domingo, 1 de abril de 2018

Lunes 02 de Abril de 2018

“A EVANGELIZAR SIN MIEDO”

PRIMERA LECTURA
HECHOS DE LOS APOSTOLES 2,14.22-33

Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos

El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: "Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia."
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo."  Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Algo nuevo ha pasado, eso decíamos en el comentario del evangelio en la vigilia pascual. Esta lectura nos deja frente a esta realidad. El que hacía pocos días le había negado, asustado ante los guardias y las criadas del palacio de Pilatos, jurando que ni le conocía, ahora comienza, ante el pueblo y luego ante las autoridades de Israel, una serie de testimonios a cuál más intrépidos, que iremos leyendo a lo largo de esta semana.  Entre sus negaciones y su testimonio ha habido un acontecimiento decisivo: la resurrección de Jesús y el envío  de su Espíritu en Pentecostés. Pedro y los suyos  han madurado mucho en la fe. Esta primera predicación de Pedro es una catequesis clara y contundente sobre la persona de Jesús, dirigida precisamente a los habitantes de Jerusalén, los que habían estado más directamente implicados en su muerte: “vosotros,  lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó y nosotros somos testigos”, Pedro centra con decisión su anuncio en la muerte y resurrección de Jesús.

SALMO RESPONSORIAL: 15
R./ Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: "Tú eres mi bien."
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con Él a mi derecha no vacilaré. R.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

OREMOS CON EL SALMO

Los levitas no recibieron una porción especial en Israel, porque Dios mismo fue la parte que les tocó en herencia. El salmista expresa su alegría por esa suerte y la certeza de que su pertenencia a Dios no será frustrada por la muerte. Esta herencia especial se extiende a todo el pueblo de Dios, pueblo sacerdotal. Cada creyente puede repetirlo personalmente, Cristo, al resucitar, nos da la certeza de que Dios no dejará en el poder de la muerte a aquellos que Él ama. 


LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 28,8-15

“Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”
 En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: "Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán."
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy. Palabra del Señor

REFLEXIÓN
Es Pascua. Tiempo de alegría. Los cristianos estamos invitados a vivir de manera radical el gozo de Cristo Resucitado. Pero la experiencia de la alegría, que trae la Resurrección, no puede ser encerrada y silenciada, ha de ser contada, anunciada y vivida de manera contagiosa. ¡Alégrense! ¡Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea! Son dos mandatos clarísimos del Resucitado. Jesús, al encuentro con las mujeres, les da la clave de los que es la vida cristiana: una vida de alegría y gastada a lado de los pobres. Ir a Galilea es volver siempre a los pobres. Galilea es el lugar de los empobrecidos. Allí el Resucitado se revelará plenamente a sus hermanos. Las mujeres han recibido el mandato concreto. Ellas anuncian al mundo lo que es en esencia el Evangelio. Esta Buena Noticia que Dios da a la humanidad por medio del Crucificado-Resucitado solo se puede contar al mundo entero cuando cada discípulo de Jesús los experimente en su propia vida. Hemos de anunciar la Resurrección de Jesús no como un evento, sino como experiencia.

ORACIÓN
Ayúdanos Señor a entender que es en los lugares de dolor y necesidad donde podemos transformar  nuestra vida y de las que nos rodean, y hacernos verdaderos(as) discípulo(as). Queremos vivir la alegría y la esperanza que nos trae tu Pascua, danos la fuerza, constancia y valentía para ser  multiplicadores del Evangelio del AMOR,  ser testigos de tu resurrección, como lo hacían las mujeres del evangelio que leemos hoy, aún aunque otros no lo comprendan e  incluso nos desmientan. Amén.


“Pidamos a Dios que de manera concreta podamos ser signo y testimonio fiel de su amor”

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