viernes, 1 de marzo de 2024

Viernes 29 de Marzo de 2024

 Pasión del Señor

La ceremonia del Viernes Santo, no debe ser  una ceremonia triste, sino  una ceremonia que canta el triunfo de la cruz, es un canto triunfal a la bandera más gloriosa que se ha extendido en la historia: la santa Cruz. La Cruz significa la humillación de Cristo pero también significa la exaltación del Hijo de Dios redentor de los hombres. Por eso, con esa finura que la fe tiene, al escuchar el relato de la pasión escrito por aquella pluma mística de San Juan el evangelista, se descubre que todo parece un canto de triunfo hasta en las horas más humillantes que allí relata. Juan tiene una perspectiva de cielo, de triunfo y la proyecta sobre esa sangre y sobre ese dolor que él va narrando pero con una visión celestial: el cordero silencioso que se humilla es el Hijo de Dios que será,  finalmente exaltado.

 

  

 

“NO AL ODIO, SI AL AMOR”

 

PRIMERA LECTURA

ISAÍAS 52,13-53,12

 

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

 

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.  Palabra de Dios

 

REFLEXIÓN

Nos encontramos con el cuarto Canto del Siervo. Presenta rasgos parecidos a los de los salmos de lamentaciones, da detalles sobre los sufrimientos del protagonista: desprecio, enfermedad, desfiguración, cárcel, muerte entre malhechores, abatimiento, sepultura deshonrosa, etc.  El profeta afirma insistentemente que el Siervo no sufrió por sus propios pecados, sino a causa y a favor de los demás miembros de su pueblo.  Él  justifica a muchos, es decir, restablece las relaciones justas entre los hombres y Dios.  En efecto, al inicio y al final es Dios quien habla de su Siervo, que “tendrá éxito y subirá y crecerá mucho” porque “cargó sobre él todos nuestros crímenes”, y así, “intercedió por los pecadores”.  Pero en el resto del Cántico  hablan unos “nosotros” que al contemplar todo lo que le ha sucedido al Siervo de Dios, confiesan el propio pecado, por el cual el propio Siervo ha padecido hasta morir.

 

SALMO  RESPONSORIAL:  30

R. / Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

 

A ti, Señor, me acojo:

no quede yo nunca defraudado;

tú, que eres justo, ponme a salvo.

A tus manos encomiendo mi espíritu:

tú, el Dios leal, me librarás. R.

 

Soy la burla de todos mis enemigos,

la irrisión de mis vecinos,

el espanto de mis conocidos;

me ven por la calle, y escapan de mí.

Me han olvidado como a un muerto,

me han desechado como a un cachorro inútil. R.

 

Pero yo confío en ti, Señor,

te digo: "Tú eres mi Dios."

En tu mano están mis azares;

líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

 

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,

sálvame por tu misericordia.

Sed fuertes y valientes de corazón,

los que esperáis en el Señor. R.

 

OREMOS CON EL SALMO

En este salmo hay elementos de petición de ayuda, que hace alguien injustamente perseguido, combinados con la acción de gracias por la liberación concedida. Se expresa también un profundo sentimiento de confianza en el poder y amor de Dios. Se encuentra allí las últimas palabras de Cristo en la cruz. En Él se cumple perfectamente la confianza absoluta en el amor de Dios, y en su resurrección se realiza con plenitud la liberación de la muerte y del mal, prenda y garantía de nuestra liberación definitiva.  

