Pasión del Señor
La ceremonia del Viernes Santo, no debe ser una ceremonia triste, sino una ceremonia que canta el triunfo de la
cruz, es un canto triunfal a la bandera más gloriosa que se ha extendido en la
historia: la santa Cruz. La Cruz significa la humillación de Cristo pero
también significa la exaltación del Hijo de Dios redentor de los hombres. Por
eso, con esa finura que la fe tiene, al escuchar el relato de la pasión escrito
por aquella pluma mística de San Juan el evangelista, se descubre que todo
parece un canto de triunfo hasta en las horas más humillantes que allí relata.
Juan tiene una perspectiva de cielo, de triunfo y la proyecta sobre esa sangre
y sobre ese dolor que él va narrando pero con una visión celestial: el cordero
silencioso que se humilla es el Hijo de Dios que será, finalmente exaltado.
“NO AL ODIO, SI AL AMOR”
PRIMERA LECTURA
ISAÍAS 52,13-53,12
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones”
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se
espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto
humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al
ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como
raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a
sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo
estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por
nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable
cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada
uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la
boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo
hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los
malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como
expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere
prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se
saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los
crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una
muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los
pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios
REFLEXIÓN
Nos encontramos con el cuarto Canto del Siervo. Presenta rasgos
parecidos a los de los salmos de lamentaciones, da detalles sobre los
sufrimientos del protagonista: desprecio, enfermedad, desfiguración, cárcel,
muerte entre malhechores, abatimiento, sepultura deshonrosa, etc. El
profeta afirma insistentemente que el Siervo no sufrió por sus propios pecados,
sino a causa y a favor de los demás miembros de su pueblo. Él
justifica a muchos, es decir, restablece las relaciones justas entre los
hombres y Dios. En efecto, al inicio y al final es Dios quien habla de su
Siervo, que “tendrá éxito y subirá y crecerá mucho” porque “cargó sobre él
todos nuestros crímenes”, y así, “intercedió por los pecadores”. Pero en
el resto del Cántico hablan unos “nosotros” que al contemplar todo lo que
le ha sucedido al Siervo de Dios, confiesan el propio pecado, por el cual el
propio Siervo ha padecido hasta morir.
SALMO
RESPONSORIAL: 30
R. / Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R.
OREMOS CON EL SALMO
En este salmo hay elementos de
petición de ayuda, que hace alguien injustamente perseguido, combinados con la
acción de gracias por la liberación concedida. Se expresa también un profundo
sentimiento de confianza en el poder y amor de Dios. Se encuentra allí las
últimas palabras de Cristo en la cruz. En Él se cumple perfectamente la
confianza absoluta en el amor de Dios, y en su resurrección se realiza con
plenitud la liberación de la muerte y del mal, prenda y garantía de nuestra
liberación definitiva.
SEGUNDA LECTURA
HEBREOS 4,14-16;5,7-9
“Aprendió a obedecer y se ha convertido para
todos los que le obedecen en autor de salvación”
Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote
grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo
sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido
probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso,
acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y
encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida
mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía
salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser
Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha
convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Este texto es una obra de arte teológica. Miremos lo que nos dice el
autor al presentarnos esta figura del Sumo Sacerdote que es Hijo de Dios. Por
ser hombre como nosotros es misericordioso con nuestras debilidades pues como
hombre, ha sido tentado a lo largo de toda su vida, con la diferencia que nunca
ha sucumbido en la tentación: ha sido obediente a Dios, es decir, ha
vivido la humanidad en plenitud. Más aún, “a pesar de ser Hijo, aprendió,
sufriendo a obedecer”. La característica de nuestro “Sumo Sacerdote” es
que asume del todo la humanidad y confía plenamente en Dios. Es uno de
los nuestros y vive cerca de Dios. Realmente podemos acercarnos a él con
confianza. Y por él sabemos que la única manera de “atravesar el cielo”,
es decir, de llegar a Dios es asumiendo a fondo la humanidad.
