Santísimo Nombre de
María
“POR
LOS FRUTOS NOS CONOCERÁN”
PRIMERA LECTURA
1TIMOTEO 1,15-17
"Vino al mundo para salvar a los
pecadores"
Querido hermano: Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os
digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el
primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara
Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán
en él y tendrán vida eterna. Al rey de los siglos, inmortal, invisible, único
Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
SALMO RESPONSORIAL: 112
R./Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre.
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R.
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre. R.
OREMOS
CON EL SALMO
Este salmo es un canto de alabanza a Dios
por su bondad especial con los pobres y afligidos. El canto de María (el
Magníficat) desarrolla temas parecidos, pero relacionándolos con el
acontecimiento central de la historia de
salvación: la venida del Mesías.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 6,43-49
¿Por qué me llamáis "Señor,
Señor", y no hacéis lo que digo?
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: "No hay árbol
sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se
conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian
racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón
saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa
del corazón, lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que
digo? El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a
decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y
puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra
aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El
que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre
tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y
quedó hecha una gran ruina." Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
Jesús propone
lograr un equilibrio entre lo íntimo de la persona, que el evangelio llama
corazón, y el comportamiento externo. Los frutos, por más hermosos que se vean,
si provienen de un árbol enfermo son mera apariencia y fraude. Lo primero que
debemos cuidar entonces es el árbol o el corazón, nuestro mayor tesoro, para
que de él broten obras que reflejen el amor de Dios y el compromiso por una
nueva y mejor sociedad. Vivir con sinceridad de corazón el proyecto de Jesús
haría del mundo una casa más humana y fraterna. La coherencia entre fe y vida
es un imperativo de madurez cristiana. Lucas termina el sermón de la llanura
con una parábola cuyo mensaje es claro: las palabras de Jesús son para ponerlas
en práctica. El verdadero discípulo es el que escucha y pone en práctica la
Palabra de Dios, hasta el punto que los caudales o los huracanes de los
problemas, las decepciones, las calumnias, las persecuciones… no logran socavar
sus convicciones ni frenar sus acciones. De nada vale decir “¡Señor, Señor!” si no lo
experimentamos en nuestros corazones ni lo practicamos en nuestra vida
cotidiana. Que somos cristianos, pues, ¡que se nos note!
ORACIÓN
En ti,
Señor Jesús, roca firme de Salvación, queremos hundir nuestra vida, y seguir
profundizando en tu manera de ser, y sentir y actuar; síguenos enseñando tu
forma de amar generosamente en obras concretas. Que cada día por la acción de
tu Espíritu nos sintamos más comprometidos con la situación de los demás. Que por
el fruto que demos desde el servicio misericordioso a los demás, especialmente
los que están alejados de ti o no te conocen, te descubran y sepan que tu eres
una realidad. Amén.
“El amor tiene que ponerse en
acción. Muchas veces basta una palabra, una mirada, un gesto para llenar el
corazón del que amamos” (Madre Teresa de Calcuta)
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