 

SEGUNDA LECTURA

HEBREOS 4,14-16;5,7-9

 

Aprendió a obedecer  y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

 

Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.  Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

Este texto es una obra de arte teológica. Miremos lo que nos dice el autor al presentarnos esta figura del Sumo Sacerdote que es Hijo de Dios. Por ser hombre como nosotros es misericordioso con nuestras debilidades pues como hombre, ha sido tentado a lo largo de toda su vida, con la diferencia que nunca ha sucumbido en la  tentación: ha sido obediente a Dios, es decir, ha vivido la humanidad en plenitud. Más aún, “a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo a obedecer”.  La característica de nuestro “Sumo Sacerdote” es que asume del todo la humanidad y confía plenamente en Dios.  Es uno de los nuestros y vive cerca de Dios. Realmente podemos acercarnos a él con confianza. Y por él sabemos que  la única manera de “atravesar el cielo”, es decir, de llegar a Dios es asumiendo a fondo la humanidad.

 

Y  reflexionemos también ante este cadáver de Cristo, como nos ha dicho en sus cartas San Pablo ¡Cristo no ha muerto! " Lo más bello de la Semana Santa no hoy viernes Santo, SI, la más conmovedora, ver que un Dios por nuestro amor se hizo hombre y por mi nuestro amor se dejó matar. Pero lo bello es que esa muerte fue rubricada por la potencia de Dios y dentro de tres días, mañana por la noche, cantaremos la victoria de la resurrección, luz y esplendor, la rúbrica de Dios, para decir: el que llevó los pecados de los hombres para clavarlos en la cruz ha sido aceptado el sacrificio. Y el hombre que quiera puede ser perdonado, solidarícese nada más con la pasión, la muerte de Jesucristo, y sepa que por más grande que sean los crímenes y los pecados, Dios los perdonará. Y por eso, hermanos, la liturgia preciosa de esta tarde, es una oración universal. Ahora la Iglesia siente que en su corazón es como el de María, ancho como el mundo, sin enemigos, sin resentimientos; va a orar por todos, a pedir por los pecadores para que se conviertan, por los mismos que la  calumnian para que se conviertan, y con los que son felices, como el buen ladrón, encuentren un paraíso aún después de haberla ofendido. Vamos a pedir por los gobernantes, instrumentos de Dios para hacer paz, justicia en el mundo y no el atropello de la dignidad humana. Vamos a pedir por los que no tienen fe para que encuentren en el camino de luz de la fe, la felicidad que Cristo nos ofrece comprada con su sangre y su dolor esta tarde. Es el Sumo Pontífice, dice San Pablo, que ha penetrado los cielos y que desde su cielo, ahora, sin venganzas, con amor infinito en la voz de su Iglesia que peregrina en la tierra, nos está diciendo cómo nos amo cuando murió en la cruz y cómo nos sigue ahora cuando peregrinamos nosotros en pos de él.

 

 

 

LECTURA DEL EVANGELIO

JUAN 18,1-19,42

 

“PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN”

En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:

+. "¿A quién buscáis?"

 Le contestaron:  "A Jesús, el Nazareno."

Les dijo Jesús:  "Yo soy."

Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: "Yo soy", retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:  "¿A quién buscáis?"

 Ellos dijeron:  "A Jesús, el Nazareno."

Jesús contestó: "Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos."

Y así se cumplió lo que había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me diste." Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

"Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?"

 LLEVARON A JESÚS PRIMERO A ANÁS

La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: "Conviene que muera un solo hombre por el pueblo." Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

"¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?"

Él dijo:  "No lo soy."

Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.

Jesús le contesto: "Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo."

Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:  "¿Así contestas al sumo sacerdote?"

Jesús respondió: "Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?"

Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

NEGACIÓN DE PEDRO:  ¿NO ERES TÚ TAMBIÉN DE SUS DISCÍPULOS? .NO LO SOY

Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

 "¿No eres tú también de sus discípulos?"  Él lo negó, diciendo: "No lo soy."

Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:  "¿No te he visto yo con él en el huerto?"  Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO

Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:  "¿Qué acusación presentáis contra este hombre?"

Le contestaron: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos."

 Pilato les dijo: "Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley."

Los judíos le dijeron: "No estamos autorizados para dar muerte a nadie."

Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el rey de los judíos?"

Jesús le contestó:  "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?"

Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?"

Jesús le contestó:  "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí."

Pilato le dijo: "Conque, ¿tú eres rey?"

Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."

Pilato le dijo: "Y, ¿qué es la verdad?" Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?"

Volvieron a gritar: "A ése no, a Barrabás."  El tal Barrabás era un bandido.

* ¡SALVE, REY DE LOS JUDÍOS!

Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:"¡Salve, rey de los judíos!"

Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: "Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa." Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: "Aquí lo tenéis."

Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:  "¡Crucifícalo, crucifícalo!"

Pilato les dijo: "Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él."

Los judíos le contestaron: "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios."

Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: "¿De donde eres tú?" Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?"

Jesús le contestó: "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor."

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César."

Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: "Aquí tenéis a vuestro rey."

Ellos gritaron: "¡Fuera, fuera; crucifícalo!"

Pilato les dijo: "¿A vuestro rey voy a crucificar?"

Contestaron los sumos sacerdotes: "No tenemos más rey que al César." Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

LO CRUCIFICARON, Y CON ÉL A OTROS DOS

Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado "de la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: "Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos." Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:  "No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.""

Pilato les contestó: "Lo escrito, escrito está."

SE REPARTIERON MIS ROPAS

Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron: "No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca." Así se cumplió la Escritura: "Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica". Esto hicieron los soldados.

AHÍ TIENES A TU HIJO. - AHÍ TIENES A TU MADRE

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo."

Luego, dijo al discípulo:  "Ahí tienes a tu madre."  Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

ESTÁ CUMPLIDO

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: "Tengo sed."

Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: "Está cumplido."  E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*TODOS SE ARRODILLAN, Y SE HACE UNA PAUSA. Y AL PUNTO SALIÓ SANGRE Y AGUA

Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: "No le quebrarán un hueso"; y en otro lugar la Escritura dice: "Mirarán al que atravesaron."

VENDARON TODO EL CUERPO DE JESÚS, CON LOS AROMAS

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

La ceremonia del Viernes Santo, no debe ser  una ceremonia triste, sino  una ceremonia que canta el triunfo de la cruz, es un canto triunfal a la bandera más gloriosa que se ha extendido en la historia: la santa Cruz. La Cruz significa la humillación de Cristo pero también significa la exaltación del Hijo de Dios redentor de los hombres. Por eso, con esa finura que la fe tiene, al escuchar el relato de la pasión escrito por aquella pluma mística de San Juan el evangelista, se descubre que todo parece un canto de triunfo hasta en las horas más humillantes que allí relata. Juan tiene una perspectiva de cielo, de triunfo y la proyecta sobre esa sangre y sobre ese dolor que él va narrando pero con una visión celestial: el cordero silencioso que se humilla es el Hijo de Dios que será,  finalmente exaltado.

 

Cada comunidad cristiana conservó un recuerdo particular de Jesús. La comunidad del apóstol Juan mantuvo por más de medio siglo unas palabras de Jesús en la cruz que no aparecen en ningún otro evangelio. Jesús encomienda su madre al discípulo amado. Todas las demás realidades que lo acompañaron durante su actividad misionera habían desaparecido: el grupo de amigos, la comunidad de discípulos, la multitud que lo aclamó a la entrada de Jerusalén... Incluso sus vestidos quedaron en manos de los soldados. Pero, a pesar de haber sido despojado, Jesús todavía tiene algo que dar: entrega a su propia madre para que sea acogida en la casa del discípulo amado y, a la vez, entrega al discípulo amado como un hijo.

