“¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE PERDONAR?”
PRIMERA LECTURA
ECLESIÁSTICO 27, 33-28,9
.
REFLEXIÓN
El libro de Ben Sira (Eclesiástico), compuesto alrededor del siglo
segundo antes de la era cristiana, proporciona una serie de orientaciones
éticas y morales para garantizar la madurez de la persona y la convivencia
social. Estamos ante una obra de profundo contenido teológico. El autor, Ben
Sira, señala al pecador como poseedor de la ira y el furor que conduce a la
venganza. Y esta venganza se volverá contra el vengativo. El rencor y su
consecuencia no suele quedar impune ya que siguiendo la ley del Talión, el
rencoroso siempre cae en su propia trampa; así nos lo recuerda el viejo sabio
autor del Eclesiástico: “Tira una piedra a lo alto y te caerá a la cabeza….. el
que cava una fosa caerá en ella, el que tiende una red quedará cogido en ella;
el que hace el mal se le volverá contra él, aunque no sepa de donde viene”
(Eclo 27, 25-27). Por lo tanto en torno al rencor se da una relación
entre causa y efecto. Mediante tres preguntas el autor intenta hacernos ver el
error que comete todo hombre rencoroso. Porque si el hombre, ser débil y
enfermo, no sabe compadecerse de otro hombre, también débil y enfermo igual que
él ¿Cómo se atreve a pedir el perdón a Dios?, su postura sería hipócrita y
contradictoria. En un mundo sumergido en la cultura del rencor, el odio y
la venganza, se demuestra como único camino que queda es el camino del perdón.
También aquí aparece la reciprocidad entre perdonar y obtener perdón. No se
puede aspirar al perdón por los pecados cometidos si no se está dispuesto a
perdonar a los otros. Tener la mirada fija en los mandamientos de la alianza
garantiza la comprensión y la tolerancia en la vida comunitaria.
SALMO RESPONSORIAL: 102
R. / Bendice alma mía al Señor
Bendice al Señor, alma mía,
Que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
Bendice al Señor, alma mía
Y nunca olvides sus beneficios.R
Él perdona todas tus culpas
Y cura todas tus dolencias;
Rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura;
él colma tu vida de bienes,
y tu juventud se renueva como el águila.
El Señor hace obras de justicia
Y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés
y sus proezas al pueblo de Israel
...
OREMOS CON EL SALMO
Este Salmo es un canto de alabanza a Dios por la bondad que ha tenido
con el pueblo y con el salmista en particular. En medio de la fragilidad del
ser humano se revela la grandeza del amor de Dios. Al asumir el Hijo de Dios
nuestra propia fragilidad, nos permite participar con él de la misma herencia y
nos revela la inmensidad del amor de Dios.
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 14, 7-9
“En vida y en muerte, somos del Señor”
.
REFLEXIÓN
El núcleo del pasaje de la carta a los Romanos es proclamar que Jesús es
el Señor de vivos y muertos. He aquí una bella síntesis existencial de la vida
cristiana. Para el creyente lo fundamental es orientar toda su vida en el
horizonte del resucitado. Quien vive en función de Jesús se esforzará por
asumir en la vida práctica su mensaje de salvación integral. Amar al prójimo y
vivir para el Señor son dos cosas que están íntimamente ligadas. Por lo tanto
no se pueden separar. Quién vive para el Señor amará, comprenderá, servirá y
perdonará a su prójimo.
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 18,21-35
“No te digo que le perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete”
Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús: —Señor, ¿cuántas veces deberé
perdonar a mi hermano, si me hace algo malo? ¿Hasta siete? Jesús le contestó:
—No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. »Por
esto, sucede con el reino de los cielos como con un rey que quiso hacer cuentas
con sus funcionarios. Estaba comenzando a hacerlas
cuando le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como
aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como
esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, para que quedara
pagada la deuda. El funcionario se arrodilló
delante del rey, y le rogó: “Tenga usted paciencia conmigo y se lo pagaré
todo.” Y el rey tuvo compasión de él; así que le
perdonó la deuda y lo puso en libertad. Pero al salir, aquel funcionario se
encontró con un compañero suyo que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del
cuello y comenzó a estrangularlo, diciéndole: “¡Págame lo que me debes!” El
compañero, arrodillándose delante de él, le rogó: “Ten paciencia conmigo y te
lo pagaré todo.” Pero el otro no quiso, sino que
lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Esto
dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey todo lo
sucedido. Entonces el rey lo mandó llamar, y le
dijo: “¡Malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues
tú también debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve
compasión de ti.” Y tanto se enojó el rey, que
ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía.