Y reflexionemos también ante este cadáver de
Cristo, como nos ha dicho en sus cartas San Pablo ¡Cristo no ha muerto! "
Lo más bello de la Semana Santa no hoy viernes Santo, SI, la más conmovedora,
ver que un Dios por nuestro amor se hizo hombre y por mi nuestro amor se dejó
matar. Pero lo bello es que esa muerte fue rubricada por la potencia de Dios y
dentro de tres días, mañana por la noche, cantaremos la victoria de la
resurrección, luz y esplendor, la rúbrica de Dios, para decir: el que llevó los
pecados de los hombres para clavarlos en la cruz ha sido aceptado el
sacrificio. Y el hombre que quiera puede ser perdonado, solidarícese nada más
con la pasión, la muerte de Jesucristo, y sepa que por más grande que sean los
crímenes y los pecados, Dios los perdonará. Y por eso, hermanos, la liturgia
preciosa de esta tarde, es una oración universal. Ahora la Iglesia siente que
en su corazón es como el de María, ancho como el mundo, sin enemigos, sin
resentimientos; va a orar por todos, a pedir por los pecadores para que se
conviertan, por los mismos que la
calumnian para que se conviertan, y con los que son felices, como el
buen ladrón, encuentren un paraíso aún después de haberla ofendido. Vamos a
pedir por los gobernantes, instrumentos de Dios para hacer paz, justicia en el
mundo y no el atropello de la dignidad humana. Vamos a pedir por los que no
tienen fe para que encuentren en el camino de luz de la fe, la felicidad que
Cristo nos ofrece comprada con su sangre y su dolor esta tarde. Es el Sumo
Pontífice, dice San Pablo, que ha penetrado los cielos y que desde su cielo,
ahora, sin venganzas, con amor infinito en la voz de su Iglesia que peregrina
en la tierra, nos está diciendo cómo nos amo cuando murió en la cruz y cómo nos
sigue ahora cuando peregrinamos nosotros en pos de él.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 18,1-19,42
“PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN”
En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos.
Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo
allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de
los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y
armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:
+. "¿A quién buscáis?"
Le contestaron: "A Jesús, el Nazareno."
Les dijo Jesús: "Yo
soy."
Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: "Yo
soy", retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: "¿A quién buscáis?"
Ellos dijeron: "A Jesús, el Nazareno."
Jesús contestó: "Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad
marchar a éstos."
Y así se cumplió lo que había dicho: "No he perdido a ninguno de
los que me diste." Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e
hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se
llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
"Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no
lo voy a beber?"
LLEVARON A JESÚS PRIMERO A ANÁS
La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús,
lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo
sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo:
"Conviene que muera un solo hombre por el pueblo." Simón Pedro y otro
discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y
entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera
a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a
la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces
a Pedro:
"¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?"
Él dijo: "No lo soy."
Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía
frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El
sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.
Jesús le contesto: "Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he
enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los
judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga
a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho
yo."
Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una
bofetada a Jesús, diciendo: "¿Así
contestas al sumo sacerdote?"
Jesús respondió: "Si he faltado al hablar, muestra en qué he
faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?"
Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
NEGACIÓN DE PEDRO: ¿NO ERES TÚ
TAMBIÉN DE SUS DISCÍPULOS? .NO LO SOY
Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
"¿No eres tú también de sus
discípulos?" Él lo negó, diciendo: "No
lo soy."
Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro
le cortó la oreja, le dijo: "¿No te
he visto yo con él en el huerto?" Pedro volvió a negar, y enseguida canto un
gallo.
MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos
no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la
Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: "¿Qué acusación presentáis contra este
hombre?"
Le contestaron: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo
entregaríamos."
Pilato les dijo: "Lleváoslo
vosotros y juzgadlo según vuestra ley."
Los judíos le dijeron: "No estamos autorizados para dar muerte a
nadie."
Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a
morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres
tú el rey de los judíos?"
Jesús le contestó: "¿Dices
eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?"
Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos
sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?"
Jesús le contestó: "Mi reino
no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado
para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí."
Pilato le dijo: "Conque, ¿tú eres rey?"
Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y
para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de
la verdad escucha mi voz."
Pilato le dijo: "Y, ¿qué es la verdad?" Dicho esto, salió otra
vez adonde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ninguna
culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad.
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?"
Volvieron a gritar: "A ése no, a Barrabás." El tal Barrabás era un bandido.
