
que muchos hombres la buscaran aunque no fuera lo que ellos creían. Al
acercarse, notó que el hombre era judío. Eso significaba que no le hablaría a
una samaritana como ella. Ella necesitaba el agua, de manera que simplemente lo
ignoraría. Pero Jesús le dice "Dame de beber" (Juan
4:7). Ella se sorprendió, no porque le
hablara sino porque le pidió un favor. Seguidamente El le ofreció agua viva.
Ella nunca antes había escuchado algo así de un hombre. Era intrigante, y
decidió conversar con Él. Se sentía más y más atraída por algo misterioso y
maravilloso. Esta mujer fue tan impactada por ese encuentro, por cómo a pesar de
todas las costumbres de la época ese hombre judío habló con ella y le pidió
agua. Había encontrado al verdadero Mesías,
y no podía ignorarlo ni olvidarlo. Todos los hombres querían sólo una cosa de
ella, pero este hombre quería darle vida, integridad y sentido de identidad.
Sólo el Mesías podía hacer algo así (Juan 4:25-26) y fue
corriendo a la ciudad para contarles a todos lo que había sucedido (Juan 4:39).
Su testimonio de Jesús hizo que mucha gente
acudiera a este Hombre, y que muchos creyeran en Él.
Su vida todavía era
difícil. Su situación social y económica no había cambiado. Pero ahora una
relación de amor con Dios le daba sentido a la vida. Ahora la raza o el sexo no
serían los parámetros de cómo ella trataría a los demás, porque Jesús le había
mostrado la gracia de Dios al tratarla como hija de Dios. Las mujeres podrían
burlarse. Los hombres incrédulos podrían tratarla con rudeza. Eso no importaba.
Dios la amaba.
María
Magdalena y La Samaritana, el ejemplo de conversión del corazón humano
María Magdalena nos da un ejemplo maravilloso de lo
que Jesús puede hacer con una persona. Cuando la encontró por primera vez,
nadie daba un peso por ella pero Jesús la sanó y la salvo, haciendo de ella una
sierva fiel que estuvo con Él hasta los últimos momentos. Ella es la prueba
viviente de que, en Jesús, somos nuevas criaturas, de que no importa de dónde
vengamos ni qué hayamos hecho, en Él, las oportunidades son nuevas cada mañana.
Así viven millones de mujeres hoy día. Piense en tantos
“demonios” que les impiden a las mujeres de hoy día ser felices, vivir en
dignidad, reconocerse como personas. La opresión, la falta de libertad, el
abuso de poder, la marginación, la falta de educación, el machismo, etc.
La historia de la mujer
samaritana tiene dos enseñanzas principales: una para las personas que no
conocen a Cristo: Jesús es el Agua de Vida Eterna, el Mesías, el Salvador; y
otra, para los creyentes, enseñándonos que Dios nos ama y quiere tener una
relación personal e íntima con nosotros(as) a pesar del desastre que a veces es
nuestra vida. A pesar del pasado de esta mujer, su presente y su futuro había cambiado
para siempre por su encuentro con Cristo. A veces pensamos que nuestro pecado
es demasiado grande, que nos hemos alejado demasiado, que no hay punto de
retorno, que es imposible que Dios nos siga amando por algo que hayamos hecho.
Pero la invitación sigue siendo la misma... ...¡Ven y bebe!
La mujer que logra desarrollar su autoestima en
forma real, reconocerá que es valiosa, única e irrepetible frente al Creador y
a los demás seres humanos Si se reviste de fe y esperanza logrará hacer que la
visión de ella misma sea cada vez mejor; estará haciendo crecer su autoestima y
será una persona cada vez más feliz. No hay ser humano sobre la tierra que
pueda atravesar por cinco fracasos amorosos sin preguntarse: “¿Qué me sucede?
¿Qué me falta? ¿Soy normal? ¿Carezco de…algo?”. Hombres y mujeres, por igual,
suelen ser afectados ante el rompimiento repetido de sus relaciones
significativas, sólo que las culturas machistas y patriarcales se han encargado
de establecer códigos de doble moralidad que condenan con más rigor a la mujer
ante el rompimiento de una relación de pareja. Una de las grandes pruebas de la
verdad del evangelio es el poder de una vida transformada en manos de Dios ¿Ha
transformado Jesús tu vida? ¿Te das cuenta de lo que Él puede hacer contigo?
Aprendamos hoy de estas
mujeres a reconocer nuestra necesidad de Jesús y a aceptar su invitación para
que podamos tener una relación viva, constante y satisfactoria con Él. La
gracia de Dios es suficiente para ayudarte a volver, para que puedas dejar
atrás cualquier pecado por grande que sea.
¡Él tiene planes maravillosos
para ti! ¡Un corazón transformado por Cristo debe ser un corazón dispuesto a
servirle!
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