lunes, 1 de enero de 2018

Jueves 25 de Enero de 2018


LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO APÓSTOL

“TODO LO PUEDO EN CRISTO”

PRIMERA LECTURA
HECHOS 22,3-16

“Levántate, recibe el Bautismo que, por la invocación del nombre de Jesús lavará tus pecados”

En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: "Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran. Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo pregunté: "¿Quién eres, Señor?" Me respondió: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz. Yo pregunté: "¿Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: "Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer." Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco.
Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista." Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Lo primero que afirma Pablo al narrar su experiencia en Damasco es: "yo soy judío". Su drama interior, antes y después de Damasco, está resumido en esa expresión. No imaginemos la conversión de Pablo con un cambio moral, al modo de aquellos hombres que dicen: "yo antes era alcohólico y mujeriego, pero encontré a Jesús, y ahora soy sobrio y no tengo ojos sino para mi esposa". Pablo no se convirtió de los vicios a una vida sana. El era un hombre altamente piadoso que vivió con singular ardor su convicción religiosa judía. Por este convencimiento de judío persiguió a los seguidores de Jesucristo. Sobre esto nos escribe él mismo en su Primera Carta a Timoteo: "Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha fortalecido, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio; aun habiendo sido perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad" (1 Tim 1,12-13). En resumen: Pablo quería, como lo más precioso de su vida, a su religión judía. Cuando pensaba que esta fe quedaba destruida por una "secta", el cristianismo naciente, trató de purificar de ese supuesto mal a su pueblo; pero Dios lo llenó de luz y descubrió que Jesucristo no era la gran traición sino la gran respuesta a las antiguas promesas. Entonces orientó toda su energía a mostrar que la fe judía alcanza su plenitud en Jesús, así los mismos judíos le hicieran sufrir lo indecible tanto en su cuerpo como en su alma. Y después de esta conversión nuestro amado apóstol: ya nunca se detuvo. Fervoroso, como antes era en propagar el error y sembrar el terror, ahora propaga el Evangelio y siembra amor divino, sin darse nunca por satisfecho, pues bien escribió: " Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3,13-14).

SALMO RESPONSORIAL: 116
R./Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.

OREMOS CON EL SALMO
Este es el salmo más breve. Se trata de un canto esencial de alabanza. Estas pocas palabras de oración son significativas y profundas para exaltar la alianza entre el Señor y su pueblo, dentro de una perspectiva universal. A esta luz, el apóstol san Pablo utiliza el primer versículo del salmo para invitar a todos los pueblos del mundo a glorificar a Dios.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 16, 15-18

“Id al mundo entero y proclamad el evangelio”
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN:
Debemos entender la conversión como un cambio de mentalidad. De hecho, la palabra griega equivalente significa literalmente “transformar la mente” para creer en el evangelio. Sin ese cambio de mentalidad, el evangelio es una locura o una necedad, como lo dice el mismo Pablo. Si estamos completamente alienados por los valores del mundo presente no podremos aceptar la libertad y la verdad de Jesús. O, a todo más, las veremos como algo que le queda bien a él, pero no a las personas que hoy lo siguen. La conversión de Pablo que celebramos hoy  recorre ese mismo camino. Como lo mencionamos antes él es un fanático religioso, con educación superior y con todos los medios para llegar a ser un personaje famoso dentro de sus copartidarios; sin embargo, se ve contrariado por el llamado de Jesús, que lo invita a abandonar todo para abrazar el evangelio. Su cambio es tan radical que incluso hoy nos desconcierta. Nosotros, como Pablo, nos aferramos a los valores del mundo presente, incluso a aquellos que consideramos más legitimados por la costumbre religiosa, pero debemos preguntarnos si esos puntos de referencia y esos valores coinciden con la simple y demoledora exigencia del evangelio: el amor y la justicia. Si aceptamos la gracia de Dios y nos convertimos, también podemos transformar nuestras vidas al Señor. Otra razón es recordarnos que la conversión debe orientarnos a vivir con alegría la resurrección del Señor retomando la misión de proclamar la Palabra del Señor,  como nos lo pide  incansablemente el evangelio  de hoy, de ir a todos los lugares llevando la Buena Nueva. 

ORACIÓN.
Hoy de damos gracias, Padre Bueno, por el discipulado y misión de San Pablo.  Al igual que él, creemos  firmemente en que tú tienes el poder para iluminar y transformar nuestra vida con tu Palabra, arrancar de nuestro corazón el pecado que nos incapacita para amar a los que nos rodean y defendernos de todos los peligros que nos acechan. Como San Pablo, queremos ser  guerreros “valientes”, dispuestos a seguir dando la buena batalla de la fe. Hoy confiamos en ti y nos ponemos en tus manos con infinita confianza. Amén.

“Pablo nos enseña que nunca nos podemos separar del amor a Dios, a Cristo y al prójimo y que debemos evangelizar, aunque el camino no sea fácil”


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