* ¡SALVE, REY DE LOS JUDÍOS!
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron
una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un
manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:"¡Salve, rey de los
judíos!"
Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: "Mirad,
os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa." Y
salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura.
Pilato les dijo: "Aquí lo tenéis."
Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
Pilato les dijo: "Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no
encuentro culpa en él."
Los judíos le contestaron: "Nosotros tenemos una ley, y según esa
ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios."
Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez
en el pretorio, dijo a Jesús: "¿De donde eres tú?" Pero Jesús no le
dio respuesta. Y Pilato le dijo: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo
autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?"
Jesús le contestó: "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no
te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un
pecado mayor."
¡Fuera, fuera; crucifícalo!
Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
"Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey
está contra el César."
Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó
en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo
Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo
Pilato a los judíos: "Aquí tenéis a vuestro rey."
Ellos gritaron: "¡Fuera, fuera; crucifícalo!"
Pilato les dijo: "¿A vuestro rey voy a crucificar?"
Contestaron los sumos sacerdotes: "No tenemos más rey que al
César." Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
LO CRUCIFICARON, Y CON ÉL A OTROS DOS
Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado
"de la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo
crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y
Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito:
"Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos." Leyeron el letrero muchos
judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba
escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos
dijeron a Pilato: "No escribas:
"El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los
judíos.""
Pilato les contestó: "Lo escrito, escrito está."
SE REPARTIERON MIS ROPAS
Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo
cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin
costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron: "No la
rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca." Así se cumplió
la Escritura: "Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi
túnica". Esto hicieron los soldados.
AHÍ TIENES A TU HIJO. - AHÍ TIENES A TU MADRE
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre,
María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca
al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu
hijo."
Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora, el discípulo la recibió
en su casa.
ESTÁ CUMPLIDO
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término,
para que se cumpliera la Escritura dijo: "Tengo sed."
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada
en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó
el vinagre, dijo: "Está cumplido." E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
*TODOS SE ARRODILLAN, Y SE HACE UNA PAUSA. Y AL PUNTO SALIÓ SANGRE Y
AGUA
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se
quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día
solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que
habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto,
no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le
traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da
testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que
también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura:
"No le quebrarán un hueso"; y en otro lugar la Escritura dice:
"Mirarán al que atravesaron."
VENDARON TODO EL CUERPO DE JESÚS, CON LOS AROMAS
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de
Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo
de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó
también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras
de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo,
con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un
huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo
donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de
la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. Palabra del
Señor.
REFLEXIÓN
La ceremonia del Viernes Santo, no debe ser una ceremonia triste, sino una ceremonia que canta el triunfo de la
cruz, es un canto triunfal a la bandera más gloriosa que se ha extendido en la
historia: la santa Cruz. La Cruz significa la humillación de Cristo pero
también significa la exaltación del Hijo de Dios redentor de los hombres. Por
eso, con esa finura que la fe tiene, al escuchar el relato de la pasión escrito
por aquella pluma mística de San Juan el evangelista, se descubre que todo
parece un canto de triunfo hasta en las horas más humillantes que allí relata.
Juan tiene una perspectiva de cielo, de triunfo y la proyecta sobre esa sangre
y sobre ese dolor que él va narrando pero con una visión celestial: el cordero
silencioso que se humilla es el Hijo de Dios que será, finalmente exaltado.
Cada comunidad cristiana conservó un recuerdo particular de Jesús. La
comunidad del apóstol Juan mantuvo por más de medio siglo unas palabras de
Jesús en la cruz que no aparecen en ningún otro evangelio. Jesús encomienda su
madre al discípulo amado. Todas las demás realidades que lo acompañaron durante
su actividad misionera habían desaparecido: el grupo de amigos, la comunidad de
discípulos, la multitud que lo aclamó a la entrada de Jerusalén... Incluso sus
vestidos quedaron en manos de los soldados. Pero, a pesar de haber sido
despojado, Jesús todavía tiene algo que dar: entrega a su propia madre para que
sea acogida en la casa del discípulo amado y, a la vez, entrega al discípulo
amado como un hijo.
