viernes, 1 de mayo de 2020

MAYO 2020

“PENTECOSTÉS: UN CAMINO DE REGRESO A LA ALEGRÍA DEL PRIMER AMOR”


En este nuevo mes, un mes más de recogimiento,  nuevamente de confinamiento, en que celebraremos el mes de las madres probablemente de otra manera,  y en el que especialmente meditaremos en el mes del Espíritu del Resucitado (Pentecostés), reflexionemos iluminados por la encíclica del Papa Francisco llamada “La alegría del amor, escrita dirigida especialmente a pensar, orar y actuar en torno a la familia, la gran y primera comunidad humana”. En este tiempo en el cual las circunstancias nos han llevado a valorar mucho más la vida y su esencia, la familia, la naturaleza, las pequeñas cosas desde las cuales podemos ser felices, a entender que ya no podemos pensar individualmente sino comunitariamente, entender que cuidándome, estoy cuidando a otros, que sea el Espíritu de Dios el que nos siga guiando, y en medio de las diferentes y difíciles situaciones que podamos estar viviendo, sigamos haciendo camino para vivir un nuevo Pentecostés, un camino de regreso a ese primer amor que fue para todos nosotros un momento de gran alegría. Hagamos esta ruta o caminata en cinco pasos:
1.      Un regreso al primer amor, que es volver a la amistad, encuentro o comunión con Jesucristo Resucitado.
2.      Un regreso alegre a la vida de oración, ardor de la Palabra, vida comunitaria y celebración sacramental.
3.      Regreso al amor, alegría, que es el camino del proyecto de Jesús, es vivir plenamente el amor, el perdón, la misericordia, la justicia, el gozo y la paz.
4.      Camino de regreso a los grandes excluidos de la historia: Mujeres, pobres, enfermos, niños, viudas y ancianos.
5.      Volver al camino del primer amor por la creación, obra de Dios, por la naturaleza, la ecología o “casa común”, “como nos dice el Papa Francisco, para amarla, cuidarla, protegerla y conservarla.
En este tiempo de Pascua hemos ido caminando del lado de la Palabra del Resucitado que va guiando la vida de los primeros discípulos(as), animando, formando y haciendo crecer la nueva comunidad de mujeres y hombres que van experimentando la vida y la alegría de este amor con el Dios vivo que ha vencido la muerte.
De esta manera, podemos afirmar que Pentecostés es el camino alegre que nos lleva o devuelve al primer amor. Camino, sentimiento, e ilusión que por las diferentes adversidades, batallas, cansancios y desánimos de la vida se ha ido apagando o perdiendo poco a poco. Pentecostés entonces, es recobrar el ánimo perdido, recuperar los sueños frustrados, recibir la fuerza en el Espíritu para seguir marchando hacia adelante en la lucha por conquistar el gran anhelo que hay en lo profundo del corazón humano que se llama felicidad. Pentecostés, como pasó con los discípulos, es volver a nuestro propio Emaús y allí en una nueva y transformante relación con Jesús Resucitado, recuperar en lo profundo de nuestro ser el ardor por lo que somos, tenemos, y hacemos y que hemos ido perdiendo a causa de el enfriamiento emocional y espiritual. Pentecostés es recuperar la visión, como los discípulos en Emaús, visión que se refiere a sueños, metas y objetivos. Pentecostés es la invitación  a que movidos por el Espíritu Santo miremos dentro de nosotros mismos, e iluminados por Él iniciemos un nuevo proceso de restauración, sanación y liberación. Pentecostés es el nacimiento de la mujer y el hombre nuevo, nuevos en la manera de pensar,  en la manera de sentir, en la manera de ver el mundo con sus diferentes realidades, en la manera de comunicarnos con nuestro creador, con nuestro entorno, con los demás y nuevos en  la práctica o acción misericordiosa de servicio a nuestro prójimo y sociedad, con nuevos métodos, estrategias y ardor en el corazón.
Pensar, hablar y desear vivir en Pentecostés es renunciar a todo lo que quiera amargarnos  y amargar la vida a los demás, es atrevernos a optar por la propuesta de Jesús Resucitado que es ser feliz; es dejar la tristeza, el malgenio  que tanto nos hace daño y optar por vivir el amor misericordioso del Señor lanzándonos a la  tarea de agradar y hacer feliz a los otros, pensemos si hemos dejado de hacer felices a los demás, especialmente a los más cercanos,  todavía estamos a tiempo de  hacerlo, de alegrar y no amargar y hacerlo desde la guía del Espíritu del Señor. Pentecostés como lo decíamos al comienzo tiene que ver con algunos olvidados(as) del camino por no decir a veces excluido(as) sobre todo las mujeres. Podríamos decir que un Pentecostés del amor no solamente en este mes sino todos los días, es volver a ellas, para reconocer, valorar, agradecer, dignificar, el valor tan precioso con que Dios siempre les ha mirado. Busquemos vivir celebrar y servir al Espíritu del Señor con rostro de mujer-madre, que nos sigue hablando hoy de construir un tiempo y sociedad mejor, basados en el amor, que como buena madre nunca pierde la esperanza. Agradezcamos y busquemos celebrar esa nueva cara de Dios con imagen de mujer a través de los diferentes signos antiguos y modernos de ser madres:  Abuelas que han hecho el papel de madres, madrinas que generan ternura y bondad, tías que se han entregado y se han prestado para el servicio y para ser signos del amor maternal, educadoras y hermanas que también han sido madres cuando han faltado los padres y se han gastado y desgastado siempre en el servicio para mostrar ese rostro materno de Dios.  Gracias a Dios por todas ellas, que venga la recompensa, o la gran bendición de Dios que nunca falla. Celebramos por nuestras mujeres, por nuestras familias, celebremos por la vida, por la esperanza, por la sanidad de nuestros pueblos, celebremos en este  día  que llamamos Pentecostés.

Oramos por ti, por los tuyos, familia y comunidad y en especial por todas las mujeres y madres, por estos tiempos tan difíciles, que el Señor sea nuestra fortaleza, nuestra roca, nuestro sostén,  que renueve su bendición y nos coloque siempre de regreso al primer amor, que es el camino de la alegría en el Señor.


PROMESA BÍBLICA DEL MES

“Y Jesús soplo sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo” Juan 20,22

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