“PENTECOSTÉS:
UN CAMINO DE REGRESO A LA ALEGRÍA DEL PRIMER AMOR”
En este nuevo mes, un mes más de
recogimiento, nuevamente de
confinamiento, en que celebraremos el mes de las madres probablemente de otra
manera, y en el que especialmente meditaremos
en el mes del Espíritu del Resucitado (Pentecostés), reflexionemos iluminados
por la encíclica del Papa Francisco llamada “La alegría del amor, escrita
dirigida especialmente a pensar, orar y actuar en torno a la familia, la gran y
primera comunidad humana”. En este tiempo en el cual las circunstancias nos han
llevado a valorar mucho más la vida y su esencia, la familia, la naturaleza,
las pequeñas cosas desde las cuales podemos ser felices, a entender que ya no
podemos pensar individualmente sino comunitariamente, entender que cuidándome,
estoy cuidando a otros, que sea el Espíritu de Dios el que nos siga guiando, y
en medio de las diferentes y difíciles situaciones que podamos estar viviendo,
sigamos haciendo camino para vivir un nuevo Pentecostés, un camino de regreso a
ese primer amor que fue para todos nosotros un momento de gran alegría. Hagamos
esta ruta o caminata en cinco pasos:
1.
Un regreso al primer amor, que es volver
a la amistad, encuentro o comunión con Jesucristo Resucitado.
2.
Un regreso alegre a la vida de oración,
ardor de la Palabra, vida comunitaria y celebración sacramental.
3.
Regreso al amor, alegría, que es el
camino del proyecto de Jesús, es vivir plenamente el amor, el perdón, la
misericordia, la justicia, el gozo y la paz.
4.
Camino de regreso a los grandes
excluidos de la historia: Mujeres, pobres, enfermos, niños, viudas y ancianos.
5.
Volver al camino del primer amor por la
creación, obra de Dios, por la naturaleza, la ecología o “casa común”, “como
nos dice el Papa Francisco, para amarla, cuidarla, protegerla y conservarla.
En este tiempo de Pascua hemos ido
caminando del lado de la Palabra del Resucitado que va guiando la vida de los
primeros discípulos(as), animando, formando y haciendo crecer la nueva
comunidad de mujeres y hombres que van experimentando la vida y la alegría de
este amor con el Dios vivo que ha vencido la muerte.
De esta manera, podemos afirmar que
Pentecostés es el camino alegre que nos lleva o devuelve al primer amor.
Camino, sentimiento, e ilusión que por las diferentes adversidades, batallas,
cansancios y desánimos de la vida se ha ido apagando o perdiendo poco a poco.
Pentecostés entonces, es recobrar el ánimo perdido, recuperar los sueños
frustrados, recibir la fuerza en el Espíritu para seguir marchando hacia
adelante en la lucha por conquistar el gran anhelo que hay en lo profundo del
corazón humano que se llama felicidad. Pentecostés, como pasó con los
discípulos, es volver a nuestro propio Emaús y allí en una nueva y
transformante relación con Jesús Resucitado, recuperar en lo profundo de
nuestro ser el ardor por lo que somos, tenemos, y hacemos y que hemos ido
perdiendo a causa de el enfriamiento emocional y espiritual. Pentecostés es
recuperar la visión, como los discípulos en Emaús, visión que se refiere a
sueños, metas y objetivos. Pentecostés es la invitación a que movidos por el Espíritu Santo miremos
dentro de nosotros mismos, e iluminados por Él iniciemos un nuevo proceso de
restauración, sanación y liberación. Pentecostés es el nacimiento de la mujer y
el hombre nuevo, nuevos en la manera de pensar,
en la manera de sentir, en la manera de ver el mundo con sus diferentes
realidades, en la manera de comunicarnos con nuestro creador, con nuestro
entorno, con los demás y nuevos en la
práctica o acción misericordiosa de servicio a nuestro prójimo y sociedad, con
nuevos métodos, estrategias y ardor en el corazón.
Pensar, hablar y desear vivir en
Pentecostés es renunciar a todo lo que quiera amargarnos y amargar la vida a los demás, es atrevernos
a optar por la propuesta de Jesús Resucitado que es ser feliz; es dejar la
tristeza, el malgenio que tanto nos hace
daño y optar por vivir el amor misericordioso del Señor lanzándonos a la tarea de agradar y hacer feliz a los otros,
pensemos si hemos dejado de hacer felices a los demás, especialmente a los más
cercanos, todavía estamos a tiempo
de hacerlo, de alegrar y no amargar y
hacerlo desde la guía del Espíritu del Señor. Pentecostés como lo decíamos al
comienzo tiene que ver con algunos olvidados(as) del camino por no decir a
veces excluido(as) sobre todo las mujeres. Podríamos decir que un Pentecostés
del amor no solamente en este mes sino todos los días, es volver a ellas, para
reconocer, valorar, agradecer, dignificar, el valor tan precioso con que Dios
siempre les ha mirado. Busquemos vivir celebrar y servir al Espíritu del Señor
con rostro de mujer-madre, que nos sigue hablando hoy de construir un tiempo y
sociedad mejor, basados en el amor, que como buena madre nunca pierde la
esperanza. Agradezcamos y busquemos celebrar esa nueva cara de Dios con imagen
de mujer a través de los diferentes signos antiguos y modernos de ser
madres: Abuelas que han hecho el papel
de madres, madrinas que generan ternura y bondad, tías que se han entregado y
se han prestado para el servicio y para ser signos del amor maternal,
educadoras y hermanas que también han sido madres cuando han faltado los padres
y se han gastado y desgastado siempre en el servicio para mostrar ese rostro
materno de Dios. Gracias a Dios por todas
ellas, que venga la recompensa, o la gran bendición de Dios que nunca falla.
Celebramos por nuestras mujeres, por nuestras familias, celebremos por la vida,
por la esperanza, por la sanidad de nuestros pueblos, celebremos en este día que llamamos Pentecostés.
Oramos por ti, por los tuyos, familia y
comunidad y en especial por todas las mujeres y madres, por estos tiempos tan
difíciles, que el Señor sea nuestra fortaleza, nuestra roca, nuestro sostén, que renueve su bendición y nos coloque siempre
de regreso al primer amor, que es el camino de la alegría en el Señor.
PROMESA
BÍBLICA DEL MES
“Y Jesús soplo sobre ellos y les dijo:
Reciban el Espíritu Santo” Juan 20,22
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