El discípulo amado es el símbolo de la comunidad cristiana que continuó
fiel a Jesús, a pesar del paso del tiempo y no obstante las inclementes
persecuciones de que fue objeto. La comunidad cristiana acoge a María como una
Madre como parte de la iniciativa de Jesús que quiso dejar una herencia
imperecedera y, a la vez, encomienda a los cuidados de la Madre a la frágil y
fiel comunidad. Esta mutua entrega es el punto culminante de una actividad
misionera que comenzó en Caná de Galilea cuando María le indicó a su Hijo que
el vino de la fiesta se había terminado (Jn 2,1-12); luego Jesús mismo se
convirtió en el vino nuevo y en el pan de vida (Jn 6,35). De este modo,
confluyen en la cruz diversas realidades que permiten comprender la profundidad
con la que algunos discípulos entendieron y proclamaron la vida de Jesús.
La cruz, sin embargo, no debe entenderse únicamente como el escenario de
la muerte de Jesús. La crucifixión era la máxima pena que imponía el imperio.
La cruz era un castigo tan denigrante que no se podía aplicar a quienes fueran
ciudadanos romanos. Solamente eran crucificados los enemigos del imperio, los
presos políticos y los rebeldes capturados en guerra. Jesús muere al estilo de
los sediciosos y revoltosos. Tener algún parentesco, familiaridad o amistad con
un condenado a la cruz era causa de rechazo social. El testimonio de Jesús les
hizo comprender a los discípulos que el camino de la cruz no era de oprobio y
maldición, sino una manera radical de optar por la justicia y la paz. La cruz
obligó a los discípulos a cambiar de mentalidad y a ponerse de lado de todos
los que así morían. Ellos proponían como salvador de la Humanidad a un hombre
que murió proscrito por la ley. Al fin y al cabo, ellos anunciaban al
"Dios crucificado".
La presencia de María durante toda la vida de Jesús no es accidental. Es
consecuencia de un seguimiento valiente y decidido. María participó de la misma
suerte de su hijo. El camino al Calvario exigió de ella y de todo el grupo de
mujeres que seguían al Nazareno, la máxima resistencia ante el dolor y la
humillación. María no se contentó con ver cómo su hijo crecía y alcanzaba la
madurez. Ella se hizo partícipe de la actividad misionera de su hijo. Aunque
tuvo que pasar por duras dificultades debido a las acusaciones de locura,
glotonería y borrachera que los enemigos lanzaron contra Jesús (Lc 3, 20-30).
Estas dificultades no menguaron su ánimo. Por eso, la vemos ascender con Jesús
al Calvario. Luego, formando parte de la comunidad que recibe el Espíritu Santo
en Pentecostés. El Nuevo Testamento nos muestra a María como una mujer que
crece en amor y fidelidad al reino de Dios. Su palabra no es un monólogo sobre
los asuntos domésticos. Por el contrario, su voz se alza como una exigencia de
justicia en medio de una situación en la que se ha perdido el sentido del
respeto a la vida. Por eso, ella en el Magníficat nos recuerda que Dios está
del lado de los humildes y débiles. Dios quiere que toda la humanidad sea libre
y crezca en solidaridad. Hoy, María nos invita a comprometernos decididamente
con la propuesta de Dios. Ella no dudó en dar una respuesta generosa a la
oferta de Dios.
Las realidades cotidianas nos exigen una actitud diferente ante la
realidad. No podemos dejarnos envolver únicamente por problemas ínfimos
olvidando la situación de nuestra comunidad. Al igual que María debemos estar
atentos a la voz que Dios nos dirige en las situaciones que exigen nuestra
solidaridad. Nuestra devoción mariana debe crecer en la práctica de la
justicia.
ORACIÓN
Desde nuestro silencio contemplativo hoy queremos de todo corazón
agradecerte, bendecirte y adorarte porque nos has amado hasta el extremo, a tal
punto que moriste por nosotros en la cruz; Unidos(as) a tu Madre, y como el
(la) discípulo(a) amado(a), queremos quedarnos junto a tu Cruz: lugar
donde tú, Amado Jesús hiciste del amor toda una donación de liberación para el
mundo. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Eliana Franco en su
cumpleaños. Amén
“Dios no solo se lleva la amargura de tu vida y coloca dulzura en su
lugar, sino que transforma esa amargura en algo diferente”
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