Jesús añadió: —Así hará también con ustedes mi Padre celestial, si cada
uno de ustedes no perdona de corazón a su hermano. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En el evangelio de hoy, otra vez Pedro salta a la escena para consultar a Jesús sobre temas candentes en el ambiente judío en que crece la comunidad cristiana. Pero la actitud de Pedro es la del discípulo que quiere claridad sobre la propuesta del maestro. No es la actitud arrogante de los Fariseos y Letrados que quieren poner a prueba a Jesús y encontrar un error garrafal que ofenda la ley judía para tener de qué acusarlo. Pedro pregunta por el límite del perdón. Pero para Jesús, el perdón no tiene límites, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero y veraz. Para explicar esta realidad, Jesús emplea una parábola. La pregunta del Rey centra el tema de la parábola: ¿no debías haber perdonado como yo te he perdonado?
La comunidad de Mateo debe resolver ese problema porque está afectando
su vida. El perdón es un don, una gracia que procede del amor y la misericordia
de Dios. Pero exige abrir el corazón a la conversión, es decir, a obrar con los
demás según los criterios de Dios y no los del sistema vigente. Como diría el
juglar de la fraternidad, Francisco de Asís, “porque es perdonando como soy
perdonado”.
En la catequesis tradicional de la Iglesia católica se exigían cinco
pasos, quizás demasiado formales, para obtener el perdón de los pecados:
«examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda,
confesarlos todos, y cumplir la penitencia» -así lo expresaba uno de los
catecismos clásicos-. De tal manera que el perdón y la reconciliación, si bien
son una gracia de Dios, también exigen un camino pedagógico y tangible que
ponga de manifiesto el deseo de cambio y un compromiso serio para reparar el
mal y evitar el daño.
En muchos países de América Latina, luego de las dictaduras militares de
los setenta y ochenta, se dictaron leyes de amnistías, perdón y olvido, o
«punto final», los golpistas y sus colaboradores, responsables por
decenas de miles de muertos y desaparecidos, se autoperdonaron,
burlándose de la justicia y de la verdad. Pero sin Verdad y Justicia, las
heridas causadas por la represión en muchos hogares y comunidades no han
cerrado aún. A pesar de todas las leyes encubridoras, la presión, el silencio,
el ocultamiento de pruebas... la Justicia se hace camino. Llega tarde, pero no
deja de llegar. Pensemos en otros muchos dictadores y golpistas que, a
pesar de todo, están ya siendo juzgados dejando que se dé su lugar a la Verdad
y a la Justicia. El perdón y la reconciliación es una exigencia inalienable del
ser humano, e indetenible. Y es un proceso de reconstrucción, que trata de
reconstruir tanto al victimario como a la víctima. En ese sentido,
nuestras comunidades cristianas deben ser espacios propicios y activos a favor
de una verdadera reconciliación basada en la Justicia, la Verdad, la
misericordia y el perdón. Pero nunca el Evangelio llama a tolerar la impunidad.
La Iglesia –o sea, nosotros, los cristianos y cristianas- debemos apoyar los
procesos de reconciliación por el camino verdadero: la Verdad y la Justicia, el
no a la impunidad,y la reconciliación profunda de la sociedad.
ORACIÓN
Dios Padre del perdón, si tú no nos tratas como merecen nuestras
acciones, pensamientos y sentimientos, sino que nos sigues amando y mostrando
el camino recto, ¿quiénes somos para guardar odio o rencor o desear el mal a
quienes nos hacen daño o viven fuera de ti? Por favor, ayúdanos, no permitas
que nos olvidemos de perdonar hasta setenta veces siete… (siempre). Y también,
a recordar que la verdadera amistad supone un pacto de fidelidad y una
capacidad de dar sin esperar respuesta. Amén
“Dios se compadece ante nuestras
suplicas con una misericordia sin límites que perdona hasta el infinito”
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