El discípulo amado es el símbolo de la comunidad cristiana que continuó fiel a Jesús, a pesar del paso del tiempo y no obstante las inclementes persecuciones de que fue objeto. La comunidad cristiana acoge a María como una Madre como parte de la iniciativa de Jesús que quiso dejar una herencia imperecedera y, a la vez, encomienda a los cuidados de la Madre a la frágil y fiel comunidad. Esta mutua entrega es el punto culminante de una actividad misionera que comenzó en Caná de Galilea cuando María le indicó a su Hijo que el vino de la fiesta se había terminado (Jn 2,1-12); luego Jesús mismo se convirtió en el vino nuevo y en el pan de vida (Jn 6,35). De este modo, confluyen en la cruz diversas realidades que permiten comprender la profundidad con la que algunos discípulos entendieron y proclamaron la vida de Jesús.

La cruz, sin embargo, no debe entenderse únicamente como el escenario de la muerte de Jesús. La crucifixión era la máxima pena que imponía el imperio. La cruz era un castigo tan denigrante que no se podía aplicar a quienes fueran ciudadanos romanos. Solamente eran crucificados los enemigos del imperio, los presos políticos y los rebeldes capturados en guerra. Jesús muere al estilo de los sediciosos y revoltosos. Tener algún parentesco, familiaridad o amistad con un condenado a la cruz era causa de rechazo social. El testimonio de Jesús les hizo comprender a los discípulos que el camino de la cruz no era de oprobio y maldición, sino una manera radical de optar por la justicia y la paz. La cruz obligó a los discípulos a cambiar de mentalidad y a ponerse de lado de todos los que así morían. Ellos proponían como salvador de la Humanidad a un hombre que murió proscrito por la ley. Al fin y al cabo, ellos anunciaban al "Dios crucificado".

La presencia de María durante toda la vida de Jesús no es accidental. Es consecuencia de un seguimiento valiente y decidido. María participó de la misma suerte de su hijo. El camino al Calvario exigió de ella y de todo el grupo de mujeres que seguían al Nazareno, la máxima resistencia ante el dolor y la humillación. María no se contentó con ver cómo su hijo crecía y alcanzaba la madurez. Ella se hizo partícipe de la actividad misionera de su hijo. Aunque tuvo que pasar por duras dificultades debido a las acusaciones de locura, glotonería y borrachera que los enemigos lanzaron contra Jesús (Lc 3, 20-30). Estas dificultades no menguaron su ánimo. Por eso, la vemos ascender con Jesús al Calvario. Luego, formando parte de la comunidad que recibe el Espíritu Santo en Pentecostés. El Nuevo Testamento nos muestra a María como una mujer que crece en amor y fidelidad al reino de Dios. Su palabra no es un monólogo sobre los asuntos domésticos. Por el contrario, su voz se alza como una exigencia de justicia en medio de una situación en la que se ha perdido el sentido del respeto a la vida. Por eso, ella en el Magníficat nos recuerda que Dios está del lado de los humildes y débiles. Dios quiere que toda la humanidad sea libre y crezca en solidaridad. Hoy, María nos invita a comprometernos decididamente con la propuesta de Dios. Ella no dudó en dar una respuesta generosa a la oferta de Dios.

Las realidades cotidianas nos exigen una actitud diferente ante la realidad. No podemos dejarnos envolver únicamente por problemas ínfimos olvidando la situación de nuestra comunidad. Al igual que María debemos estar atentos a la voz que Dios nos dirige en las situaciones que exigen nuestra solidaridad. Nuestra devoción mariana debe crecer en la práctica de la justicia.

 

ORACIÓN

Desde nuestro silencio contemplativo hoy queremos de todo corazón agradecerte, bendecirte y adorarte porque nos has amado hasta el extremo, a tal punto que moriste por nosotros en la cruz; Unidos(as) a tu Madre, y como el (la) discípulo(a)  amado(a), queremos quedarnos junto a tu Cruz: lugar donde tú, Amado Jesús hiciste del amor toda una donación de liberación para el mundo. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Eliana Franco en su cumpleaños. Amén

 

 

“Dios no solo se lleva la amargura de tu vida y coloca dulzura en su lugar, sino que transforma esa amargura en algo diferente”

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