“UN
EXTRANJERO MODELO DE FE Y MISERICORDIA”
PRIMERA
LECTURA
LAMENTACIONES 2, 2. 10-14. 18-19
“Grita al Señor, laméntate, Sión”
El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su
indignación demolió las plazas fuertes de Judá; derribó por tierra,
deshonrados, al rey y a los príncipes. Los ancianos de Sión se sientan en el
suelo y callan, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas
de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza. Se consumen en lágrimas mis
ojos, de amargura mis entrañas; se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de
la capital de mi pueblo; muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles
de la ciudad. Preguntaban a sus madres: "¿Dónde hay pan y vino?",
mientras desfallecían, como los heridos, por las calles de la ciudad, mientras
expiraban en brazos de sus madres. ¿Quién se te iguala, quién se te asemeja,
ciudad de Jerusalén? ¿A quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella?
Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte?. Tus profetas te
ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus culpas para
cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras. Grita
con toda el alma al Señor, laméntate, Sión; derrama torrentes de lágrimas, de
día y de noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos. Levántate y grita
de noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia
del Señor; levanta hacia él las manos por la vida de tus niños, desfallecidos
de hambre en las encrucijadas. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En medio de la tristeza propia de los acontecimientos que cuenta la
primera lectura, cuando el asedio a Jerusalén y el destierro a Babilonia, hay
preciosas enseñanzas que no debemos dejar perder. Una muy importante es esta: al engaño sólo
puede seguirle el desengaño. Las llamadas que Dios hacía con insistencia,
clamando la conversión de su pueblo, fueron ahogadas por voces de los falsos profetas, que inducían a una
falsa seguridad. A este engaño siguió el amargo desengaño, pero ya era demasiado
tarde.
El texto nos muestra un canto de dolor: por la ciudad destruida, los
ancianos silenciosos, las lágrimas en los ojos de todos, los niños
desfalleciendo de hambre. Pero el autor invita al pueblo a dirigirse a Dios en
oración y sus manos alzadas al cielo. La oración se la pone en los labios el
salmo que leeremos hoy, que por una parte, sigue describiendo con trazos
plásticos la desgracia del pueblo y, a la vez, le invita a elevar a Dios estas
palabras: “No olvides sin remedio la vida de tus pobres… acuérdate de la
comunidad que adquiriste desde antiguo, que el humilde no se marche
defraudado”.
SALMO RESPONSORIAL: 73
R./No olvides sin remedio la vida de tus pobres.
¿Por qué, oh Dios,
nos tienes siempre abandonados,
y está ardiendo tu
cólera contra las ovejas de tu rebaño?
Acuérdate de la
comunidad que adquiriste desde antiguo,
de la tribu que
rescataste para posesión tuya,
del monte Sión
donde pusiste tu morada. R.
Dirige tus pasos a
estas ruinas sin remedio;
el enemigo ha
arrasado del todo el santuario.
Rugían los
agresores en medio de tu asamblea,
levantaron sus
propios estandartes. R.
En la entrada
superior
abatieron a
hachazos el entramado;
después, con martillos y mazas,
destrozaron todas
las esculturas.
Prendieron fuego a
tu santuario,
derribaron y
profanaron la morada de tu nombre. R.
Piensa en tu
alianza: que los rincones del país
están llenos de
violencias.
Que el humilde no
se marche defraudado,
que pobres y afligidos alaben tu nombre. R.
OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
Ante el
Templo devastado y profanado por los enemigos de Israel, la comunidad suplica
al Señor - se acuerde de su Alianza (v.20) y se apresure a reparar las afrentas
de su Pueblo (v. 21). Para hacer más apremiante la súplica, se evocan las
proezas que realizó el Señor, cuando rescató a Israel de la esclavitud y lo
convirtió en su herencia (v. 2). En medio de la súplica, se intercala un himno
al Dios creador (vs. 12-17), que tiene por finalidad contraponer el poder
manifestado en el momento de la creación y su desconcertante silencio presente.
LECTURA DEL
EVANGELIO
MATEO 8, 5-17
“Vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac
y Jacob”
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le
acercó diciéndole: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama
paralítico y sufre mucho". El le contestó: "Voy yo a curarlo".
Pero el centurión le replicó: "Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo
mi techo? Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo
también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes y le digo a uno:
"Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz
esto", y lo hace". Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los
que le seguían: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta
fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y sentarán con Abrahán,
Isaac y Jacob en el Reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del Reino
los echarán afuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de
dientes. Y al centurión le dijo: "Vuelve a casa, que se cumpla lo que has
creído". Y en aquel momento se puso bueno el criado. Al llegar Jesús a
casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y
se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le
llevaron muchos endemoniados; él con su palabra expulsó los espíritus y curó a
todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: "El tomó
nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades".
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Los versículos que nos trae el
evangelio de hoy relatan dos milagros de Jesús, la curación del criado del
centurión y la curación de la suegra de Pedro. Dos milagros realizados a
personas excluidas por la ley, menospreciadas por el rol que desempeñan en la
sociedad. El verdadero milagro en estos acontecimientos es la liberación de los
seres humanos al sentir la presencia de Dios cercana a ellos. El centurión que
pide a Jesús que sane a su siervo, consciente de ser pecador y excluido por la
ley judía, se declara indigno. Pero es un hombre lleno de fe, cree en la
misericordia y el poder de Jesús, y por eso se atreve a dirigirse a él. El otro
milagro es realizado en una mujer enferma y mayor. El texto no recrea mucho el
acontecimiento, pero cuenta cómo Jesús se acerca a ella y la cura; al sentirse
sana, la mujer se incorpora al grupo. Ese mismo día curó a varios enfermos. Lo
milagroso de los milagros es la liberación profunda de la humanidad. A través
de ellos se realiza también una verdadera sanación más allá de la enfermedad
física: Jesús demuestra con ellos que para Dios no hay marginados. El
centurión, la mujer y los otros enfermos que le traían recibían a Jesús como
una revelación que los curaba, les devolvía la vida activa, los ponía en pie,
los incorporaba en la comunidad, los humanizaba. Al sanar Jesús a la mujer,
relegada por el simple hecho de ser mujer, la incorpora al grupo, la hace
compañera de apostolado, activa su espíritu para ponerla al servicio de la
comunidad.
Este
texto por otra parte nos reafirma que la fe en Jesús es la condición necesaria
para hacer que muchas cosas en nuestra vida sucedan. Pero no es un poder de
sanación sin más; antes de sanar, Jesús ya había movido el corazón de las
personas a sentir que Él es el camino para la salvación, y a querer
configurarse con Él. Es decir, no es una fe “milagrera”, sino una fe que me
mueve a ser como Él, sea que nos de lo que pedimos o que no nos lo de. ¿Cómo
puedo aumentar mi fe?
ORACIÓN
Señor
tu eres el gran comandante de todas las fuerzas del universo, estas por encima
de la enfermedad, por encima de todas nuestros problemas y dificultades, que
como el centurión creamos en tu poder, que como él, creamos firmemente en ti,
que nuestra fe sea fortalecida y nuestro corazón transformado a tu imagen y
semejanza. Amén.
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